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OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

Hipócritas

Barbijaputa

Corre por las redes el nuevo vídeo del Salón Erótico de Barcelona, protagonizado por la actriz porno Amarna Miller. Miller, una figura vinculada a Podemos, ha aparecido en diversos espacios relacionados con el partido (como en debates sobre pornografía en La Tuerka o sobre feminismo en La Casa Morada).

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón han mostrado su admiración por dicho vídeo, que les dejo aquí por si aún no lo han visto.

Mi reflexión sobre el vídeo me gustaría hacérsela a Amarna, ya que es mujer y se dice feminista; del resto ya no espero nada en cuanto a feminismo se refiere: ni de los dirigentes de Podemos ni, por supuesto, de los patrocinadores del Salón Erótico o del Salón en sí.

Antes de nada, aclarar que entiendo que Amarna no es seguramente la responsable del guión del anuncio; sin embargo, no creo que pueda considerarse simplemente una currita más, porque desde su posición privilegiada dentro de la industria y como autoproclamada feminista hay que entender su aparición en el spot como un apoyo implícito a lo que en él se dice. De la misma forma que no desecharíamos las críticas a alguien conocido por su defensa de los animales si se prestase a ser imagen de las fiestas taurinas, no podemos ignorar que la defensa del feminismo va más allá de repetir unos eslóganes.

El vídeo se abre con una frase: “Nací en un país hipócrita donde la misma gente que me llama puta se pajea con mis vídeos”.

Compañera, llamar a eso hipocresía es un eufemismo perfecto para ocultar algo más profundo: el sistema patriarcal que lo sustenta. Para el Salón Erótico de Barcelona y para su patrocinador, Apricots, llamar a las cosas por su nombre sería tirar piedras contra su propio tejado (para quien no lo sepa, Apricots es un local de prostitución donde se vende el cuerpo de las mujeres bajo el lema de “Apricots, tu marca de puterío”).

Como comentaba, dices en el vídeo que nuestra sociedad es hipócrita porque hombres se pajean mirando tus vídeos mientras te llaman “puta”, sin mencionar que Apricots vende así en Google a las mujeres que trabajan en su local de prostitución: “Chicas de compañía SUPER putas • Follamos en la 1ª cita”. A mí esto se me ajusta mucho más a la definición de hipocresía que la frase que abre el vídeo (o cualquiera del resto de frases).

Que vivamos en una sociedad donde los hombres nos llaman putas mientras se pajean pensando en nosotras o viéndonos a través de una pantalla o en directo (que levante la mano la que nunca se haya topado con un “exhibicionista”) no es obra de la hipocresía, es producto del machismo; machismo sobre el que echan más y más leña eventos como el Salón Erótico de Barcelona (que en su propia web se vende como un lugar donde se reproducen gangbangs y bukkakes públicos) y patrocinadores como Apricots, que mientras llama hipócrita a media España es denunciada por UGT por servirse de voluntarios para que trabajen gratis durante el evento. También echa leña al fuego el porno que te empeñas en defender mientras haces equilibrios con un discurso feminista lleno de contradicciones.

Hace unos días pude leer esto en una entrevista que diste a Huffington Post:

“Si a mí me pone la figura masculina en un rol de poder, ¿he de modificar mi deseo porque esta fantasía no concuerda con mis ideales feministas? (...) Yo pienso que intentar modificar tu deseo sólo lleva a frustraciones y a un castramiento de tu identidad. Como yo no quiero modificarlo y creo que no es labor del feminismo modificar los deseos de nadie, lo que intento es asumir mis fantasías de una forma responsable y ética, saber de dónde viene y disfrutarlo”.

Esto puede tacharse de lo que queramos, pero definitivamente no de feminista. El trabajo del feminismo no es modificar los deseos de nadie tal y como lo planteas, como una castración; esto nunca ha estado en la agenda feminista, es un falso debate. Lo que sí es trabajo del feminismo es cuestionar por qué nos gusta lo que nos gusta, encontrar sus raíces más profundas, ser conscientes de que el deseo es una construcción social que se va formando sin darnos cuenta. Pero de la misma forma que el deseo se va construyendo, con conciencia feminista se empieza deconstruir.

