Hace algún tiempo Jara Calles tituló uno de sus ensayos La nación infectada. Clínica del último modelo narrativo español; y el “equipo de investigación crítica” de El juguete rabioso anotaba el capítulo ‘Últimos compases y literatura multimedia’ del séptimo volumen de la reciente Historia de la literatura española (editorial Crítica) también relativo a las últimas tendencias narrativas y autores como el que aquí se comenta, como si de una edición crítica se tratase. Hacemos ahora lo propio con la Autopsia crítica publicada esta semana por Carlos González Peón sobre Agustín Fernández Mallo.
Agustín Fernández Mallo, nuestro héroe de la semana, es el tipo[i] que hace años escribió un libro experimental al que puso el nombre de bote de crema de cacao[ii] y del que salió una generación de escritores ([i][ii]Los Nocillos) [iii] de los que se ha hablado en exceso si tenemos en cuenta sus méritos.[iv] Cuando me levanto quisquilloso[v] pienso que quizá solo quería, el bueno e inocente, el físico polifónico Agustín[vi], hacer un [iii][iv][v][vi]remake de aquellos botes de sopa Campbell’s que otro antes que él dibujó.[vii] No hace tanto que volvió a repetir la experiencia de meter la pata hasta el fondo versionando unos textos de Borges.[viii] Otra vez el [vii][viii]remake como idea original. No le salieron del todo rana los experimentos, viendo el lodazal resultante de aquellos barrizales.[ix] Y doy con esto a Mallo por presentado.[ix]
Dice un proverbio tailandés que siempre que a alguien le llama la atención algo que hace Agustín una musa muere ahogada en sus propios vómitos.[x] Por culpa de los críticos Manuel Rico ([x]Babelia) y de Túa Blesa (El Cultural)[xi] han podido morir, en las últimas semanas, legiones de musas. Parece que se hayan propuesto aniquilar, estos dos,[xii] en su dislate devocionario, a toda cuanta ninfa se le cruce al gallego[xiii] por delante. Objetivo: salvar los [xi][xii][xiii]postversos de Agustín o, citando libremente a Blesa: su “panglosa” a reventar de “variedades del habla y sistemas semióticos”.
Tanto para uno como para otro, Agustín es la vanguardia personificada, si obviamos ciertas reservas del primero.[xiv] Agustín revitaliza, dicen,[xv] “el fragmentarismo de las mejores páginas de Rimbaud” que, como todo el mundo sabe, es a lo que aspira todo poeta.[xvi] Permitan que lo dude. En todo caso lo que hará este chico será sentar a Rimbaud[xvii] en sus rodillas, encontrarlo amargo e injuriarlo sólo por el placer de llamar la atención y ver si lo suyo es tan anormal como parece.[xviii][xiv][xv][xvi][xvii][xviii]
Al ser lego en la materia ignoro si Agustín es un gran poeta o un simple vendedor ambulante de humo con talento para los juegos malabares,[xix] pero si a estos señores, tan postversados ellos en el arte del glosar, les parece que enlazar “pantallazos, enlaces, links, widgets, reflexiones fugaces, impresiones, imágenes gráficas, fórmulas científicas, destellos de memoria cultural o referencias a la muerte”… (en referencia a [xix]Antibiótico, Visor, 2012),[xx] si creen estos señores, decía, que todo esto junto, emplastado cual [xx]collage, es poesía moderna, vanguardista, futurista; si creen que este echarse el verso por montera da razón de la grandeza de Agustín, entonces habrá que darles la razón a ellos también y reconocer que tanta paja mental[xxi] pueda ser un acto de sentido común.[xxi]
