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Opinión - Nos están destrozando la vida. Por Rosa María Artal

El último que (a)pague la luz

Montoro enmienda la plana al ministro Soria: no habrá partida para cubrir el déficit tarifario.

Merche Negro

Feliz Día de la Constitución, y chimpún. Que está moribunda, sí, pero aún nos rige. Yo os vengo a hablar del artículo 47, con vuestro permiso:

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho [...].

Donde dice digna y adecuada, yo interpreto un techo con agua, gas y luz. Como el que tienes tú y el que tengo yo. Y entre esas tres, me quedo con la última. Porque merece la pena hablarlo: estamos ante la siguiente gran crisis, la energética, y el Gobierno acaba de legislar contra el viento.

Sé que resulta farragoso, pero dejadme intentarlo porque se está jugando con su complejidad para que no miremos: ¿qué diantres es el déficit tarifario? Para empezar, os contaré que es un concepto que se inventó Rodrigo Rato cuando tenía cartera de vicepresidente. La definición es sencilla: la diferencia entre lo que cuesta generar electricidad y lo que pagamos los españolitos en la factura. Además está cuantificado: 26.000 millones de euros acumulados.

Antes de seguir, unas preguntas: ¿cómo se ha calculado esta cifra?, ¿quién la ha proporcionado?, ¿basándose en qué informes? No hay respuesta. La cantidad ha sido calculada por las empresas eléctricas y, por increíble que parezca, “ha sido asumida por el Gobierno”. Tal cual.

Es decir, de nuevo tenemos deuda generada en un sector privado que, por arte de birlibirloque, pasa a ser pública. Espera, quizá no tan pública. En julio, el ministro Soria promulgó la siguiente fórmula como solución para reducir en 4.500 millones durante 2013 esta cantidad: 2.700 los pondrían las compañías productoras y 1.800 los ciudadanos; 900, como consumidores (la tarifa subió con este argumento el 1 de agosto más de un 3%); y los otros 900 millones, como contribuyentes con impuestos indirectos.

Volvimos al cole, llegó otoño con sus hojas... y en octubre la luz subió de nuevo, por cuarta vez este año. Pero hay más: con el último anuncio de Soria de hace unos días, que se está especializando en el 'donde dije digo, digo Diego', la cosa empeora. Es curioso: de las 450 enmiendas que se han presentado a esta ley de reforma eléctrica, no se aceptó ninguna. Y, sin embargo, sí entró por la puerta de atrás en el último momento una del propio PP por la que, para no perjudicar el “déficit público”, el Estado dejaba de hacerse cargo del compromiso del ministro...

El del párrafo anterior, sí, el del verano, con el que nos subió la factura. Una gran trampa vestida de rapapolvo de Montoro a Soria: la reforma eléctrica prevé subidas automáticas de la luz para cubrir el déficit energético. Ergo, el 100% de ese importe (una vez más, no demostrado) repercutirá previsiblemente en nuestra factura a partir del 1 de enero de 2014. O sea, que sí, deuda pública, porque la pagaremos nosotros. Del déficit de cada cual, el de casa, no con el que va De Guindos a pedir el aprobado a Bruselas.

Llevamos un incremento del 67% en los costes de la luz en los últimos siete años, más o menos desde que empezó esto que cada vez tiene menos de crisis y más de estafa. Es importante tener presente que este dinero saldrá de nuestro bolsillo con destino a unas empresas (Iberdrola, Gas Natural Fenosa y Endesa) que en 2013 duplicarán en beneficios a sus homólogas europeas y que en 2012 aparecían en el ranking de las diez eléctricas europeas con más ganancias. Y que tienen entre sus máximos accionistas a bancos patrios (esos otros sufridores), Gobiernos extranjeros y fondos de inversión de “alto nivel”.

A mí ya no me quedan más millones de euros para estos señores que lo están pasando tan mal. Y si esta mayoría parlamentaria que hemos votado –no lo olvidemos ni un segundo– nos obliga a pagarlos y no podemos hacer nada (salvo inundar el Tribunal Constitucional a recursos y enmendarnos a la de la teta fuera y la balanza, que va a días), como mínimo me gustaría auditar esos 26.000 millones, y los que se le añaden cuando ven que van cortos.

Porque en esos “costes de producción” se incluyen instalaciones más que amortizadas: las nucleares que envejecen con todas sus grietas legales y físicas, que no conseguimos cerrar porque... Pues eso, aquí tenéis la razón. Y se sabe: están cobrando al Estado el precio más alto cuando sus equipos generan energía a bajo coste.

