La generación perdida (I)

Hace un tiempo, en este mismo foro, planteamos la importancia de la dualidad en el mercado de trabajo y lo que eso puede tener en términos de eficiencia y de redistribución en el Estado de Bienestar. Nuestro foco se centró principalmente en los denominados outsiders, el grupo de trabajadores que está empleado de manera precaria e inestable, que apenas están cubiertos por las prestaciones sociales y que suelen cobrar menos salario. Tradicionalmente se ha englobado en este grupo a los parados por encima de los cincuenta, las mujeres, los inmigrantes y los jóvenes. Nuestro objetivo a continuación es hacer una radiografía de esos outsiders y, parte por interés personal y parte por urgencia social, hemos decidido centrarnos en el colectivo de los jóvenes.

Hasta ahora, se ha tendido a hablar de los jóvenes como un todo. Así, han cobrado fuerza en los medios aspectos como la gravedad del paro juvenil (más de la mitad de los menores de 25 que buscan trabajo no lo encuentran), la disposición de los jóvenes a marcharse de España ante la falta de oportunidades, o sus actitudes políticas (con especulaciones diversas sobre su perfil como potencial electorado de partidos con discursos anti-establishment), entre otros. En todo caso, se tiende a retratar a los jóvenes como un colectivo relativamente homogéneo en sus posiciones estructurales dentro del mercado de trabajo – más precarios y mejor formados que sus padres – pero en todo caso como perdedores estructurales de esta crisis económica: lo que ha venido denominándose como la generación perdida.

Sin embargo, nosotros consideramos que hay buenas razones para sospechar que el colectivo es muy heterogéneo en cuanto a perfil y actitudes, y así merece tratarse el fenómeno de esta generación. Tan jóvenes son los que dejaron los estudios obligatorios para hacer puertas en una obra como los que acaban de terminar un master en gestión pública. Siendo esto así, dado que existen diferentes posiciones de los jóvenes en relación con el mercado de trabajo (actual y potencial) es de esperar que esto también se pueda traducir en diferentes actitudes y comportamientos políticos.

Precisamente esta diferencias según el perfil del joven es lo que iremos mostrando en futuras entradas, pero primero queremos intentar una clasificación general de la juventud. Para esto hemos tomado el barómetro de julio del CIS y hecho una radiografía inicial del colectivo juvenil (menores de 34 años) en función de dos parámetros: su nivel educativo y su situación laboral. En primer lugar, hemos tomado el nivel educativo distinguiendo entre aquellos jóvenes que han acabado la educación obligatoria y los que no. Hay buenas razones para tomar este punto de corte, la evidencia disponible señala que la empleabilidad de los jóvenes que no han acabado los estudios básicos se reduce notablemente. De hecho, aproximadamente 2 de cada 3 desempleados jóvenes no tienen la ESO terminada. En segundo lugar, hemos considerado cual es la situación laboral del joven. Hemos tomado la decisión de distinguir entre tres categorías. La primera es la de los desempleados, un colectivo notable entre los jóvenes. Después hemos decidido distinguir entre dos tipos de jóvenes con trabajo (tomando solo aquellos jóvenes que trabajan asalariados por cuenta ajena, lo que comprende un 87% de los jóvenes de la muestra): por un lado, i) los que hemos calificado como protegidos (o más protegidos que el resto) – es decir, asalariado fijo – y por el otro, ii) los que hemos calificado como precarios – o asalariado eventual, interino o temporal –.

Tras aclarar este punto, hemos cruzado ambas dimensiones para aportar una primera perspectiva del perfil de los jóvenes españoles en cuanto a su relación con el mercado laboral. A continuación presentamos el cuadro con cada uno de los tipos que hemos encontrado:




