De vez en cuando busco en youtube una extensa entrevista a la escritora inglesa Iris Murdoch, sobre literatura y filosofía, realizada por Bryan Magee. La entrevista está dividida en varias partes, debió de durar horas. Me fascina la imagen de Murdoch y el entrevistador encerrados en ese pequeño cuarto aunque, con toda probabilidad, se trate de un set de tv. Pero la sensación para el que lo mira en la pantalla es la misma: un poco claustrofóbica. La pared tapizada al fondo no tiene ningún elemento que pueda distraer la vista. No hay nada, nada más que un sofá de escay beige donde ambos están sentados. También me llama poderosamente la atención que Iris Murdoch permanezca todo el tiempo con el abrigo abrochado hasta arriba. Da calor solo de verla.
Volví a ver esa entrevista hace poco y no pude evitar en esta ocasión constatar la enorme diferencia con el vídeo de Eduardo Mendoza que “patrocinó” Diario Kafka a su pesar. Obviamente allí se trataba de una conferencia, y el escritor se volcaba hacia un público, no se recogía en un rincón como Murdoch. Pero —y esto no era necesario— Mendoza ofrece un espectáculo, y es consciente de que está dando ese espectáculo, haciendo reír continuamente al público, o suscitando su asombro. Es un discurso dedicado a provocar unas reacciones determinadas en los oyentes, casi como un monólogo del Club de la Comedia. Iris Murdoch por el contrario dialoga, no actúa, y se ríe sola, a veces, otras veces la acompaña en la sonrisa su interlocutor.
Está claro que en estos tiempos de emprendedores y personas-marca lo que se exige al escritor es más bien el tipo Mendoza. A los autores no se les pide tanto que escriban buena literatura ni que ofrezcan algún punto de vista interesante sino que sean escritores-actores, atractivos, entretenidos y divertidos, mejor si también son elegantes (y Murdoch con su abrigo como un sayal). Me parece que la diferencia entre esos dos vídeos es la diferencia entre el siglo XX y el siglo XXI. Yo ya no sé si ahora se le exige demasiado al escritor (que sea bueno escribiendo, divertido, atractivo y conferenciante). O si es al contrario y se le pide demasiado poco (una imagen, una actuación al fin y al cabo). Lo que nos fascina hoy del vídeo de Murdoch es el modelo de gafa del presentador y el corte de pelo de la escritora, que parece que se levantó de la cama y cogió las tijeras de podar.
De pronto el cabello de la novelista inglesa me recuerda a Gloria Fuertes. Me apresuro a buscar en youtube alguna entrevista con la poeta española, fallecida en 1998, pero lo único que encuentro, lamentablemente, es la parodia de Martes y trece. :( No hay derecho.
Continúo navegando y así es como encuentro el banco de peces que da título a este artículo, es un banco de peces literarios. Descubro las entrevistas a escritores y artistas realizadas por Joaquín Soler Serrano en el programa de RTVE A fondo, emitido en 1976 y 1977. Muchos las conoceréis de sobra –se vendieron en dvd—; la verdad es que yo, si alguna vez supe de ellas, las había olvidado y me he alegrado de reencontrarlas. También en esta ocasión el set televisivo, al modo del programa británico, es un poco opresor. Pero ahí están Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Josep Pla, Ernesto Sábato… y muchos otros.
He sido una ávida lectora de todos ellos, aún así –o en consecuencia— conocía su escritura, sus mundos literarios, pero rara vez los había visto en movimiento. De manera que he disfrutado con las cosas que me han llamado la atención. Por ejemplo me sorprende la sonrisa continua de Borges, y sus declaraciones, que no defraudan: “Soy desagradablemente sentimental”, dice. Cortázar, por el contrario, me sorprende con su seriedad, quizás no quería estar ahí o vete a saber en qué circunstancias se encontraba. Me intriga mucho el acento de Alejo Carpentier, y no entiendo la explicación que da al respecto –¿un defecto del habla?—. Me gustan los ojos achinados de Josep Pla, que había visto en fotografías, pero son mucho más llamativos en movimiento. Además se suma su gesto simpático, cómplice y sin poses. Me gusta especialmente cuando defiende la escritura inteligible porque, dice, “la limitación de la inteligencia humana es inmensa”. Juan Rulfo, contra todo pronóstico, me parece un actor de Hollywood. Algo así como un James Dean después de sufrir un leve accidente de coche. Tiene como cierto toque entre presumido y huidizo. La manera de llevar las gafas de Onetti, con la patilla en la sien, me resulta entrañable, más cuando confiesa su timidez ante la entrevista y no duda en asegurar que “la cita de hoy me estropeó la noche de ayer”. ¿Alguno de nuestros escritores de ahora sería capaz de confesar eso? O Sábato, que se emociona casi hasta las lágrimas al rememorar su dura etapa como exiliado en París.
Me he limitado a escritores en lengua española, pero obviamente el banco de peces es mucho más grande y queda pendiente para otra entrega de Pescado en la red: ahí está Bukowski, que no puede abrir los ojos despotricando contra el mundo delante de las cámaras, o Truman Capote y Groucho Marx disputándose el protagonismo en el mismo set, o incluso puede verse a Scott Fitzgerald escribiendo en un pupitre plantado en medio de un jardín. No pongo todos los links, buscadlos, porque esa es la manera de encontrar sorpresas inesperadas. Ya lo sabéis, en youtube no solo hay gatitos.