Es lo que se llama el pool energético: una media sin concretar su origen y que permite el engaño. Añadido a esto, con parte de estos pagos estamos financiando la construcción de centrales de gas o ciclo combinado que en diez años ya representan un cuarto del suministro energético. ¿Y por qué? ¿Es esta la alternativa, basada una vez más en un producto fósil y caduco como es el petróleo, en uno de los países con más acceso a una fuente gratuita e inagotable como es el sol? ¿Os he contado que el Estado de Qatar es accionista de Iberdrola? Los del Barça, sí. ¿Cuánto costará producir el kilovatio hora en estas centrales y a cuánto nos lo cobran? Una vez más, la regulación española no exige que nos lo cuenten. Me refiero a estas empresas, porque las productoras de renovables son auditadas y publicadas cada mes por la Comisión Nacional de Energía.

Auditadas y castigadas: se han quedado sin primas en la reciente ley. Y lo que es más, el autoconsumo será penado en el llamado “peaje al sol”: que si te pones una placa solar para ahorrar en casa o autogestionar la energía que consumes de una forma más sostenible –hey, que nuestra democracia permite aún hacer esto–, tienes que pagar para “contribuir a la financiación de los costes y servicios del sistema en la misma cuantía que el resto de los consumidores”. ¿Sistema? ¿Qué sistema? ¿Si me compro una yogurtera, tendré que pagar a Danone? ¿Si me hago un vestido rechulo puntada a puntada, a Zara? Are you fucking kidding me... again? No estamos escuchando al propio planeta que, habiéndonos aguantado los despropósitos unos cuantos miles de años, intenta ayudarnos y nos da serios avisos. Nosotros, de momento, ni puto caso.

En fin, tener energía eléctrica costará lo que ellos nos digan y nos la cobrarán cuanto les dé la gana. Si no es por consumo, será vía déficit tarifario. Y, sin embargo, tienen el cuajo de reclamar una “buena reforma energética que rectifique los errores del pasado, que hacen que más del 50% de la factura eléctrica se destine hoy a conceptos tales como tasas, primas, subvenciones, medidas de política social o tecnológica que nada tienen que ver con lo que es generarla o suministrarla”. Son palabras de Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, hace unos días.

Medidas de política social. Habéis leído bien. ¿Para qué en el suministro de un bien básico como es la energía eléctrica? ¿Cómo hemos llegado al punto de dejar que el presidente de una gran compañía dicte a un Gobierno lo que ha de legislar, incluso en público? Fijaos que ya estoy acabando y no había nombrado hasta ahora las puertas giratorias de exministros a esas empresas. Pero es inevitable; de otro modo, incomprensible.

Mucho estamos hablando estos días de la pobreza energética: el no acceso a los suministros básicos por no poder pagarlos. En el Congreso, Izquierda Plural presentó una enmienda a la ley para solucionarlo (básicamente, que las empresas no pudieran cortar esos suministros sin informes sociales), una de las que el PP no aceptó. En Catalunya sí se ha aprobado una resolución al respecto, también promovida por la izquierda parlamentaria ICV-EUiA. Pero una resolución no asegura su cumplimiento, como podemos saber con otro asunto: las becas comedor.

A mí me saca de quicio adjetivar la pobreza: energética, alimentaria o cualquier otra que inventemos. De toda la vida, cuando te quedas sin pasta, en casa te calientas y bañas con cazos de agua caliente y, si puede ser, de uso compartido con tu familia; te pones el jersey de tu hermano mayor y doble de calcetines, comes arroz con huevo de lunes a viernes y tienes orden taxativa de no tener hambre ni apetencias en los bares.

¿Nos basta la palabra pobreza, sin añadidos, para esto? La solución no ha de pasar por que un Gobierno dictamine de forma magnánima partidas presupuestarias que pongan parches. Que no se me entienda mal: ahora mismo es lo que hay que hacer porque la cobardía de nuestros Parlamentos no deja más opción. Pero no nos creamos los ciudadanos la teoría astrológica de la calamidad. Hay una culpable: la desigualdad, creada por el hombre. Y la democracia y la política nacieron hace miles de años justamente para eliminarla, pero parece que no hay forma.

Una ya piensa entre delirios e indignación que, con esto de que vamos con la moviola hacia atrás, no pararán hasta meternos en las cavernas, donde no recuerdo yo que hubiera enchufes, radiadores o bombillas. A ver si va a ser eso.

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