El fracaso de Unidos Podemos: estas son las razones
Si atraídos por el título esperan encontrar en este artículo una explicación al fiasco de Unidos Podemos, ya pueden dejar de leer. No les alargaré más la broma: el título es sólo una parodia del estado de ansiedad con que hoy todos buscamos artículos que nos permitan salir del shock y entender lo inexplicable: qué pudo salir mal.
No, yo no tengo esas razones. Ni yo, ni la mayoría de analistas que estos días nos iluminarán. Todos balbucearemos motivos más o menos acertados, pero no creo que nadie tenga La Explicación. Ni siquiera sus dirigentes la tienen. Ellos menos que nadie, conmocionados ante lo que parecía un sorpasso cantado. Y esta falta de explicaciones de unos y otros no tiene que ver con el 26J, sino con el 25M de hace dos años, en las Europeas. Allí empezó todo, y desde entonces venimos improvisando una taxonomía para este cisne negro.
Si ayer se hubiesen cumplido las encuestas, y Unidos Podemos hubiese conseguido un 24% o 25% de votos, y más de 90 escaños, hoy los mismos artículos que intentan explicar la derrota nos ilustrarían con el porqué de su éxito. Y estoy seguro de que las razones del sorpasso serían las mismas que hoy usamos para entender el no sorpasso: la confluencia con IU, los movimientos tras el 20D, la polarización, el discurso de izquierda dejando atrás la transversalidad, el juego socialdemócrata, Anguita, el programa de Ikea, las sonrisas, la patria. Todo lo que hoy se achaca a Unidos Podemos, se les reconocería como recetas infalibles para el éxito.
Y mirando más atrás, hoy estaríamos hablando del acierto histórico de convertir un movimiento en un partido vertical y una máquina electoral, el liderazgo carismático de Iglesias, el significante vacío y todo aquello que estos días se abrirá en canal para entender la decepción, y que en otro escenario sería reconocido como genialidad política. Ese es nuestro desconcierto hoy: encontrar inexplicable el fracaso del 26J, cuando lo inexplicable es todo lo sucedido hasta ayer, los éxitos anteriores.
La dificultad de análisis tiene que ver, en mi opinión, con algo que no solemos considerar al ver la trayectoria de Podemos: su condición de fenómeno sobrevenido. Tendemos a pensarlo como algo planificado desde su origen, un plan genial, cuando quizás tiene más de pedalear para no caer, de brillante huida hacia delante, de adaptación permanente a las condiciones cambiantes. En su seno hay mucha inteligencia y estrategia, sí, pero aún más intuición y agilidad.
Se nos olvida que Podemos no nació para ganar las elecciones de 2016, ni siquiera las de 2015. En su origen era algo mucho más humilde: un intento de abrir espacio político en un momento crítico, y en unas elecciones favorables como las Europeas. Surgía de una lectura exacta del tiempo político, sí, pero su horizonte no era tan ambicioso, y la famosa “ventana de oportunidad” no era la del ático.
Sin embargo, la jugada salió bien. Sorprendentemente bien. El éxito en las Europeas coincidió con el agravamiento de la descomposición institucional, y a partir de ahí se subieron a una ola irresistible, con el viento a favor. Una ola que otros no supieron ver ni cabalgar, hay que reconocérselo. Una ola que te podía llevar a la playa o estrellarte en un arrecife, pero que durante un tiempo avanzaba sin freno: las encuestas, el crecimiento orgánico, las municipales, las adhesiones y fichajes, las confluencias territoriales, el 20D, la unidad con IU, la promesa de sorpasso… Seis campañas electorales en dos años. Correr y atarse los cordones a la vez, decían.
Tal vez ahora llegue el momento de parar, por fin, y mirar atrás. Hacer recuento. Mirar hacia dentro, en qué se han convertido. Celebrar todos esos éxitos que ni tiempo tuvieron para celebrar. Apreciar los cinco millones de votantes consolidados, el futuro por delante. Y hacer también balance de daños, internos pero también externos: esa tierra quemada que ha dejado a su paso una ola a la que nadie podía resistirse (porque todos veníamos de la derrota en las calles y queríamos ganar las elecciones, por qué no), y que ahora obliga a reconstruir espacios de resistencia sacrificados a lo electoral. Suerte.