El feminismo es la herramienta que tenemos para desintoxicarnos de todos los mensajes dañinos inculcados, herramienta que también sirve, por ejemplo, para desprendernos del mito del amor romántico. Y créeme, funciona. Y es liberador, no castrante. Lo que propones con tu discurso es aceptar ese deseo tal y como se formó (con sus mensajes tóxicos y misóginos) y aceptarlo como algo inevitable y moralmente neutro. Pero no es inevitable, tú misma admites en esa entrevista que el deseo es una construcción. Por lo tanto, hay una alternativa al derrotismo que propones cuando hablas de abandonarse a ese deseo sin más análisis: usar el feminismo para concienciarnos y entender el porqué de ciertas fantasías y deseos, por ejemplo, los humillantes y denigrantes.

De la misma forma, y siguiendo la analogía, nos sirve para deconstruir la concepción tóxica del amor romántico que nos han inoculado desde niñas, y que tanto mal nos ha hecho y nos sigue haciendo. Lo que propones hacer con nuestra concepción de la sexualidad en el tema del amor sería algo como “ya he entendido que mi idea del amor es tóxica, pero no la voy a intentar modificar con introspección y lecturas. Mejor me voy a rendir a la evidencia de que sólo soy una figura pasiva que no cobra vida hasta que la rescata su príncipe azul; además voy a generar contenido en esa línea, voy a difundirlo y a promocionar espacios que viven de perpetuar esas ideas”.

Una vez que adquieres conciencia feminista, y tú dices tenerla, lo último que debemos hacer es defender a capa y a espada los elementos machistas que con tanto esfuerzo hemos ido localizando, y que han participado en la construcción de esos deseos y fantasías. La conciencia feminista no sólo nos sirve para identificar lo que nos hace daño por nuestro género sino también para combartirlo, nunca para sentarnos a contemplarlo y, ya que estamos, producirlo, reproducirlo y difundirlo como algo que está ahí y contra lo que no se puede luchar.

A continuación, comentas:

“Muchas veces represento en pantalla escenas que no cumplen los ideales feministas, pero si me ponen y las disfruto no me parece que esté realizando nada en contra de mi persona ni de mi discurso feminista”.

No es lo mismo realizar tus fantasías en tu cama sabiendo que son construcciones machistas que generar un contenido de las mismas características y difundirlo, sabiendo que será consumido por adolescentes cuyo primer contacto con el sexo será ése, el que verán por Internet. Estás contribuyendo así a que otros construyan su deseo con los mismos mensajes que no pudimos evitar nosotras. Pero incluso así, cuando realmente traicionas tu discurso feminista es cuando te hacen una entrevista en medios de comunicación y defiendes todo lo anterior abiertamente mientras te autodefines como feminista.

Una cosa es hacer tu curro (no me sentiría tan legitimada a escribirle esto mismo a una mujer que no tiene otra alternativa) y otra blanquear ideológicamente una industria brutal desde una posición de privilegio en la misma, diciendo cosas como que el porno ni es generalmente misógino ni hay trata de mujeres mientras enarbolas la bandera del feminismo. Eso es usar el feminismo para pisar a quienes más lo necesitan sólo porque personalmente te interesa.

De verdad, hay muchas mujeres a las que puedes llegar con estas contradicciones, confundiéndolas y haciendo que normalicen los roles de poder, los abusos, la humillación y la denigración en el sexo, anulando cualquier conversación consigo mismas que puedan surgirles.

En resumen, creo que como feministas debemos analizar, cuestionar y visibilizar los componentes machistas que conforman nuestra concepción de la sexualidad, no normalizarlos y seguir reproduciéndolos con una sonrisa, porque ¿qué sentido tiene acabar entendiendo, por ejemplo, por qué nos gusta la figura del “macho empotrador” o “el malote” si luego, en vez de cuestionarlo, nos dedicamos a enseñárselo a nuestras hijas o a hacer vídeos promocionando dichas figuras?

Para mí no tiene sentido alguno, y por eso te escribo este artículo contra el derrotismo, porque, como bien dices al final del spot, “algunas no nos rendimos”.

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