Ciertamente me siento avergonzado por la posición y política seguida por los Ministros y Jefes de Estado de la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea cuando abordan, con un sentido mercantilista, el drama humano cotidiano de miles de desplazados y refugiados transportados por las mafias en lo que va de año. De nuevo el Consejo de Ministros de los 28 ha fracasado en la reunión del 20 de julio 2015 celebrada para repartir y reubicar los más de 40.000 refugiados llegados a “la tierra prometida” por tierra mar y aire.
Una gran mayoría de estos solicitantes de asilo o refugio, arribaron a las costas de Grecia, Italia y España. Evidentemente no pueden entrar dentro de este cómputo los muertos y ahogados, durante los seis primeros meses de este año, en el eufemísticamente llamado “Mare Nostrum”, al que pronto deberemos de denominar “Cementerium Nostrum”.
El papa Francisco I exclamó con lágrimas en los ojos, al visitar Lampedusa hace ya más de un año y ante los ataúdes allí depositados en un polígono deportivo, “mi fa vergogna”. Me atrevo a insinuar que el concepto “vergüenza”, no debe ser el mismo cuando los jefes de Estado y primeros ministros europeos intentan rechazar las cuotas acordadas de las personas perseguidas o que huyen de las guerras.
La Unión Europea no tiene presentes los pilares que han dado lugar a su fundación en defensa de los derechos humanos , al gestionar los derechos de los asilados y refugiados, provenientes de guerras, dictaduras, regímenes corruptos, de Siria o Irak, y de los “no-Estados” como Libia. Nos sorprende que los Estados debatan meses y meses el reparto de cuotas de aquellos refugiados que nadie quiere, entre otras cosas porque no dan votos. Al contrario, fomentan actitudes xenófobas o racistas en su electorado i ciudadanía.
Algunos Estados de la Unión, entre ellos España, regatean y pretenden esperar a “las rebajas de refugiados” para no asumir sus obligaciones, mientras otros, como Hungría o Austria, ni tan solo aceptan una pequeñísima cuota de acogida en la nueva reubicación.
España acogerá a solo 1.300 refugiados de los 4.288 que tenía asignados inicialmente. Los más generosos son, por ahora, Alemania y Francia con 10.500 y 6.752, respectivamente. Reino Unido, Austria, Hungría o Dinamarca en este reasentamiento no han aceptado ningún refugiado más. Incluso Hungría está levantando muros (no vallas como en Ceuta y Melilla) para evitar la entrada de emigrantes y refugiados por su frontera sur y este.
Lo cierto es que el problema es muy grave afectando a toda la ciudadanía europea y a los Estados de acogida pero a la vez, pone en entredicho los valores que presiden la Unión Europea contenidos en el Tratado de la Unión, en la Carta de Derechos Fundamentales y en los tratados de Derechos Humanos firmados por todos ellos como son, entre otros: el Convenio de Ginebra sobre Refugiados; el Convenio Europeo de Derechos Humanos; el Convenio de Dublín, y todo el derecho derivado emanado de las instituciones de la Unión y que los Estados miembros están obligados a cumplir acorde con el Derecho Internacional.
Lo que realmente sorprende es que la falta de acuerdo se produzca al tratar de las personas refugiadas, asilados o desplazados por situaciones bélicas, mientras que – por comparar- al tratar de temas económicos, acuerdos monetarios y financieros, los acuerdos cuestan pero finalmente se firman y casi por unanimidad.
Sin querer justificar ninguna política interna de un Estado deudor, Grecia es un vivo ejemplo de esta disparidad de raseros europeos. El tira y afloja sobre su deuda, la reestructuración de la misma, el rescate, y las garantías ofrecidas a los acreedores y bancos, son una prueba de esta vertiente economicista de la Europa de los mercaderes. Han tardado en encontrar una vía de solución y evitar la hecatombe del Euro y quizás de la economía griega (no de los griegos) pero, al final, se ha conseguido.
Los noticiarios nos mostraban día tras día estos encuentros que acababan a altas horas de la madrugada y que se sucedían con los mismos actores y primeros ministros. Todos les conocemos como si fueran de nuestra familia. Siempre estaban de “cumbre” y generalmente en Bruselas.
Pero cuando los mismos actores tratan de personas, de los refugiados y de las cuotas que están pendientes de repartirse, las reuniones ni son urgentes, ni parecen necesarias, ni son de primera página de los periódicos o noticiarios. Hay tiempos muertos, vacaciones y fines de semana.
Los 28 Miembros de la U.E no se pusieron de acuerdo en el reparto y reasentamiento de quienes están en los centros de internamiento o en hangares insalubres en muchas fronteras, y muy a pesar de esta dramática situación humana. Los Ministros, sin ninguna prisa ni urgencia y con una saludable sonrisa , volvieron a sus casas y acordaron volverse a reunir para tratar este tema humanitario el próximo otoño, después de las vacaciones estivales.
Cabe pensar fríamente a tenor de lo que vemos, que la Europa de los mercaderes está volviendo a sus orígenes mercantilistas y se están tratando a los refugiados, asilados y desplazados, no como seres humanos titulares de derechos y libertades mínimas, sino como “mercancías” no queridas en el mercado interior y desechable.