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Un minuto de silencio

Jenn Díaz/DK

Cazador cazado. Marina Abramović es una artista. Más concretamente, y así se autodenomina, es la abuela del arte de la performance. Activa culturalmente desde los años setenta, uno de los puntos clave del arte de Marina Abramović es la relación entre el artista y el público. ¿Qué pasa cuando la artista se convierte, a su vez, en público? ¿Cómo hace la abuela de la performance su mejor actuación sin saberlo?

Ahora, el nuevo cazador. Uwe Laysiepen, que usaba el nombre de Ulay, conoció a Marina Abraimović cuando esta se mudó a Ámsterdam. Además de una relación sentimental, empezaron a mezclar su arte y a idear nuevas fórmulas de performance. Con sus cuerpos creaban espacios en los que había cabida para la interacción con la audiencia, recurso que después se ha utilizado en muchos shows alternativos y rompedores. En Relation in Movement, de 1976, la pareja conducía su automóvil dentro de un museo dando 365 vueltas, del que salía un líquido negro formando una especie de escultura, y cada vuelta representaba un año.

Aquella furgoneta era la misma en la que vivieron durante cinco años. Cuando decidieron acabar con la relación, y dado que se trataba de dos personas altamente creativas, tuvieron una idea: recorrerían la Gran Muralla China, cada uno desde un extremo, y se encontrarían en el medio para darse el último abrazo y separarse definitivamente. Hace tres años, veintitrés después de aquel último encuentro, Marina Abramović se encontraba en el MoMA, ya como artista consagrada. Una de las performance que se exponían era ella misma sentada a una mesa, con los ojos cerrados, y se comprometía a compartir un minuto de silencio con todo aquel extraño que quisiera sentarse frente a ella. Sin que lo supiera, Ulay apareció y se sentó frente a la que había sido su amor y su compañera. Cuando Marina abrió los ojos, dispuesta a un minuto de silencio con una cara desconocida, se encontró con él. Si quieres saber qué pasó, no te pierdas este vídeo.