Pero es Agustín, en su ensayo Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma (Anagrama, 2009), quien establece las normas de “estricta maleabilidad” sobre las que construirá sus artefactos, por llamarlos de alguna manera. La primera y única regla es que no hay reglas, ergo todo vale, es decir, bien está lo que acaba en punto y final. Partiendo de semejante premisa poco más puede hacer la crítica que darle en todo la razón y aceptar que la función delta de Dirac pueda ser un autorretrato aceptable, además de un verso libre. (Joan Fontaine Odisea, AFM, pág. 67). Quizá por eso Blesa nos recuerde que “poner en relación esto con aquello son puntos esenciales en su poética”, que es exactamente la misma técnica que utiliza mi madre para hacer el bizcocho de yogourt.[xxii][xxii]
En un intento desesperado por acercar al pueblo llano la postpoesía de Agustín, los críticos disparan dardos mortales de necesidad cargados de agudezas intelectualoides como, por ejemplo, destacar que en la “noción de rizoma de Deleuze y Guattari se encuentra el antecedente que justifica el carácter de discontinuidad de su escritura”, que es un poco lo mismo que no decir absolutamente nada,[xxiii] o peor, querer pasarse de listo. Si para leer a Mallo hace falta tener nociones de física cuántica[xxiv] no es de extrañar que tenga el pobre hombre que ir por el mundo adelante haciéndole los coros al otro Fernández, el de la Porta[xxv].[xxiii][xxiv][xxv]
De las críticas voluntaria y forzadamente ininteligibles de esos dos señores,[xxvi] me divierte especialmente la idea, aportada por Manuel Rico, de que la escritura de Mallo es una geografía de impresiones, “un macluhanianismo poético en el que el medio es el mensaje” y lo esencial está en comprobar que el universo entero cabe en un solo átomo de poemario sideral de este pequeño genio de las cifras y las letras.[xxvii][xxvi][xxvii]
Moraleja: que los que no sepan escribir se pasen a la poesía, que lo mismo que hay siempre un roto para un descosido, hay un crítico locuaz dispuesto a darle a uno la razón.[xxviii][xxviii]
[i] Por “escritor” o “autor”. Se inicia así el campo semántico del ninguneo despreciativo, sistemático en el texto: “este chico” “el pobre hombre”, en sentido recto, y que, en sentido figurado, por ironía, se extiende a su inmediato antecedente “nuestro héroe de la semana” o a los fingidos elogios posteriores “el bueno e inocente, el físico polifónico”, “este pequeño genio de las cifras y las letras”.
[ii] Proyecto nocilla, trilogía novelística. En la misma estrategia a través de la alusión deformada/omisión parcial, se refiere, presumiblemente, al ser la primera, a Nocilla Dream (Barcelona, Candaya, 2006). Dependiendo del conocimiento del crítico, podría tratarse asimismo de las posteriores entregas Nocilla Experience o Nocilla Lab (Madrid, Alfaguara, 2008 y 2009, respectivamente). La sustitución de la marca comercial por la perífrasis “nombre de bote de crema de cacao” puede estudiarse en el ensayo de Eloy Fernández Porta (que será citado más adelante como “el otro Fernández”) Afterpop. La literatura de la implosión mediática (Córdoba, Berenice, 2007), o deberse al propósito de curarse en salud ante posibles problemas de derechos de autor como los que se suscitan a renglón seguido.
[iii] Nocilleros (de nuevo deformado), pangeicos, mutantes, afterpops, generación I+D han sido algunas denominaciones que la crítica ha utilizado para referirse a las nuevas tendencias surgidas en la narrativa española del siglo xxi, siguiendo además las denominaciones propuestas por algunos de los propios autores, en este caso Vicente Luis Mora, Juan Francisco Ferré, Eloy Fernández Porta o Jorge Carrión, respectivamente.
[iv] Crítica metonímica o metonimia crítica. Se enjuicia la significación del autor analizado acudiendo a la (minus)valoración de sus supuestos epígonos, sin aportar ningún otro dato relativo a la misma (o a los mismos).