Sin estudios secundarios

Con estudios secundarios

Total

Parados

PARSIN

25%

PARCON

16%

41%

Protegidos

PROSIN

12%

PROCON

28%

40%

Precarios

PRESIN

8%

PRECON

11%

19%

Total

45%

55%

100%

Nota: Porcentajes-celda

Una primera mirada a los números que arroja la encuesta esboza una realidad que es considerablemente preocupante. Aunque existen sesgos en las respuestas, en general los resultados coinciden con las alarmas generales. Por ejemplo, en términos de educación, alrededor del 45% de los jóvenes encuestados no tienen acabada ni la educación secundaria. Si nos fijamos en la situación laboral, cerca del 40% de los jóvenes encuestados está desempleado (un 10% menos que para los jóvenes menores de 25 años), otro 40% está indefinido y sobre el 20% está con contrato temporal. No podemos saber qué contratos tenían anteriormente los que actualmente no tiene trabajo, pero es razonable pensar que el 20% de outsiders precarios es más probable que potencialmente se unan a los desempleados a que evolucionen a una contratación indefinida.

Añadiendo la información sobre el nivel educativo, se dibujan seis categorías que es interesante explorar separadamente:

  • ­PARSINES: Sobre el total de la muestra, uno de cada cuatro jóvenes son “Parsines”, es decir, desempleados con baja formación. Previsiblemente aquí están aquellos que abandonaron sus estudios en edades tempranas para trabajar pero que se han visto afectados letalmente por el estallido de la crisis. De hecho, de los que no han finalizado los estudios secundarios, más de la mitad se sitúa en esta categoría. Aquí están los jóvenes con mayor riesgo de pobreza y exclusión social.
  • PARCONES: Frente a los anteriores, un 16% de los jóvenes están desempleados y tienen alta formación. Este colectivo es menos vulnerable que el anterior ya que tiene una mayor empleabilidad potencial en términos formativos. Es sin duda un colectivo más propenso a la emigración, dado que su mayor capital humano lo hace atractivo para otros países.
  • PROSINES: Si seguimos avanzando en la tabla, sobre el total de jóvenes trabajadores, la mayoría tienen contratación indefinida y, de los que la tienen, menos de un tercio son jóvenes que no han terminado la educación secundaria.
  • PROCONES: En cambio, dentro del colectivo empleado, el perfil más numeroso es el de los “procones”, que cuentan con contratación indefinida y que tienen estudios secundarios o más (un 28% sobre el total de la muestra). Esto señala algo interesante: la mayoría de los jóvenes o son desempleados con bajo nivel de estudios o tienen contratación indefinida con estudios obligatorios completos. Esto es muy relevante porque políticas centradas en la juventud con finalidades redistributivas probablemente deberían centrarse más en el reciclado de los primeros que en los segundos.
  • PRESINES: Por último, en el colectivo de precarios (sobre un 20%), hay sobre un 42% sin estudios secundarios.
  • PRECONES: Por el contrario, poco más de la mitad de los precarios son “precones”, es decir, que tienen estudios secundarios. Es destacable el hecho de que la distribución de perfiles educativos es mucho más equilibrada dentro de los precarios que entre los protegidos. Evidentemente, los perfiles laborales son muy diferentes. Los outsiders sin estudios pueden ser trabajos de baja cualificación que encadenen temporalidad – sector servicios, por ejemplo – mientras que los que tienen estudios pueden ser profesionales liberales cuya temporalidad está muy ligada a su sector.

Para terminar es relevante destacar la asociación general entre perfil educativo y situación laboral de los jóvenes. Mientras que el nivel formativo parece determinar mucho la probabilidad de caer en el colectivo de parados o en el de protegidos (explicando un Chi cuadrado significativo estadísticamente al 99.9%), el nivel de educación parece decir muy poco acerca de los precarios: hay los mismos porcentajes de baja/alta formación entre los jóvenes precarios que entre los jóvenes en general.

En esta entrada hemos intentado señalar el hecho fundamental de que dentro de los jóvenes existe una gran diversidad respecto a sus situaciones educativas y profesionales con lo que el impacto de la crisis, muy probablemente, esté siendo diferencial. Dicho esto, en futuras entradas desarrollaremos cómo han evolucionado estos perfiles a lo largo del tiempo y si cada colectivo tiene actitudes y comportamientos políticos singulares, que es en definitiva lo que nos interesa. En cualquier caso, creemos que es importante recalcar una evidencia: la crisis no nos lleva tanto a una generación perdida sino a una generación con muchos perdedores en diferente grado.