Sin mujeres no hay democracia
El martes conocimos la composición del nuevo gobierno griego de Alexis Tsipras. Un gobierno compuesto por 11 hombres que ocupan la primera línea y en donde ninguna mujer ostenta una cartera ministerial (a pesar de que sí hay mujeres en el cargo de viceministras). Un gobierno que echa por tierra las aspiraciones de muchas mujeres (y quiero pensar que también de muchos hombres) que buscan esa visibilidad de ‘lo simbólico’ y que creyeron en un proyecto renovador, transformador y emancipador de la sociedad pero que, a la primera de cambio, parece que se ha olvidado de la igualdad de mujeres y hombres (piénsese que la proporción es de 6 mujeres frente a un total de 39 hombres). Un gobierno que olvida que la Democracia exige la paridad en la representación y en la administración de las naciones. Un gobierno que hace caso omiso a la Declaración de Atenas (1992) adoptada en la Primera Cumbre Europea “Mujeres en el Poder”. Un gobierno que bajo la “neutralidad” de la “normalidad patriarcal” ignora que las mujeres constituyen la mitad de las inteligencias y de las capacidades potenciales de la humanidad y que su infrarrepresentación en los puestos de decisión constituye una pérdida para el conjunto de la sociedad. Un gobierno que parece desconocer que la calidad de las democracias requiere de una participación equilibrada de mujeres y hombres en los espacios de representatividad y en todos los ámbitos y niveles de toma de decisiones (Declaración de Cádiz (2010), Segunda Cumbre Europea de “Mujeres en el Poder”).
Son muchos los aspectos sobre los que reflexionar, entre ellos, ese “peso de las ausencias” al que alude Dolors Renau en La voz pública de las mujeres. Y es que desde ciertos ámbitos se apelará a los manidos argumentos de “mérito” y “capacidad”. Y, claro, los más capaces y los que más méritos tienen parece que siempre son los varones. Ahora bien, ¿cuáles serán las políticas de igualdad de mujeres y hombres del nuevo ejecutivo griego? ¿Las perfilarán como el eje central en su programa para la salida de la crisis? ¿O será algo accesorio y colateral? ¿Cuáles serán las propuestas en materia de conciliación personal y laboral? ¿Y en materia de igualdad salarial y no discriminación retributiva? ¿Y en temas tan importantes como la erradicación de la violencia machista? Y es que como ya he comentado en otras ocasiones (aquí, aquí) la violencia machista es la manifestación violenta de la desigualdad.
Sin perjuicio de lo comentado, sería bueno plantear las razones por las que en la primera línea política del nuevo ejecutivo griego no hay mujeres. Y, quizás, una de esas razones sea el marcado carácter económico que se advierte en el diseño de su ejecutivo y cuyo objetivo no es otro que desarrollar políticas económicas y financieras que permitan reestructurar la deuda. No obstante, esto – a priori – no debería constituir una excusa para excluir a las mujeres. Máxime si el concepto de ‘lo económico’ fuera más amplio y englobara también el ámbito de ‘lo reproductivo’ y de ‘los cuidados’ y la centralidad de las políticas fueran las personas (en sus diferentes ámbitos de interrelación social) y no tanto el mercado. La realidad es muy distinta, o eso cabe advertir, cuando el ámbito productivo ignora el espacio privado/doméstico y cuando las funciones de reproducción social que se desarrollan en su seno no son cuantificables en las estadísticas y datos económicos utilizados a nivel global.
En este punto resulta de interés reflexionar sobre el paradigma del sujeto productivo legitimado en el imaginario social para negociar y si las mujeres se adecuan a ese perfil o, por el contrario, son excluidas por esa división socio/sexual de la realidad y de sus ámbitos y espacios. Habrá que analizar datos, pero mientras tanto no está demás recordar la resolución del Parlamento europeo de 17 de junio de 2010 sobre la dimensión de género de la recesión económica y la crisis financiera y en donde ya se advertía de los riesgos de involución y el retroceso en derechos de las mujeres por los efectos de la crisis o, el informe de 28 de febrero de 2013 del Parlamento europeo sobre esta misma cuestión.
Solo nos queda esperar y ver el desarrollo de su programa político porque las demandas de las mujeres (y de la ciudadanía en general) están esperando respuestas. Respuestas desde la neutralidad y objetividad que cabría esperar pero que me suscita muchas dudas cuando desde ‘lo simbólico’ –que también construye al Estado (y los ámbitos de poder)– el androcentrismo es lo que impera. Muy clarividentes me resultan las palabras de Pierre de Bourdieu en La dominación masculina cuando señala que “la dominación masculina tiene todas las condiciones para su pleno ejercicio” y, lo vemos. Y cuando añade como la preeminencia universalmente reconocida a los hombres se afirma en la 'objetividad' de las estructuras sociales y, cabría añadir, que también de las estructuras 'políticas' como estructuras de ‘poder’. Lo estamos viendo estos días. No hay mujeres ministras en el gobierno de Tsipras y no pasa nada… o, quizás sí, y es que #sinmujeresnohayDemocracia.