[v] Paralepsis o paralipsis (según el caso): “Cuando me levanto quisquilloso pienso que sólo quería hacer un remake del bote de sopa” (la cursiva es mía) sembrando el suspense sobre la verdadera intención autorial. Forzando la interpretación, podría inferirse que de no mediar la suspicacia o desconfianza del crítico, su opinión ingenua sobre el propósito de AFM sería la de que éste pretendía crear una obra verdaderamente experimental y original.
[vi] El uso del nombre de pila en lugar del empleo de los apellidos del escritor, propio del registro crítico, denota en este contexto más que familiaridad, minusvaloración —una vez más—. La fórmula, tan nuclear que sustenta el conjunto de la “semblanza” desde su mismo título “Agustín, el poeta cuántico”, se utiliza en adelante en otras ocho ocasiones, por sólo tres de “Mallo”. Puede confirmarse no obstante que el omitido “Fernández” permanece implícito en “al otro Fernández”. V. supra n. 2 e infra n. 25.
[vii] Como era de esperar a estas alturas, por isotopía semántica se omite el referente. Se trata con toda probabilidad de Andy Warhol, aunque se desconoce en todo caso que Agustín Fernández Mallo haya dibujado nunca, como afirma el crítico, la emblemática lata de sopa. Debe entenderse como tropo-pop conceptualmente paronomásico: “AFM utiliza la crema Nocilla en su literatura como Warhol la sopa Campbell en su obra plástica”.
[viii] La alusión se dirige ahora a El hacedor (de Borges). Remake. (Madrid, Alfaguara, 2011), última novela del escritor coruñés, retirada de las librerías a los pocos meses de su publicación a instancia de la propietaria de los derechos de la obra de Borges, María Kodama. A este notorio y penoso incidente de represión censora y violencia simbólica se refiere el crítico con la expresión “experiencia de meter la pata hasta el fondo versionando unos textos de Borges” y “otra vez el remake como idea original”. Sin nunca comprometerse modal —ni moralmente— con sus jocosos enunciados, se podría entender que el sujeto crítico se complace con el destino de tales “experimentos”, no vaya a ser que todo lo que sea tradición sea plagio o al menos porque como bien nos enseñan los programas de videos domésticos ¿quién no puede reírse con las caídas y fracturas ajenas?
[ix] “De aquellos polvos vienen estos lodos”. La deformación es aquí doble, tanto de la expresión “barrizales” en lugar de “polvos”, como del contenido. La figura es compleja, ya que, mientras en su sentido literal se mantiene idéntica a sí misma: “de aquellos barrizales viene este lodazal”, en su sentido paremiológico, al contrario, se invertirá la significación esperable “los grandes problemas tienen su origen en pequeñas faltas” al proyectarla sobre el supuesto éxito de los experimentos estéticos del autor reseñado “No le salieron del todo rana”, que justo antes se habían presentado como fallidos.
[x] Haiku escatológico. Los procedimientos deformantes y satíricos anteriores se estilizan, hibridando de este modo el discurso crítico con el poético o ficcional. Si leemos bien, denota asimismo conciencia ecológica. El crítico, al evitar fijarse en ningún aspecto de la obra de AFM que pueda llamarle la atención, no hace sino velar por la preservación de las musas tailandesas.
[xi] Se inicia aquí un nuevo desplazamiento crucial en la metonimia crítica (v. supra, n. 4), que se mantendrá ya invariable hasta el final del artículo. El valor (o más bien la falta de este) de la obra de Fernández Mallo se deduce esta vez no a partir de sus características propias, sino de lo afirmado por los críticos de los suplementos generalistas.
[xii] Uno de los pocos desplazamientos del ninguneo nominal (v. supra n. 1) del autor a sus pretendidos panegiristas, que en el conjunto del ensayo nunca se verán reducidos a Manuel (o Manolo) o Túa, nueva prueba de que, en el fondo, merecen al autor, en todo caso, una mayor consideración que el reseñado.
