Carlos Meneses
Jacareacanga (Brasil), 18 nov (EFE).- “Azokidi” era una palabra poco familiar para el pueblo munduruku, hasta que comenzó a recorrer los ríos de la Amazonía y las venas de los indígenas. Ahora, han decidido enseñar a sus hijos en la escuela a defenderse de esta plaga que envenena sus vidas. “Azokidi” significa mercurio.
En la aldea 'Kaba Biorebu', en la Tierra Indígena Munduruku (Brasil), una veintena de familias viven en sencillas casas de madera sobre una ladera escarpada. Se dedican a la producción de harina de mandioca, pero principalmente viven de lo que cultivan, cazan y pescan en la selva.
El manantial que corona la aldea y con el que sacian su sed fue víctima en el pasado de la fiebre minera. Desemboca en el río Tapajós, donde multitud de niños juegan, se bañan y lavan sus ropas a diario en sus aguas, vistas hoy con recelo por los líderes de la comunidad.
Saben que la crónica fiebre del oro ha contaminado sus ríos y amenaza su futuro en la Tierra Indígena Munduruku, que ocupa un área de 2,4 millones de hectáreas y da cobijo a más de 9.000 indígenas.
Se estima que esta etnia es la segunda más afectada del país por la minería -prohibida en las reservas indígenas brasileñas-, por detrás de los yanomamis.
Rosane Kaba Munduruku es profesora desde hace ocho años en la reserva. Da clase de Cultura e Identidad, aunque la realidad le ha obligado a enseñar recientemente a los más pequeños sobre los graves impactos del mercurio para su salud.
Hace apenas un mes distribuyeron un libro de texto que habla solo de los peligros de la minería ilegal y, en concreto, de este metal líquido que utilizan los garimpeiros para separar el oro del resto de materiales que extraen del suelo.
Un mecanismo altamente efectivo, pero igual de tóxico y que acaba incorporándose a la cadena trófica a través del suelo, el agua y el pescado, principal sustento de los mundurukus y de muchos otros pueblos ancestrales de la Amazonía.
Clases para alertar sobre el mercurio
La portada del libro da dimensión del drama. En tonos rojizos, lleva por título en letras grandes amarillas: 'Mercúrio Amazônia'.
“No sabíamos que hacía tan mal para los niños, para los ancianos... Los niños pueden tener dificultades para andar, para aprender, para mover las manos...”, dice a EFE Rosane.
Sospecha de un caso dentro de la aldea. Asegura que una niña de un año tiene dificultades para empezar a caminar.
“Tiene las piernas inestables, como sin fuerza”, relata con un nudo en la garganta.
Auriciana Dace Munduruku es otra de las profesoras de la aldea. Imparte 'Educación ambiental y Sostenibilidad' y en sus clases también aborda el tema de la minería y la deforestación, otro de los grandes males de la Amazonía.
Afirma que, gracias a ese trabajo de pedagogía, los niños mundurukus tienen hoy una “noción” de lo que representa el mercurio.
“Les transmitimos que los animales más intoxicados son los peces carnívoros, como pirarara, tucunaré, piraña, traíra...”, explica.
Los niños, entre los más afectados
Los temores de estas dos profesoras están sustentados por la ciencia y han crecido en el último lustro, coincidiendo con la administración del ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022), quien redujo el presupuesto ambiental y promovió la minería en la Amazonía.
Un estudio de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), institución vinculada al Ministerio de Salud, recogió muestras en varias aldeas mundurukus.
El 100 % evidenció algún grado de intoxicación y seis de cada diez registraron niveles de mercurio por encima de los límites máximos de seguridad establecidos por los organismos internacionales.
También analizaron 88 ejemplares de pescados. ¿El resultado? El mismo: todos contaminados.
El epidemiólogo Paulo Basta, quien ha sido coordinador de varias investigaciones sobre mercurio en indígenas, entre ellos los mundurukus y los yanomamis, explica a EFE que el grupo más vulnerable son las mujeres en edad fértil y los bebés de hasta cinco años.
“La mayoría de las veces nacen aparentemente normales, sin malformaciones, pero a medida que pasa el tiempo, pueden presentar retrasos en su desarrollo: tardan en sostener la cabeza, en quedarse de pie, además de tener dificultades en el aprendizaje”, describe.
Los científicos calculan que los mundurukus han sufrido una exposición continua al mercurio por alrededor de 70 años. A día de hoy no hay datos sólidos sobre las consecuencias de una exposición en pequeñas dosis, pero durante tanto tiempo, tan solo estimaciones.