Si las musas no llama a su puerta..., que no cunda el pánico. De entre todas las invocaciones a los dioses de la inspiración, alguna será atendida. Dan Brown lo tiene claro, así que cada vez que sufre de bloqueo creativo recurre a un rito insospechado: pone su mundo patas arriba. Literalmente. Se ata los pies a una tabla de gimnasio y la gira hasta encontrarse boca abajo. Asegura que esta terapia de inversión le ayuda a relajarse y a conseguir más concentración en su trabajo.
Pero las excentricidades de Brown no se quedan aquí. Para él, la escritura está lejos de ser algo placentero: “Es como ir al gimnasio: cuando acabas te sientes bien, pero mientras tanto deseas estar haciendo otra cosa”, y describe la vida del novelista como “una existencia terrible”. Nadie dijo que iba a ser fácil (y de todos modos, ya será menos...). Parece que, por si le pareciera poco, él mismo ha decidido endurecer las condiciones: se levanta a las cuatro de la madrugada, coloca un reloj de arena en su escritorio y hace una pausa cada hora para hacer flexiones, abdominales y estiramientos. Solo le falta el cilicio del que hablaba en alguno de sus libros.
Dan Brown: ¿era necesario confesar estos detalles?