El proyecto de M.A.R. Editor ha venido desarrollándose en dos direcciones. La primera, una cuidada colección de libros que deambulan por las calles oscuras e iluminadas de grandes ciudades como París, Nueva York o Viena. Y la segunda, una serie de antologías que radiografía la mejor literatura de género. Precisamente, en el corazón de este segundo grupo, acaban de implantar una nueva criatura: un catálogo de prótesis literarias y terroríficas que han titulado Los mejores terrores en relatos.
Esta antología, con más de cuatrocientas páginas de taquicardias, recoge relatos de terror de los últimos doscientos años. Y no ese terror inverosímil, de cartón piedra, que abusa del sobresalto y la trampa. No es ese miedo que viene desde lejos para desbancarnos de nuestro sofá. Al contrario, tiene su origen y su viaje en el propio lector. Este pánico sostenido viene para quedarse.
Los encargados de presentar Los mejores terrores en relatos fueron María Zaragoza, Miguel Ángel de Rus y Rubén Serrano en el café El Espejo de Madrid. En palabras de la escritora madrileña, a raíz del texto con el que ha participado en la antología, Algo pequeñito, “nos creemos invencibles ante otros seres vivos, pero si la naturaleza diseñase un ser específico para terminar con el ser humano, algo pequeñito, invisible a la vista, ¿podríamos salvarnos? Me aterra la posibilidad de que la naturaleza se defienda de nosotros”.
Por su parte, Rubén Serrano, otro de los escritores que se ha dejado seducir por el proyecto de M.A.R. Editor, precisamente destacaba el amplio espectro de autores que había recogido este compendio del temblor. “Doscientos años del mejor terror, autores decimonónicos, de la segunda mitad del siglo XX, y autores que están en los cuarenta años, o incluso más jóvenes”. Charles Nodier, Thomas Hardy, Lautrémont, Edgar Allan Poe, Daudet, Villiers de L’isle-Adam, Fernando Savater, Eduardo Vaquerizo y Robert Leslie Bellem son algunos de esos autores a los que hace referencia Rubén Serrano.
De la necesidad de este tipo de literatura habló Miguel Ángel de Rus. Sobre todo para indagar en nuestros rincones más oscuros, más inaccesibles, allí donde el miedo se guarece y nos recuerda que lo verdaderamente terrorífico está muy cerca, justo ahí, en nuestra propia vida.