La mujer que hablaba de virtudes públicas

Azahara Alonso/DK

Parece que en los últimos tiempos la panacea a cualquier estafa, a las tentativas de sustraer derechos, al recochineo osado, incluso, pasan por apelar a la ética. En boca de todos, manoseada y ambigua como las cosas que está empezando a justificar, la ética suena a palabra vacía, a un disfraz de dignidad que a la mayoría le queda demasiado grande.

Sin embargo, aún queda un reducto de discursos cargados de contenido, en los que cada palabra cuenta y la inclinación a lo riguroso elabora una oratoria digna de atender.

Ahí está Victoria Camps, una de esas mujeres cuya trayectoria hace sentir a las jovencitas que están llegando tarde a todas partes. Heredera de una tradición de intelectuales de la talla de José Luis López-Aranguren, catedrática, senadora, miembro del Comité de Bioética de España, defensora de la televisión pública como escenario de imparcialidad... La ensayista que llegó a decir que la ética era incompatible con la política, la misma que considera que el comportamiento ético es “pura lógica: no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”.

Esta misma Victoria Camps que ya todos conocemos ha publicado recientemente Breve historia de la ética, con la que trata de hacer más accesible el campo de la filosofía moral recapitulando sus principales ideas. Habrá que recomendarlo, que como ella dice en una entrevista concedida a El País, “no viene mal saber qué es eso de la justicia, la equidad y el fundamento de las normas morales”.