Merkel camina tranquila hacia su tercer mandato

La CDU de Merkel y su partido hermanado en Baviera, CSU, acaban de aprobar un programa electoral lleno de grandes inversiones en infraestructuras y cuantiosas ayudas sociales. Costosas promesas (algunos medios han calculado que harían falta unos 28 mil millones de euros para llevarlas a cabo), que han sido calificadas por sus socios del FDP como impagables. Los conservadores alemanes han clausurado su congreso convencidos de la victoria el próximo 22 de septiembre, y entregados a la imagen de la canciller alemana como único activo electoral.

Mientras tanto, el SPD trata de levantarse de la lona tras otra semana horrible en la que se han hecho públicas las desavenencias entre su candidato, Peer Steinbrück, y el presidente del partido, Sigmar Gabriel. El partido más antiguo de Alemania, que acaba de cumplir 150 años, presume de organización y maquinaría electoral, pero no ha acertado con el cabeza de cartel ni está afinando los mensajes. Sus dirigentes lo intentan, pero no encuentran la manera de sacudir la campaña, recuperar a esa mayoría de la sociedad alemana que se sitúa en el centro-izquierda, y poner en apuros a Merkel.

Los Verdes, que ven cada vez más lejos la posibilidad de formar un gobierno de coalición con los socialdemócratas, han decidido hacer la guerra por su cuenta y subir el tono de la crítica al actual gobierno, tratando de obtener un resultado que les permita ser decisivos en el próximo Bundestag. La Izquierda, cuyo candidato, Gregor Gysi, está muy tocado por las sospechas de colaboración con la Stasi, busca detener la sangría de votos permanente de los ex comunistas y es el único que habla de la posibilidad de un gobierno tripartito junto a los socialdemócratas y los verdes para sustituir a Merkel. Ciencia ficción.

Aparte de las cinco formaciones con representación en el Parlamento alemán, en la escena están Los Piratas, que han perdido la fuerza y el glamour que tuvieron entre 2011 y 2012 cuando accedieron a los parlamentos de cuatro estados federados, y un nuevo partido, Alternativa para Alemania, que no ha encontrado cabida en el estable escenario político del país con su propuesta de salir del euro y volver al marco alemán.

A 90 días de las elecciones todo sigue igual, y esa es la mejor noticia para Merkel. La campaña no sólo no ha servido para poner en riesgo su continuidad, sino que ha desactivado las esperanzas de cambio de un porcentaje de alemanes insatisfechos con la labor del actual gobierno negro-amarillo. Ciudadanos que veían con buenos ojos la apuesta socialdemócrata por un gobierno de cambio con Los Verdes, estrategia de polarización acertada que perdió fuerza en cuanto el electorado empezó a conocer mejor al candidato a canciller Peer Steinbrück.

Hoy, muy poca gente sensata discute que habrá un tercer mandato para Angela Merkel, que cuenta con una valoración como canciller en torno al 65%. Y es así, entre otras cosas, proque su receta de austeridad para hacer frente a la crisis económica europea y la determinación e intransigencia con la que la defiende, es del agrado de la mayoría de los ciudadanos alemanes.

De hecho, todas las encuestas vienen pronosticando una victoria amplia del partido de Merkel, con más del 40% de los votos, y la única gran incógnita a día de hoy es quién será su compañero de gobierno. Su primera opción sería repetir con los liberales del FDP, un socio cómodo para ella pero muy mal valorado por los alemanes y que no tiene asegurada su presencia en el próximo Bundestag. Otra posibilidad sería regresar al modelo de su primer mandato, una gran coalición con los socialdemócratas, que es la opción mejor vista por los alemanes, a quienes les angustia la inestabilidad. Y por último, podría innovar y aliarse con Los Verdes, con quienes mantiene buena relación, a pesar de las diferencias en política energética y en muchas cuestiones sociales.

La canciller Merkel todavía no ha entrado de lleno en campaña. No le ha hecho falta por dos razones: su intensa actividad al frente del país es su mejor carta de presentación a los alemanes (la semana pasada asistió a la cumbre del G-8, recibió a Obama en Berlín, se reunió con Putin y criticó al primer ministro turco Erdogan) y el SPD se lo ha puesto muy fácil eligiendo al peor candidato posible. Peer Steinbrück, que fue ministro de Finanzas de Angela Merkel en su primer mandato, ha encadenado escándalos con meteduras de pata y salidas de tono y demostrado que no entiende el funcionamiento de una campaña electoral. Su incomodidad en el papel le ha convertido en un candidato arrogante y alejado de su electorado, por lo que ha recibido críticas incluso dentro de su propio partido.

En la Willy-Brandt-Haus, sede de los socialdemócratas en Berlin, se arrepienten todos los días de la decisión tomada en diciembre del año pasado y, por eso, la dirección del partido ha tratado varias veces de enderezar la campaña, hasta ahora sin éxito. Incluso Steinbrück despidió hace quince días a su portavoz y fichó a un ex periodista del Bild, en un intento desesperado por reconducir la situación. La realidad es que el SPD nunca había estado tan bajo en las encuestas, y que su candidato pierde en todas las comparaciones con Merkel, a quien incluso votarían un tercio de los simpatizantes socialdemócratas.

En definitiva, no parece haber pulsión de cambio en Alemania y muchos ciudadanos comparten lo que la conocida DJ Marusha expresó en una reciente entrevista en Die Welt: “Con Merkel puedo dormir tranquila.” La CDU hoy es Merkel. Sus ideas, algunas de las cuales no encajan en el ideario histórico de la formación, se han convertido en el programa del partido. Así, a pesar de los problemas que tienen los conservadores con el voto urbano y de que el SPD ha ido recuperando buena parte de los apoyos que perdió con la Agenda 2010 de Schröder (preside 9 de 16 estados federados y está en el gobierno de otros cuatro, y además doce de las dieciséis capitales tienen alcalde socialdemócrata), la mujer más poderosa de Europa está más cerca que nunca de seguir al frente del gobierno alemán. El 22 de septiembre saldremos de dudas. Si es que para entonces queda alguna.

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