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Obituario

Noah Gordon: historia de una amistad

El escritor estadounidense Noah Gordon, en una fotografía de archivo. EFE/Andreu Dalmau
23 de noviembre de 2021 14:59 h

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Noah Gordon ha fallecido y en Roca Editorial estamos todos muy tristes. En este día, quiero recordar mis vivencias con él. Nuestra relación era de autor-editora, pero sobre todo éramos amigos.

Hacía unos meses que se había creado Ediciones B cuando Silvia Querini adquirió los derechos de El médico a través de la agencia de Montse Yáñez. La novela se publicó en la primavera de 1988. Recuerdo que lo leí con mi hija recién nacida en un brazo y con el libro en el otro. El equipo comercial de Ediciones B, liderado por Pere Sureda, enseguida vio claro que teníamos un gran libro y comenzaron a visitar a libreros y a hacer colocaciones importantes. La primera librería donde empezó a venderse fue Maite Libros, en Barcelona. La librera y su equipo recomendaban El médico a todo el mundo que entraba; vendieron muchos ejemplares y años después, en agradecimiento, hicimos una placa.

Noah vino a Barcelona cuando el libro empezaba a funcionar; le encantó la ciudad. Después de este viaje, visitó muchas veces España: Bilbao, donde le dieron el premio de los libreros; Zaragoza, donde le entregaron el Premio de Novela Histórica; Madrid, para la Feria del libro, Barcelona por Sant Jordi…

Asistió a muchas fiestas y ferias del libro. Siempre había unas colas inmensas para firmar. Las últimas veces tenía problemas en la mano derecha, pero aun así quería seguir haciendo felices a sus lectores.

Durante un día de Sant Jordi fui testigo de cómo su hijo Michael Gordon conoció a la que hoy es su mujer; fue un flechazo, y desde entonces Michael y su familia viven cerca de Barcelona.

En la editorial recuperamos su backlist y después publicamos los otros libros de la trilogía de los Cole, Chamán y La doctora Cole.

Después llegó El último judío. Mientras lo escribía vino a documentarse a Toledo, donde conseguí, a través del entonces presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, José Bono, y con Emiliano García-Page, el acceso a edificios históricos y a documentos. La documentación era una parte importante en sus novelas y le dedicaba mucho tiempo; le encantaba buscar toda la información histórica necesaria.

En el año 2000 mi familia y yo le visitamos en Boston y disfrutamos junto a su mujer Lorraine de una cena en la que nos habló de la ciudad y de su juventud allí; nos contó que su familia quería que fuera médico, pero fue periodista especializado en Medicina, para después escribir novelas.

En 2002 nos despidieron de Ediciones B a Carlos Ramos y a mí. Noah me llamó y me dijo que, cuando todos los derechos caducaran en 2006, volveríamos a hablar, y así fue. Mientras tanto estaba escribiendo La bodega, por lo que vino a Cataluña con su hijo Michael para visitar bodegas y para documentarse en las técnicas que había en el siglo XIX para hacer vino.

En 2006 negociamos con su agente los derechos de todos sus libros publicados, así como de la novedad, La bodega. El anticipo era, por supuesto, muy alto, pero estábamos convencidos de publicar a Noah, por lo que pedimos un crédito avalado personalmente por mi marido José Sanclemente y por mí. Corríamos un alto riesgo, pero yo tenía claro que no quería que Noah se fuera a otra editorial, y él quería publicar con nosotros.

Recuerdo la presentación de La bodega en Vilafranca del Penedès, donde habían montado un escenario con música. Carme Chaparro presentó el acto y a Noah Gordon se le veía emocionado. Después de la cena, un centenar de invitados quiso conocerle.

Noah era un gran amante del vino y de la buena mesa; le encantaba el jamón ibérico, pero bebía y comía con moderación. Me acuerdo de las largas e interesantes conversaciones que manteníamos en las comidas y en las cenas.

Hace pocos años, paseando por Barcelona cerca del puerto, me dijo que si fuera joven vendría a vivir a esta ciudad.

La última vez que le vi fue el 18 de octubre de 2018, cuando viajó a Madrid para el estreno del musical de El médico. No se lo quiso perder; disfrutó como un niño. Nunca olvidaré la mirada que tenía cuando vio el letrero luminoso de El médico, el musical; transmitía ilusión y orgullo. Se divirtió mucho. Al final le pidieron que subiera al escenario a saludar a los artistas. El público se puso en pie y empezó a aplaudir durante varios minutos; fue muy emocionante, y Noah estaba muy feliz.

Gracias por todo lo que me has dado. Brindo por ti, una vez más.

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