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Permisos iguales, intransferibles y pagados al 100% para papás y mamás

María Pazos Morán

Los datos de la última Encuesta de Población Activa tienen sexo: el número de hombres empleados aumenta este trimestre en 164.900, mientras que el número de mujeres empleadas disminuye en 13.900. Y esta solo es una instantánea general que podemos completar con las diferencias entre las tasas de empleo a tiempo parcial, de temporalidad, de precariedad, etc.

Estas diferencias tienen su reflejo en los ingresos: según los últimos datos publicados por la Agencia Tributaria, el número de mujeres asalariadas tendría que crecer un 20% para alcanzar el número de hombres asalariados; y el salario anual medio de las afortunadas que lo tienen tendría que crecer un 32% para igualar el salario anual medio masculino. Contemplando el gráfico adjunto se observa claramente el descuadre.

Naturalmente que esto no son solo números. En los últimos tiempos la sociedad ha tenido la oportunidad de alarmarse ante noticias estrambóticas como el ofrecimiento de Apple y Facebook para congelar los óvulos de sus empleadas. Esta anécdota se ha añadido a las declaraciones de Mónica de Oriol. Todo contribuye a aumentar la alarma social provocada por un fenómeno intolerable e insostenible: las mujeres son rechazadas por las empresas debido al “riesgo” de maternidad. Con esta realidad de fondo resultan incompresibles las recientes declaraciones de la ministra Fátima Bañez. ¿Cómo es posible que la ministra de Empleo y Seguridad Social niegue un problema que sufren cada día millones de mujeres?

Para atajar el problema, aparte de no negarlo, debemos comprender. ¿Se trata de simple machismo de los empresarios o hay también causas evitables? El fenómeno se conoce con el nombre académico de “discriminación estadística”: las empresas, a la hora de la contratación y de la promoción, tienen en cuenta que, como regla general, las mujeres son quienes llevan la casa a cuestas, y más si hay criaturas. En cambio los hombres, en el caso de ser padres, aumentan su dedicación al empleo.

Muchas personas señalan que este fenómeno se compensa con el hecho de que, al mismo salario, las mujeres son más productivas que los hombres. Desgraciadamente, porque eso significa que a igual productividad las mujeres cobran menos, o sea la definición de discriminación salarial.

Pero hay una manera evidente de quitarle a las mujeres el cartel de “menos disponible para el empleo”: conceder a los hombres los mismos derechos para el cuidado, que por ahora no los tienen. En efecto, al nacimiento de una criatura, los hombres solo tienen derecho, por mucho que hayan cotizado, a dos semanas de permiso de paternidad, la octava parte del tiempo que las mujeres dedican al permiso de maternidad (16 semanas). Mensaje clarísimo por parte de los poderes públicos sobre quién tiene que cuidar y quién no.

Así pues, contemplemos conjuntamente las dos caras de la moneda: el empleo y el trabajo de cuidados.

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