Uno de los elementos tradicionales en el diagnóstico de la universidad es el consenso en torno a que los estudiantes cada vez saben menos, y por tanto, salen peor preparados. El nivel debería ser realmente ínfimo, pues al menos llevo dos décadas oyendo este diagnóstico, con lo que si ya eran malos los estudiantes de hace 20 años, los de ahora deben ser francamente nefastos. No es más que una concreción de la idea general de que la juventud va a peor, diagnóstico que tenemos constancia que existe desde que hay escritura.
Por suerte, disponemos de datos que nos permiten contrastar esta afirmación, y no, los jóvenes con título universitario no saben menos que los universitarios más veteranos. Para afirmar esto podemos ver la Tabla 1. En ella se presentan los datos para España en competencia lectora por nivel educativo y por edad, extraídos del Informe PIAAC de la OCDE. Las diferencias en torno a 10 puntos entre una categoría y otra no son estadísticamente significativas. Apreciamos que, a más titulación, mejor nivel lector, y que el grupo de más edad lo hace peor. Posiblemente el colectivo que más suele insistir en lo mal preparados que están los jóvenes. Esa disminución de la competencia lectora puede que esté asociada con el deterioro cognitivo que acompaña a la edad, en vez de que saliesen peor preparados del sistema educativo. O dicho de otra forma, los jóvenes de hoy, cuando lleguen a esa edad, también lo harán un poco peor en estas pruebas.
Tabla 1. Rendimiento en competencia lectora por nivel de estudios y edad
Si se mira con más detalle, podría pensarse que quizá en el grupo más veterano la universidad está asociada a más competencia lectora que en el resto de grupos. Se puede llegar a esta conclusión si se tiene en cuenta que en el resto de grupos etarios, la diferencia en competencia lectora entre los licenciados y los que no pasan de estudios primarios es de unos 60 puntos, mientras que para los más veteranos es de poco más de 70. Pero también observamos que la competencia lectora entre los que no pasan de primaria es mucho menor, lo cual podría indicar tanto el mayor peso de los que no tienen estudios frente a los que tienen estudios primarios, como que las condiciones de vida de estas personas han sido peores, y por tanto se han deteriorado más sus capacidades.
¿Cómo es posible que los datos desmientan de forma tan categórica una impresión tan generalizada? Puede deberse a dos fenómenos. Por un lado, según los psicólogos podemos distinguir entre dos tipos de inteligencia, la fluida y la cristalizada. La fluida nos permite afrontar nuevas situaciones, mientras que la cristalizada guarda relación con la experiencia. A medida que se envejece, disminuye la inteligencia fluida y aumenta la cristalizada. Pruebas como esta posiblemente estén midiendo la inteligencia fluida. De lo que se quejan los veteranos es que los jóvenes no disponen de tanto saber acumulado, lo cual se cura con la experiencia.
Por otro lado, puede que el profesorado no esté tan pendiente de capacidades generales, como la lectura, y sí lo esté de conocimientos concretos, como referencias históricas o el manejo de operaciones matemáticas avanzadas. En este punto puede que lo que esté sucediendo sean variaciones en el contenido de lo que se enseña en los cursos previos a la universidad.
Además, no podemos obviar ciertos sesgos de memoria: se compara al estudiante normal presente con los mejores estudiantes del pasado, o incluso con cómo era el profesor cuando joven, casi con toda seguridad un estudiante claramente por encima de la media.
Por último, me gustaría destacar que los jóvenes de 25 a 34 años se educaron total o parcialmente bajo la LOGSE, sin que se aprecie que esto haya afectado a su capacidad lectora.