Ángela Armero es guionista de cine y televisión. Además imparte clases en la escuela creativa Hotel Kafka, colabora en diversos medios, ha escrito y dirigido dos cortos (“La Aventura de Rosa” y “Entrevista”) y ha publicado una novela juvenil (Alexandra y las Siete Pruebas.) Es una adicta a las series y dice que no quiere quitarse.
La Marca España en nuestras series
Antes de todo, tienen que saber esto de mí: yo soy una de esas personas que, junto a otros miles de trabajadores, se gana el pan en las series españolas. También he escrito cine, pero los últimos años me he dedicado a la televisión, y ante el porvenir que se avecina, en el que el cine quedará bien como reducto de aventureros con cámaras HD que montarán películas en sus portátiles, o bien como fastuosas demostraciones de poderío hollywoodense a lo “Lo Imposible”, tendré suerte si puedo seguir escribiendo para la televisión. Por tanto, como guionista, no esperen que emita juicios críticos sobre el trabajo de mis compañeros. Con este texto solo quiero enumerar algunas de las condiciones en las que se hacen las series que determinan la Marca España en nuestra ficción televisiva.
1. Carácter generalista. La mayoría de las series españolas se hacen para todos los espectadores y verlas es gratis. Varias de las series que nos deslumbran, de la HBO o Showtime, se dan en canales de pago; y tanto los canales normales como los de cable pueden permitirse segmentar la audiencia, ya que en EEUU un 8% de la población es un target amplísimo. ¿Qué quiere decir esto? Que con esta serie no se puede agradar exclusivamente a los jóvenes, ni a los adultos, ni a los espectadores más exigentes, ni a los más vagos, ni a las mujeres o a las hombres. Hay que hacer un mejunje que pueda ser disfrutado por todos. Lógicamente esto dificulta la innovación, o hacer ciertas propuestas de género de forma rigurosa. Poco a poco se van atisbando signos de evolución, de mejora, de sofisticación de las series, pero la crisis y la fragmentación de la audiencia no ayudan.
2. Duración excesiva. La mayoría de las series españolas tiene una duración que oscila, para el prime time de nuestro país (de 22:00 a 00:00) entre los 70 y 90 minutos. La mayoría de las series que nos encantan duran entre 40 y 60 minutos. (La serie 24 dura 42 minutos; Dexter dura 50 minutos; The Wire una hora). Salvando las distancias entre unas producciones y otras, resulta mucho más difícil hacer un episodio con ritmo y emoción en una hora y media que en tres cuartos... Y esta duración es sin contar la publicidad, con lo cual cualquier episodio de una ficción nacional se va fácilmente a las dos horas. ¿Por qué sucede esto? La duración es requerida para rentabilizar la inversión en la serie. Cuanto más larga, más cortes permite y menos espacios hay que comprar para cubrir la franja.
3. El cliente paga... y decide. Los clientes de las productoras que hacen las series son las cadenas generalistas, sobre todo Telecinco, Antena 3 y Televisión Española. Ellos están si cabe más preocupados por poder gustarle a todo el mundo que las productoras, con lo cual también meten mano en las series: al enfoque normalmente conservador de la mayoría de las productoras se une así el refuerzo de las cadenas, que quieren emitir series que gusten a todos, que se entiendan, con un humor muy claro, o conflictos que puedan enganchar a cualquiera. Por tanto, entre la idea del equipo del guionistas y los múltiples filtros que ha de atravesar, al final la autoría de la serie y su mucha o poca originalidad quedan diluidos en un proceso que con suerte puede enriquecer el proyecto, o muy al contrario, dejar como resultado un “teléfono escacharrado” que por querer gustar a todos no gusta mucho a nadie.
4. Presupuesto. Al ser un mercado más pequeño que el anglosajón, los presupuestos que se manejan son más pequeños. Esto repercute en todo, desde los decorados, a la cantidad de tiempo que se puede dedicar a la grabación, a los medios técnicos, al reparto, a poder grabar más en exteriores o interiores naturales... Un episodio de una serie española estándar (al menos hasta antes de la crisis) estaba presupuestado sobre 400.000 euros. Un episodio de Downton Abbey, con una duración inferior, cuesta un millón de libras esterlinas (1,14 millones de euros).
5. Auge de los realities. En la coyuntura actual a la gente le suele gustar más ver a Falete tirarse desde un trampolín que ver una serie (se puede cambiar “Splash” por cualquier reality, como “La Voz” o “Tu Cara Me Suena”) por lo que se invierte cada vez menos en ficción, y una vez más, de forma más conservadora.
6. En la TV española no hay política. Salvo en el caso de “Cuéntame”, muy unida a los acontecimientos del país, raramente un personaje se significa políticamente. Por la misma razón: ni las cadenas ni las productoras se pueden permitir perder espectadores de uno u otro signo.
Y por supuesto hay otro gran clásico a la hora de la valoración de las series españolas: que los guionistas, los actores y los técnicos somos malos, cosa que no comparto como generalización, creo que los hay malos y buenos como en toda muestra creativa de un país. Por otro lado, y como contrapartida, las series españolas de éxito suelen doblar la audiencia de las extranjeras, que muy a menudo tienen (merecidamente) una reputación muy superior a la nuestra.
Pero lo cierto es que Lost (Perdidos), una serie de las que han hecho historia, no superaba el 10% de audiencia cuando se emitió en Cuatro o en La Dos, igual que otras series míticas como Urgencias en Televisión Española o The Shield, que pasó por Telemadrid totalmente inadvertida. En los últimos tiempos CSI hacía poco más de un 10%, mientras que series como “Cuéntame”, “La que se avecina” o “Águila Roja” suelen superar con facilidad el 20%.
Generalmente vilipendiada, políticamente neutra, pero gratuita casi en su mayoría y exitosa, así es la Marca España en nuestras series. ¿Se os ocurren otros factores característicos? ¿Cuáles son las series españolas que más o menos os gustan?
Sobre este blog
Ángela Armero es guionista de cine y televisión. Además imparte clases en la escuela creativa Hotel Kafka, colabora en diversos medios, ha escrito y dirigido dos cortos (“La Aventura de Rosa” y “Entrevista”) y ha publicado una novela juvenil (Alexandra y las Siete Pruebas.) Es una adicta a las series y dice que no quiere quitarse.