Despedir el mercado literario con cava

Vicente Luis Mora

Las burbujas están en el imaginario del fin. Para los españoles el final de cada año está indisolublemente ligado a diversas imágenes simbólicas (lotería, luces en las calles, etc.), entre las cuales se aposentó con los años el anuncio de Freixenet y sus glamurosas burbujas doradas. El anuncio de este cava, que debía consumirse por motivos patrióticos en lugar del champán (ahora se impondrá el rioja, supongo), que este año cumple 30 años y que simbólicamente va a ser –según informa Bigas Luna en YouTube– hecho “por todos”, representaba muy bien esa España del pelotazo de los años noventa.

De forma paralela al crecimiento económico artificial, desde finales de los ochenta y sobre todo en los noventa surgió un mercado editorial que cambió por completo el panorama narrativo. Si en la economía nacional el ladrillo estaba creando la burbuja inmobiliaria, los ladrillos sentimentaloides y retóricos que poblaban las librerías, remedando con torpeza la novela decimonónica, comenzaban a construir la crisis a la que ahora asistimos. Tempranamente describió Manuel Vicent el círculo vicioso: las editoriales, para vender más (entonces el gran problema era cómo forrarse, porque editar libros valiosos y ganar un dinero decente con ellos no parecía suficiente para nadie), publicaban libros de forma motorizada, libros que generaban letras giradas a 90 días que luego distribuidoras y libreros canjeaban por más novedades y más letras, de forma que –según Vicent– se iban creando dos enormes bolas (una de libros y otra de letras o de pagarés) que amenazaban con invadir el territorio patrio.

Cuando la crisis comenzó a agudizarse las editoriales optaron por recetas universales: los recortes y ahogar el I+D, algo que quizá paguemos caro dentro de unos años (tanto económica como literariamente). La fontanería comercial aparcó la innovación y el riesgo. La inteligencia se ve obligada a buscar otras vías, los autores literarios han dejado de encontrar con facilidad hueco para publicar y comienza la fuga de cerebros al exterior: de momento a editoriales independientes y ebooks, si bien pronto veremos autores españoles publicando exclusivamente en México o Argentina, en movimiento pendular respecto a lo ocurrido desde que los autores latinoamericanos iban a Barcelona en los sesenta a preguntar por Barral. Arguye el filósofo P. Sloterdijk: “Una vez que han reventado las burbujas tornasoladas de Dios, los cascarones cósmicos, ¿quién va a ser capaz todavía de crear envolturas protésicas en torno a los que han quedado a la intemperie?” Tomen arcilla, señores, el próximo refugio de la literatura será el que ustedes construyan con sus propias manos.