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El voto de las sectas destructivas

Rosa María Artal

Sí, algo está cambiando. El bipartidismo se ha llevado un sonoro batacazo. Esperanzador resulta como promesa de renovación el triunfo de Podemos en España o de Syriza en Grecia. En el conjunto de Europa se produce un voto de castigo a la política tradicional –bien es verdad que en algunos casos con tintes altamente preocupantes-. La llave sigue estando, sin embargo, en manos de las sectas destructivas de la sociedad. Y son capaces no solo de mantener la degradación actual sino de incrementarla como indica el resurgimiento del fascismo votado en las urnas.

“Somos los únicos que hemos ganado de todos los que han hecho reformas en Europa”, repiten en un PP que ha perdido un tercio de sus apoyos y 8 diputados. Pero tiene razón, han sacado más votos que el PSOE, el partido que realmente cae en barrena. No tanto por los porcentajes que son similares a la otra pata del bipartidismo, sino porque este resultado se produce estando presuntamente en la oposición y con las políticas de destrozo seguidas por el PP, conocidas por el eufemismo de “reformas”.

3.981.956 individuos han votado al PP. Evidentemente hay entre ellos beneficiarios de sus actuaciones, pero en un número necesariamente reducido porque el pastel no es de proporciones infinitas. En consecuencia existen en España casi cuatro millones de personas que avalan cuanto hace el PP, sin preguntarse nada más.

Dada la parquedad que con la realidad de este partido emplean los medios grandes, insistiré en un repaso –siquiera somero- de sus hitos reseñables. Se trata de una organización con Caja B y sueldos B procedente de donantes contratantes de obra pública, como ya ha certificado el juez instructor de la causa por corrupción de Gürtel/Bárcenas. Un partido que ha dado tales hachazos al Estado del Bienestar español que resulta irreconocible. Concretamente, el daño inferido a la sanidad pública –que era de las mejores del mundo- ocasiona ya víctimas reales y los repagos han convertido la salud en producto de consumo sujeto a precio y vaivenes del mercado. Los daños ocasionados en los derechos laborales son prácticamente irreversibles. El tandem interior/justicia se ha empleado a fondo en modificar los códigos con leyes francamente represivas e involucionistas. Y de sus acciones contra la mujer baste de ejemplo la elección de un candidato machista de manual que, por cierto, sale ya tan campante para Europa en nuestra representación.

Todo esto y más lo aprueban y secundan casi 4 millones de personas. Individuos aparentemente normales se comportan de forma que daña al conjunto de la sociedad. Es verdad que en sus feudos tradicionales, Madrid y valenciana, los apoyos al PP han bajado casi a la mitad. También en Galicia sufre un importante retroceso. Pero todavía hay en esos lugares tan asolados quien va a una urna y dice: venga, adelante con ello.

Las sectas destructivas no funcionan con lógica, les han programado para comportarse como soportes del líder al que siguen ciegamente. Para justificar sus atropellos con inverosímiles argumentos que en muchos casos ofenden a la inteligencia. Para amar a sus verdugos aunque llegaran a ejercer sobre ellos la tortura, y sin siquiera ser conscientes de ello. El personaje de la realista serie Juego de Tronos, Reek, Hediondo -desollado y mutilado, alojado entre los perros- que venera al tirano, sería un símbolo muy gráfico. Llevado al extremo, naturalmente.

Por supuesto las sectas destructivas se dan, con mayor o menor nivel de abducción mental, en otras formaciones. En quienes buscan justificaciones a derrotas empecinadas como ocurre en seguidores del PSOE. En ese clima, Rubalcaba que se va diciendo que el nuevo Congreso seguirá el trabajo. ¿Ha entendido bien lo que pasa? ¿Lo han entendido sus compañeros? O entre quienes consideran un buen resultado el obtenido por Izquierda Unida que, ni con la debacle del PSOE y aun subiendo, consigue siquiera el resultado de 1994: 13,44% entonces, ahora 9,9%. Su quinto puesto en de Madrid es definitorio. Izquierda Unida debe hablar... con Izquierda Unida en primer lugar.

Mucho más terrible aún es el ascenso de la extrema derecha en Europa. Esa Francia que, con el Frente Nacional, emprende una contrarrevolución bajo el lema: Répression, inégalité, haine et impunité ( Represión, desigualdad, odio e impunidad). Dinamarca, Finlandia, Grecia, Hungría, Reino Unido, o Alemania con un escaño para un partido directamente nazi, dibujan el desolador panorama.

¿Un voto de castigo? ¿A quién? ¿A ellos mismos? Les han programado para olvidar quiénes causaron la crisis, ya no se habla de los poderes financieros. Ni de las ayudas de dinero público que se les ha dado para mantenerse. Ni de las condiciones privilegiadas de las que gozan en sus préstamos. La culpa la tiene, oh, milagro, el pobre que vino en patera, o saltando una valla de cuchillas, a buscarse una vida mejor. Con enorme valentía, frente a la poca airosa actitud de los culpables de la crisis. O de quienes secundan desde sus casas la descomunal estafa. Votándola o absteniéndose como hicieron la mitad de los españoles y la mitad de los europeos.

¿Y quién programa a las sectas destructivas incapaces de ver la realidad?

En algunas formaciones son simplemente sus líderes o la endogamia que les hace dar vueltas a una habitación sin ventanas a la calle. Pero el mayor peligro para la sociedad está en esas masas de abducidos que cierran los ojos ante toda amenaza aunque –como la peste fascista elegida en las urnas este 25 de Mayo- augure tiempos mucho peores. Los que se vivieron en los años 30 del siglo pasado. No es una entelequia: están aquí, los han votado personas como Usted o como yo.

La historia estudiará la enorme responsabilidad de los medios de masas en la programación de la sociedad. Hurtando la realidad. O los datos objetivos que forman criterios. Inyectando –como el atracón de fútbol servido este fin de semana en particular por la televisión pública- evasiones que les liberen de pensar y les induzcan vivir despreocupados hasta de su propia vida. Con algunos de sus debates distorsionadores. Señalando a quien odiar. Alentando su pasividad. Con su frustrante modelo social. Con pocos escrúpulos éticos.

Ejércitos organizados de zombies ya comienzan a atacar el espectacular éxito de Podemos. Les ha descolocado. Podemos, claro que Podemos. Queremos, debemos, es nuestra obligación imperiosa, desprogramar a las sectas destructivas. Por el bien de la propia sociedad. Se hace con información, educación y apelando a su dignidad. Algo está cambiando, desde luego. Si a mejor o a peor dependerá de nosotros. Lo último, mirar cómo otros deciden la historia.

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