La antipolítica y Santiago Segura
Durante los últimos meses numerosos análisis han debatido sobre la medida en que el italiano Movimento 5 Stelle (M5S) es extrapolable a España. Dos grupos de explicaciones se han utilizado para indicar las diferencias contextuales entre ambos países. Por un lado, las relacionadas con el sistema electoral y en concreto con la magnitud de las circunscripciones, la cual dificulta el ascenso de terceras fuerzas políticas. Por el otro, y a pesar de que el bipartidismo parece encontrarse en horas bajas, que los dos partidos mayoritarios siguen concentrando a un electorado ideológicamente muy amplio (debido en parte a que los votantes son conscientes del sesgo mayoritario del sistema electoral).
La interconexión entre el sistema electoral y el sistema de partidos se ha presentado de esta manera como un obstáculo para que la generalizada desconfianza en la clase política se haya traducido (hasta el momento) en una ruptura del mapa político al que estamos acostumbrados. En esta misma dirección apuntan los siguientes resultados. En ellos se observa que las diferencias de intención de voto entre aquellos que dicen desconfiar de la política y los que no lo hacen no son tan profundas, aunque se dan en el voto a PP, a IU y a UPyD. Existen, eso sí, grandes porcentajes de indecisos y de ciudadanos que dicen que no votarían o que votarían en blanco. No obstante, y a favor del mismo argumento, las diferencias entre los que desconfían y los que no en estos casos son inapreciables.
Intención de voto de los que desconfían de la políticavs. los que no desconfían (en porcentajes). Octubre de 2012.
Independientemente de que tanto el sistema electoral como el de partidos dificulten la cristalización de este descontento, parece claro que la política se considera cada vez más como un problema en España (especialmente desde el inicio de la crisis), y por tanto existe un sustrato para la “antipolítica”. Pero, ¿se puede hablar de un perfil de “ciudadano antipolítico”? ¿se encuentran los ciudadanos de izquierdas más cercanos a este fenómeno? Analizar esto entraña una serie de problemas: no existe un acuerdo sobre su definición, tampoco disponemos de datos cuantitativos actuales para medirla, y en España ningún partido ha articulado con éxito en unas elecciones un discurso alrededor de la antipolítica. Siendo consciente de las limitaciones que todo ello supone, a continuación realizo un primer acercamiento a su estudio. En el gráfico se representa el porcentaje de aquellos ciudadanos que en febrero de 2013 consideran que “los políticos en general, los partidos y la política” son el principal problema de España. Aunque no es el mejor indicador sirve para mostrar que, en efecto, algunos grupos sociodemográficos se encuentren sobrerrepresentados entre estos “ciudadanos cabreados” con la política. Por ejemplo los varones jóvenes y de mediana edad, los que alcanzaron estudios secundarios o superiores, los que se sitúan a la izquierda de la escala ideológica, los dedicados a la agricultura o con trabajos administrativos, técnicos, de obrero cualificado o los estudiantes.
Sin embargo el “perfil tipo” es tremendamente heterogéneo, también desde una perspectiva partidista. Lógicamente, el porcentaje de ciudadanos más cercanos a la antipolítica es mayor entre los que en 2011 no votaron, o votaron nulo. Sin embargo, las diferencias con los votantes de IU y especialmente UPyD en relación a PSOE y PP no parece tan abultada como cabría esperar. Por ejemplo, un 12% de los votantes de UPyD consideran que los políticos son el principal problema de España, frente al 10% de los votantes del PSOE. Como Ton Vilalta defendía en un muy acertada entrada en este mismo blog, la principal característica del sustrato electoral del M5S en Italia también era su destacable grado de heterogeneidad. Las bases electorales del movimiento se alejaban de la tradicional dicotomía izquierda-derecha (un tercio de ellos provenía de la derecha), del enfrentamiento de clases o de la tan implantada distancia entre lo rural y lo urbano.
Porcentaje de encuestados para el que “los políticos en general, los partidos y la política” son el principal problema de España, en función de diversas características. Febrero de 2013.
