El paréntesis del gobierno técnico: entre los beneficios y la agenda de las cosas por hacer
El gobierno técnico no es una experiencia nueva en Italia. La inestabilidad política generalizada, la fragmentación de los partidos y los resultados económicos fluctuantes de los últimos años han generado, más de una vez, la necesidad de sustituir a los políticos de profesión por “técnicos”. Personalidades del mundo académico y de la empresa, o de la sociedad civil, llamados a concluir por un mandato de pocos meses el trabajo que se había quedado en suspenso. Los precedentes son los gobiernos Ciampi y Dini. Ambos fueron resultado de momentos de congestión institucional y, dadas las circunstancias, considerados única posible solución para el país.
Unos cuantos años después las mismas circunstancias nos llevaron al gobierno del Profesor Mario Monti. Hay, al menos, tres circunstancias. Primero, las condiciones desastrosas de la economía, representado por la tendencia preocupante del diferencial de los bonos italianos respecto de los alemanes. Segundo, la desconfianza de Europa hacia el sistema productivo y político italiano. Tercero, la difícil sostenibilidad de los equilibrios políticos internos. La mayoría de Berlusconi en las elecciones de 5 años antes se había ido disgregando, haciendo difícil la gobernabilidad.
La llegada al gobierno de los técnicos ha representado una gran oportunidad para el país. No tanto, y no sólo, por el efecto positivo inmediatamente percibido por una opinión pública desconcertada por los continuos escándalos de la clase política. Aunque muchos de estos escándalos fueron fabricados perfectamente por la prensa, la llegada de caras nuevas -inspiradas por las palabras “sobriedad”, “rigor” y “crecimiento”- ha garantizado a los italianos una pausa, un momento de reflexión y cohesión en una fase particularmente difícil para todos: las familias, los empresarios, los jóvenes en búsqueda de trabajo, los estudiantes. Al consenso generado internamente se puede añadir el consenso generado ante los partners europeos y ante los inversores internacionales. Apenas había asumido el cargo, el gobierno técnico tenía delante suyo un horizonte de tiempo limitado, pero adecuado -esta era la creencia generalizada- para realizar algunas reformas estructurales fundamentales para el país, demasiado tiempo postergadas y que no podían esperar más. Por ejemplo la reforma de los colegios profesionales, las liberalizaciones, la universidad y la investigación, las infraestructuras, el mercado laboral y las pensiones: todos los capítulos dejados en suspenso durante las anteriores legislaturas y que ningún gobierno había conseguido completar.
Un año y medio después la experiencia técnica se acaba, y es tiempo de balances. Algunos, poco lisonjeros, que ponen el acento en la falta de coraje del Professore para afrontar las reformas, sostienen que se podría haber hecho mucho más, sobretodo en la reducción de los costes excesivos de las administraciones y de la política, en el devolver el oxígeno al mercado laboral, así como el incentivar aquél que tiene que ser el objetivo de los próximos gobiernos de toda Europa: el crecimiento económico.
Otros comentaristas, menos críticos, resaltan lo positivo que se ha conseguido. En primer lugar, la estabilización de las cuentas públicas, el equilibrio del presupuesto, una importante reducción de los costes de los aparatos estatales, la reforma del mercado laboral y la del sistema de pensiones. El tiempo disponible, conjuntamente con las resistencias que han ido creciendo en el curso del 2012 dentro y fuera del Parlamento, han impedido no haber conseguido el objetivo esperado en otras áreas como por ejemplo la reforma constitucional, la eliminación de las províncias y la reorganización de las competencias prevista por la Constitución.
La verdad, como siempre, está en el medio. El resultado excelente del gobierno técnico en Europa y en el campo económico se ha visto matizado por los resultados, no siempre a la altura de las expectativas, a nivel interno. La explicación reside en algo que puede, en apariencia, parecer una paradoja: la atormentada relación entre técnicos y políticos. En otras palabras, los resultados obtenidos por el gobierno han sido posibles gracias al hecho de no ser la expresión de un voto democrático, sino simplemente por tener el apoyo en aquello que la prensa italiana ha rápidamente denominado “la extraña mayoría”, compuesta por los principales partidos italianos que, por un breve período de tiempo, han renunciado a pelearse y han vuelto a discutir sobre temas de interés común.
Gracias a esta legitimación democrática mediada por los partidos, en el gobierno ha sido posible decidir más de lo que habría sido posible decidir por un gobierno político. Sin embargo, al mismo tiempo, ha sido esta mediación la condena de los técnicos, destinados a someterse a una lenta e inexorable desgaste que ya a partir de la primavera de 2012 ha provocado que las fuerzas políticas de derecha e izquierda dieran signos de inestabilidad. La ruptura, inevitable, llegó a finales del 2012 con la formalización de la pérdida de la mayoría en el Parlamento debido a la abstención del PDL, y la consiguiente decisión del primer ministro de presentar la dimisión.
Hay otra gran novedad que muchos han descuidado y que, en cambio, representa la verdadera fuerza de choque de esta experiencia que se termina. Se trata de la inversión hecha por este gobierno en la democracia participativa. La novedad respecto a las experiencias anteriores se puede explicar sobre la base de la paradoja antes citada. La elección de crear un canal directo de diálogo con los ciudadanos y la elección de consultar a la sociedad civil antes de cada una de las decisiones importantes han sido motivadas por la necesidad de superar la legitimación mediada de los partidos y recuperar la relación directa con los italianos.
No ha sido un experimento fácil pero ha tenido éxito. Lo demuestran los números -sorprendentes si se considera el poco tiempo que hemos tenido para gestionar una experiencia de este tipo- y los resultados concretos gracias a la participación de los ciudadanos. Centenares de miles de personas que han podido dar una opinión, unas veces sugerencias, otras veces críticas al trabajo del gobierno, que se ha comprometido a tomar en consideración las opiniones. Gracias a las 135 mil propuestas llegadas para el presupuesto se ha podido incidir en los sectores en los cuales el gasto público eran más importantes. Además, han apoyado mediáticamente a una operación que ha encontrado fuertes resistencias por parte de las administraciones y de los políticos.
Ahora que la etapa ha concluido y el gobierno está cerrando su labor institucional, la experiencia de la participación democrática es una entre tantas novedades que podrían permanecer o ser canceladas por quien llegue al Palazzo Chigi después de las elecciones. Si se cancela la experiencia técnica quedará como un paréntesis democrático interesante, pero aislado, en el recorrido institucional de Italia. Si en cambio se convierte en una práctica consolidada en un futuro gobierno político, permitirá finalmente tener en Italia un canal de participación que muchos otros países europeos (y no sólo europeos) ya han experimentado con éxito. Evidentemente, un grupo de técnicos sirvió para iniciar el experimento. Ahora necesitamos políticos sabios para llevarlo a cabo.
Puedes leer la versión original aquí: La parentesi del governo tecnico tra benefici e agende delle cose da fareLa parentesi del governo tecnico tra benefici e agende delle cose da fare