El cambio no empieza en Andalucía
Con las elecciones andaluzas del 22 de marzo, se resuelve el primero de los interrogantes de este súper ciclo electoral. A la espera de los análisis más detallados sobre los datos que proliferarán en las próximas horas, el veredicto de las urnas permite dilucidar ya algunos interrogantes que se han venido planteando en los últimos meses.
Resumen de titulares: gran victoria del PSOE, y en particular de Susana Díaz, descalabro del PP, irrupción exitosa de Podemos y Ciudadanos, hundimiento de IU y fracaso –quizá definitivo- de UPyD. Pero más allá de esta síntesis obvia hay algunas implicaciones quizá menos evidentes. Identifiquemos cinco puntos clave.
Primero. No es un escenario tan inédito. Ya hubo cinco partidos en 1982 y un gobierno de coalición en 1994 (reeditado en 1996). Se ha reducido la concentración de voto en los dos grandes partidos, pero ambos siguen siendo las dos principales alternativas para el futuro de Andalucía.
Dos. El PSOE mejora en gobernabilidad y gana en centralidad. El principal éxito del PSOE no es haber recuperado la primera posición o haber mantenido el número de escaños (a pesar de una nueva sangría de votantes). Lo relevante es que se convierte en el único partido con opciones de gobierno, que garantiza la estabilidad y además dispone de varias formas de articular tanto la formación del ejecutivo como la competencia entre partidos en esta legislatura.
Susana Díaz será la próxima presidenta porque probablemente le será sencillo conseguir la abstención de algún grupo. Además, la potencial mayoría que formaría con Ciudadanos anula la fuerza de PP y Podemos. A lo que se añade el interés, a corto plazo, de Ciudadanos por no estar en el gobierno, lo que puede suscitar una competición entre partidos de la oposición para apoyar al PSOE puntualmente. Por último, el PSOE se convierte automáticamente en el partido central del escenario, con dos partidos a cada lado que aseguran la división de la oposición, sea en términos de izquierda/derecha o de nueva/vieja política. Que la acusen desde todas las posiciones ayudará a Susana Díaz, si lo gestiona bien, a neutralizar esas críticas durante la legislatura.
Esto puede favorecer a corto plazo un gobierno en minoría, hasta que se resuelvan, al menos, las otras contiendas electorales de este año. Aunque está por ver la capacidad de aprobar leyes transformadoras o controvertidas en esta legislatura. Ahí será donde más se note la situación de fragmentación parlamentaria resultante de las elecciones.
Por supuesto, todo este escenario asume la permanencia de Susana Díaz en el Palacio de San Telmo. En cambio, es impensable que le permita, a corto plazo, dar el paso a la política española, al menos como candidata del PSOE a las próximas elecciones generales.
Tres. La soledad del PP. Muchos destacarán la gran caída de los conservadores. Pero lo más significativo de estos resultados es, como puede suceder en otras elecciones este mismo año, que el PP lo tiene muy difícil para gobernar si no obtiene mayoría absoluta o se acerca mucho. A medida que se aleja de esta, queda descartado como partido de gobierno. Es igual si el PP hubiera obtenido 33 o 43 escaños: parece poco verosímil que otros partidos pudieran darle un cierto juego frente al PSOE al quedar detrás de este. Y la aparición de Ciudadanos parece ser más perjudicial que positiva en ese sentido, siempre que no cometa el error de UPyD, aparecer como la muleta inevitable del PP.
Cuatro. La trampa de las expectativas. Las altas expectativas generadas por Podemos pueden jugarle una mala pasada, a corto plazo, porque tapan sus potenciales logros electorales. Un partido que busca ganar representación no se fija el mismo horizonte que el que aspira a ser el partido ganador y revolucionar un sistema de partidos por completo. Sus resultados en Andalucía son muy buenos desde el punto de vista de la ‘vieja política’ (han entrado en las instituciones, tendrán muchos diputados, recibirán una financiación importante, etc), pero bastante malos desde el punto de vista de la ‘nueva política’. No será el único partido que reclame la voz de los de abajo, ni el único contra el establishment. No ha provocado la alternancia y ni siquiera será el principal partido de la oposición.
Quinto. Ciudadanos emerge como partido bisagra. Con aspiraciones más modestas y menos escaños, este partido pesará más, porque tendrá más capacidad de coalición y de chantaje, como diría Sartori. No en vano se declara abierto a pactar con cualquier partido. Aunque Ciudadanos debe tener presente qué le pasó al Partido Andalucista, y más atrás aún al CDS. No siempre el pez grande se come al chico, pero cuando hay tanta disparidad de tamaño entre socios de gobierno, tener la llave de la gobernabilidad es una pesada carga.
¿Éxito o fracaso de Podemos? Estos días se hablará más de tendencias que de realidades. Y con razón: quizá Andalucía apunte una tendencia de cambio político a medio plazo. O no. Pero la realidad resulta mucho más modesta para el partido anti-casta, y arroja una intuición: Andalucía ha mostrado que allí donde el PSOE es fuerte en términos de partido, de base activista y de peso institucional, Podemos tiene dificultades para ocuparle el espacio. ¿Quizá sí pueda en contextos de mayor fragilidad socialista, como Cataluña, Valencia o Madrid?
¿Recuperación socialista? ¿Declive de Rajoy? Aunque la tentación para muchos será extrapolar resultados al conjunto de España, o a otras autonomías, sería un ejercicio infundado. Las elecciones del 22-M nos han hablado solo de Andalucía. Ni siquiera está claro que sean un avance de lo que suceda en los ayuntamientos andaluces. Y una lectura cautelosa de los mecanismos que se han dado desmonta algunas extrapolaciones interesadas:
- Las encuestas han acertado al calibrar el escenario volátil que se apuntaba; y si siguen acertando, hay que tener en cuenta que esas encuestas apuntan resultados muy distintos para el PSOE en otros territorios.
- Podemos y Ciudadanos ha dividido el voto de protesta que en otros ciclos se acumulaba en el principal partido de oposición, lo que puede haber acabado favoreciendo al partido de gobierno. Si aplicamos este hipotético esquema, las cosas no le pintan tan mal a Rajoy y a otros candidatos de su partido en las autonomías.
- A la espera de los análisis con encuestas postelectorales, parece que el PSOE sigue haciéndose fuerte en sus feudos tradicionales, y que los nuevos partidos suben en entornos más urbanos: ahí sí que podría estar dándose esa tendencia de recambio electoral en las bases sociológicas de los partidos, que pueden augurar cambios mayores a medio plazo.
El súper ciclo electoral 2015 sigue su curso y ahora Rajoy tiene un dilema menos para decidir cómo jugar sus cartas.