Aunque esta heterogeneidad de la antipolítica se da tanto en Italia como en España, sólo en la primera ha tenido lugar un elemento clave para su éxito: el liderazgo. En la obra de teatro “Los figurantes” de José Sanchís Sinisterra (1989) un grupo de actores de reparto se revela secuestrando a los actores protagonistas y haciéndose con el teatro lleno de público. Uno de los actores secundarios en un momento de la obra, harto de que se les ignore expresa el deseo de todos ellos: “Ya está bien, ahora nos toca a nosotros. ¡Que se nos vea, que se nos oiga!”. Sin embargo su inexperiencia, los intereses encontrados y sobre todo la falta de liderazgo evitan que “su revolución” prospere. El coyuntural éxito de la antipolítica del M5S ha sido posible no sólo gracias al estado de crisis permanente del sistema de partidos italiano desde principios de los 90 y a su recientemente reformado sistema electoral. El ascenso del movimiento se ha hecho posible en gran medida a la existencia de un liderazgo claro alrededor del controvertido Beppe Grillo, el cual ha llevado con éxito la empresa de casar la oferta y la demanda en una coyuntural ideal. De un lado la oferta, compuesta por la conjunción de elementos contradictorios y transversales, populistas, de izquierdas, de derechas y “antieuropeístas”. De otro, la demanda, altamente heterogeneizada y sin elementos claros que le cedan unidad, más allá del clave hartazgo producido por la clase política y su enfrentamiento con los intereses de “la gente”.
Aunque existen evidentes elementos de similitud, en España ni el movimiento 15-M, ni Democracia Real Ya, ni siquiera el Partido X han mostrado una capacidad de liderazgo clara. Por su parte, ni los líderes de UPyD ni de IU (que desde luego no podrían ubicarse en la categoría de antipolítica, pero que podrían acercarse más a los votantes descontentos con el bipartidismo tradicional), tampoco gozan de gran popularidad. En un tuit reciente, el catedrático Fernando Vallespín afirmaba con sentido del humor, aunque no menos capacidad analítica que “El único que tendría la capacidad de convertirse en un Beppe Grillo el España es Santiago Segura”. Desde luego, en España no existe (todavía) un líder con la capacidad de levantar simpatías entre los ciudadanos más cercanos a la antipolítica. Como muestra el siguiente gráfico, los ciudadanos que muestran indiferencia, aburrimiento, desconfianza e irritación hacia la política valoran más negativamente la gestión de Rajoy que aquellos que muestran actitudes positivas, como entusiasmo, compromiso e interés. Sin embargo, una líder como Rosa Díez, que para algunos encarna la alternativa al bipartidismo PP-PSOE, no logra mejores valoraciones entre los que más desconfían de la política. Aunque con una valoración media superior a la de Rajoy, su actuación también merece el suspenso de todos los grupos, por lo que tampoco parece representar una alternativa diferencial para los más descontentos.
Valoración media de la actuación de Mariano Rajoy y Rosa Díez en función de los sentimientos hacia la política. Octubre de 2012.
En definitiva, dadas las cortapisas de nuestro sistema electoral y la falta de liderazgo demostrada por los movimientos cercanos a la antipolítica, la cristalización partidista de este tipo de movimientos se antoja complicada. Nuestro sistema electoral y de partidos ha mostrado señales de estabilidad muy superiores a las demostradas por el sistema electoral italiano desde los noventa, a pesar de su reciente reforma. Aunque el ascenso de UPyD e IU se da por sentado, tampoco parece probable que ninguna de estas marcas sea capaz de atraer mayoritariamente el voto de la antipolítica de manera que suponga un vuelco de una magnitud comparable a la del caso de Grecia. Es más, las favorables predicciones de voto para estos partidos de menor tamaño dificultan que antes de las siguientes elecciones se produzca dentro de ellos un relevo en el liderazgo que lo consiga.
Todo ello coloca de nuevo y de manera inevitable la piedra sobre el tejado de los dos grandes partidos. Por un lado, un PP en caída libre probablemente disponga de cartas muy malas para afrontar unas elecciones, aunque todavía existe la posibilidad de un recambio en la primera fila. El PSOE, con un líder profundamente desgastado, se convierte así en la pieza más importante para desentrañar este puzzle. ¿Será posible el acomodo de una parte importante de estos ciudadanos descontentos en el Partido Socialista? Probablemente la respuesta inmediata sea no. Sin embargo, el PSOE todavía está a tiempo de demostrar su capacidad para renovarse en la forma y en el fondo, presentando un proyecto creíble pero con capacidad para ilusionar. Veremos.