Hasta 2008, fecha del comienzo de la crisis, el gasto público en general y en particular el dedicado a las políticas sociales gozaban de un sólido y estable apoyo popular. Además, un porcentaje de ciudadanos razonablemente elevado se mostraba partidario de pagar más impuestos a cambio de mejorar los servicios. Sin embargo, como Wlezien y Soroka demostraron en su teoría del termostato, las actitudes ciudadanas son sensibles a las decisiones de los policy-makers. Es posible que fruto de políticas cambiantes, que han pasado de ser más expansivas a ser más austeras, la opinión de los ciudadanos hacia el gasto público y los impuestos haya sido menos estable durante esta crisis.
¿Han cambiado y en qué sentido las actitudes hacia el gasto y los impuestos durante la crisis? Aquí se exploran tres indicadores para responder a esta pregunta.
1. Antes de 2008 una mayoría superior al 85% se oponía al recorte del gasto en sanidad, pensiones, educación y desempleo, porcentaje que ha sido creciente hasta 2012, cuando alcanza el 95, 94, 94 y 91%, respectivamente (Gráfico 1). Sin embargo, los ciudadanos contrarios al recorte en seguridad ciudadana, cultura, infraestructuras y defensa, disminuyeron, pasando del 87, 78, 66 y 45% respectivamente en 2008 al 82, 61, 48 y 36% respectivamente en 2011. En este grupo de políticas, ha habido que esperar a la política de recortes del gobierno del PP para observar un cambio de tendencia. Respecto a 2011, en 2012 quienes se oponen al recorte en seguridad ciudadana se han estabilizado, se han incrementado en el caso de la cultura hasta trece puntos, cinco en obras públicas y solo continúan disminuyendo en defensa. En resumen, la crisis ha tenido un efecto distinto según las políticas: mientras que en relación con las políticas sociales el porcentaje de contrarios al recorte ha sido muy elevado y creciente; respecto a las otras políticas, aumentaron quienes estaban a favor del recorte hasta 2011 y solo la austeridad parece haber hecho retroceder de nuevo a estos partidarios del recorte (excepto en defensa).
2. Cuando en los años 80 se preguntaba a los españoles su valoración acerca de si los recursos destinados a sanidad o educación eran pocos, los justos o demasiados, alrededor de un 60% respondía la primera opción (Gráfico 2). Este porcentaje ha ido decreciendo hasta su mínimo en los años 2010 y 2011, en torno al 40%. La disminución se ha producido a costa del crecimiento de quienes opinaban que los recursos eran los justos, ya que nunca más de un 5% ha considerado que los recursos dedicados a estas políticas fuesen demasiados. Sin embargo, 2012, sin duda como consecuencia de los recortes, ha traído un cambio de tendencia y casi un 60% y un 56% de los ciudadanos respectivamente consideran de nuevo que los recursos dedicados a sanidad y educación son insuficientes, porcentaje que no se alcanzaba desde 1994. Algo parecido ha ocurrido en relación a las pensiones y la protección por desempleo. Nuevamente, las políticas de bienestar son las que más consenso generan pero, como en el caso del indicador anterior, el porcentaje de quienes pensaban que los recursos destinados a cultura y obras públicas eran pocos ha crecido desde 2011 tras sufrir una caída al comienzo de la crisis, volviendo a porcentajes similares a los de hace una década.
3. Finalmente, en 1996, 2005 y comienzos de 2009, entre el 43 y el 55% de los encuestados, siempre más de la mitad de quienes respondían a la pregunta, prefería aumentar la presión fiscal a cambio de mejores prestaciones sociales y servicios públicos. En estos años, entre un tercio y un cuarto de los individuos se decantaban por la opción contraria. En septiembre de 2009, con la crisis económica presente ya en el discurso público (recuérdese que Zapatero pronunció por primera vez la palabra “crisis” en julio de 2009, utilizando con anterioridad otros eufemismos), el patrón se invierte y pasan a ser mayoría quienes prefieren bajar los impuestos. Esta situación no ha durado mucho, ya que entre 2009 y finales de 2011 aumenta seis puntos el porcentaje que prefiere subir impuestos y, a pesar de ser solo por un pequeño margen, esta opción vuelve a ser la mayoritaria. En 2012, aunque con otra formulación de la pregunta, también son algunos más los que prefieren esta opción. Este cambio no parece estar relacionado con la percepción de la situación económica y política, que ha seguido empeorando. [Si en la primera parte de la crisis, se produjo una fragmentación en el apoyo tradicional de los ciudadanos de izquierdas al pago de impuestos, en la segunda fase la recuperación del porcentaje a favor del pago de impuestos se debe a los ciudadanos que se sitúan a la derecha del eje ideológico.]
En resumen, un lector que analizara las opiniones ciudadanas en solo dos puntos del tiempo, 2008 y 2012, no percibiría cambios significativos, pero el análisis detallado demuestra que la estabilidad es solo aparente. En algunas políticas, durante la primera parte de la crisis, los ciudadanos parecieron convencerse de que había margen para el recorte. Sin embargo, en la segunda parte, una vez aplicadas las políticas de austeridad, los ciudadanos parecen haber reaccionado a un recorte que consideran ya suficiente. El discurso que sostiene que la austeridad no es la solución parece estar presente en la cabeza de los ciudadanos desde al menos 2012 (última fecha para la que contamos con datos). Finalmente, no todas las políticas públicas se comportan de la misma manera, siendo las políticas nucleares del Estado de Bienestar las que más consenso generan a lo largo del tiempo. Falta por saber si la otra parte de la teoría del termostato se cumple y si ahora los policy-makers serán receptivos a las preferencias anti-recorte de los ciudadanos.