[xiii] De nuevo la omisión —desplazada esta vez desde el patronímico al gentilicio— del antecedente esperable “autor”, “escritor”…, términos estos que significativamente, para evitar cualquier asociación con el “gallego”, no son empleados en ninguna ocasión en el texto.
[xiv] Generalización semántica a partir de lo afirmado por dos fuentes aunque se asume que en uno de los casos con reservas. ¿A quién le importarían los matices?
[xv] Generalización enunciativa. Los dos críticos citados hablan con una sola voz, de manera que no interesa atribuir a quién de ellos en particular pertenece la cita literal transcrita a continuación. ¿A quién le importaría el detalle?
[xvi] Ironía. El autor no comparte esta afirmación. Por su posible dificultad para el lector aclara su sentido figurado en la cláusula inmediata “Permitan que lo dude”.
[xvii] En lugar de Arthur, Arturo o Arturito. El crítico traiciona sus principios o revela su respeto por el canon literario establecido, no vayamos a confundirnos.
[xviii] Alegoría simbolista (esperable dado el intertexto), de posible lectura sadomasoquista, surrealista o metaliteraria. Sea cual sea el campo simbólico elegido, y pese a la densidad metafórica, la clave interpretativa es clara: AFM se propone “llamar la atención y ver si lo suyo es tan anormal como parece”.
[xix] Captatio benevolentiae. El autor se declara ignorante en poesía y confía su saber sobre la materia a la recusación irónica de todo aquello ensalzado por las autoridades glosadas.
[xx] Indicio de la proximidad del momento climático: sobrepasado el ecuador del artículo, se menciona al fin el título de la obra de Fernández Mallo objeto de comentario.
[xxi] Se acabaron las sutilezas: la sintaxis acumulativa del extenso período prepara in crescendo el epifonema que resume el diagnóstico intelectual, estilístico y poetológico que le merece al crítico la poética de Fernández Mallo.
[xxii] Párrafo que resume varias de las técnicas de la estructura argumentativa del texto, ya analizadas. De nuevo la preparación conceptual y teórica desemboca en una imagen fácilmente accesible para sus lectores. El colofón es magistral, y permite fundir la construcción, nuevamente en clave poética e intertextual de la evocación proustiana (o freudiana), con un inequívoco paralelismo con la metáfora alimenticia emblemática de Fernández Mallo. Sólo que ahora, frente a la intertextualidad postmoderna de Siniestro Total, Nocilla, que merendilla se alza la poderosa imagen más en línea con la poesía de la experiencia: El bizcocho de mi madre, eso sí que eran meriendas…
[xxiii] Conforme a la concepción crítica practicada se sugiere que toda alusión a conceptos o modelos teóricos resulta del todo improcedente excepto como marca de pedantería. El arte debe leerse desde la ignorancia, la verdadera crítica escribirse desde el olvido de toda sabiduría.
[xxiv] En aplicación directa de lo anterior (v. supra n. 23) se sugiere la relación de Deleuze y Guattari con la física cuántica.
[xxv] Id. Se sugiere la relación de Eloy Fernández Porta con la física cuántica (y en ambos casos se omite —o ignora— que el que es físico de formación es el propio AFM). El juego de palabras para deformar su apellido es digno de figurar en los anales del ingenio escolar: “al otro Fernández, el de la Porta”, que podría incluso llegar a contener una velada alusión —o crítica— a las filias —o fobias— futbolísticas del sujeto, en la mejor escuela de su fuente más reconocible en materia de retórica y argumentación: José María García.
[xxvi] V. supra n. 12.
[xxvii] Posible alusión intertextual al célebre concurso televisivo.
[xxviii] La moraleja resume perfectamente el sentido literal del texto en su conjunto. Creemos en cambio poder apostillarla con la que se desprende de la profunda hermenéutica que lo recorre al alcance de un lector avisado: ¿para qué vamos a leer a Fernández Mallo —o a cualquier otro— si podemos abrev(i)ar en el Cultural o en el Babelia?