Hace algunas semanas Lluís Orriols escribió un interesante artículo sobre el incipiente “divorcio ideológico” en Europa entre los llamados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) y el resto de países de la UE. Mientras que los primeros se escoran progresivamente hacia la izquierda, el resto de Europa está moviéndose gradualmente hacia la derecha.
Este alejamiento no es solo ideológico; se extiende a las cuotas de confianza y de satisfacción con las instituciones representativas de las democracias europeas. Para observar dicha evolución podemos tomar los resultados del Eurobarómetro entre 2002 y 2012. He clasificado los países de la UE en tres categorías no exhaustivas: Europa del Sur (Chipre, Grecia, Italia, Portugal y España), el grupo proausteridad de Europa del Norte (Alemania y sus aliados, Finlandia, Países Bajos y Austria) y los países del Norte de Europa pero fuera del Euro (Dinamarca, Suecia y Reino Unido). Los gráficos 1, 2 y 3 muestran la evolución del nivel de confianza en el gobierno y los partidos políticos, así como el nivel de satisfacción con la democracia en cada uno de estos grupos de países durante los últimos diez años, cinco antes de la crisis y cuatro después.
Los picos positivos y negativos de los gráficos indican que las cuotas de confianza en el gobierno y los partidos políticos pueden verse muy influenciados por el contexto. La proximidad de unas elecciones, los escándalos políticos o las crisis económicas e internacionales son factores que tienen un efecto directo –positivo o negativo– en los niveles de confianza. A pesar de esta trayectoria llena de altibajos, el gráfico muestra claramente la aparición de una brecha en la opinión pública europea entre el Norte y el Sur desde el estallido de la crisis. Empecemos por el Norte.
En los países del Norte de Europa, desde la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 la confianza política se ha mantenido por encima de los niveles de 2002 (con valores similares para los países dentro y fuera del Euro). Tanto la confianza en el gobierno como la confianza en los partidos políticos alcanzaron sus máximos entre septiembre 2008 y febrero 2009, cuando los gobiernos europeos y los partidos gubernamentales estaban unidos en la implementación de reformas anticíclicas. Período durante el cual los políticos europeos planteaban la necesidad de reinventar el capitalismo e incrementar los niveles de regulación de los mercados financieros, al mismo tiempo que acusaban de lo que había ocurrido a los EEUU y su actitud de “libre-mercado-por-encima-de-todo”. Después de alcanzar este pico de confianza los niveles bajaron en 2010 y 2011, los años de los rescates europeos en el sur, pero luego las cuotas volvieron a crecer en 2012, en particular en relación a la confianza en los partidos políticos, la cual saltó de 25% en noviembre de 2011 a casi 35% en junio 2012 – período en que las políticas de austeridad estaban bien enraizadas en las instituciones de la UE y las cancillerías del Norte de Europa. La satisfacción con la democracia en los países del Norte de Europa ha evolucionado de un modo similar. La evolución es menos cambiante que en el caso de la confianza política, ya que es menos dependiente de factores contextuales, pero la tendencia hacia arriba es clara – aunque modesta, como se muestra en el Gráfico 3.
En comparación, en el Sur de Europa la confianza en los gobiernos y los partidos ha disminuido consistentemente desde febrero 2009, con una caída de 27 puntos para los gobiernos y 15 para los partidos en sólo cuatro años. En junio de 2012 sólo uno de cada diez encuestados en los países del Sur confiaba en su gobierno y sus partidos políticos. Si nos fijamos en los últimos diez años, la diferencia en los niveles de confianza política entre el Sur y el Norte de la UE ha crecido desde el 9% al 32% en el caso de los gobiernos, y desde el 6% al 25% en relación a los partidos políticos. La satisfacción con la democracia también ha caído de forma dramática. El diferencial en los últimos diez años ha pasado de 21% (una brecha ya de por sí notable) a 46%. A este diferencial es a lo que llamo “fractura democrática”.
Hasta aquí, he presentado los hechos (o mejor dicho las estadísticas). Según estas estadísticas, la opinión pública europea está cada vez más dividida en función de líneas territoriales. Las democracias en el Norte se han recuperado, llegando incluso a sobrepasar los niveles de confianza política y satisfacción con el sistema político de hace diez años; las democracias en el Sur sufren una caída en picado de los niveles de confianza y satisfacción política.
¿Cómo podemos interpretar estas cifras? Esta es la parte que requiere necesariamente cierta especulación (aunque contrastada), ya que no he realizado propiamente dicho un análisis causal de esta fisura democrática. Las sociedades del Norte de Europa están cada vez más complacidas con sus gobiernos y sus partidos, así como más satisfechas con sus democracias en términos relativos. Es complicado concebir cómo las sociedades del Norte de Europa pueden estar complacidas teniendo en cuenta la dramática situación que atraviesa la UE: devastada por la estagnación económica, los niveles crecientes de desigualdad, el debilitado estado del bienestar, las devaluaciones internas, los desarmados sindicatos, las frágiles perspectivas económicas, etc.
En mi opinión, la razón por la cual las sociedades del Norte de Europa confían en sus representantes es, sencillamente, porque se sienten representados y sienten que sus intereses han sido tomados en cuenta. ¿Cómo explicar dicha percepción? Porque los gobiernos del norte de la eurozona están desarrollando una política económica basada en la austeridad que tiene sus efectos más visibles en el sur, y no en sus países respectivos. Las sociedades del Norte de Europa se oponen a continuar con los rescates para los países del sur porque consideran (erróneamente) que esos rescates constituyen la forma de hacer pagar a los países del sur sus deudas con los impuestos de los del norte. Los gobiernos a favor de la austeridad conquistan a sus votantes con discursos sobre la necesidad de imponer austeridad y disciplina fiscal a los gobiernos derrochadores del sur, circunscribiendo sus acciones para salvar el dinero de los contribuyentes del norte; pero al mismo tiempo, esos mismos gobiernos amasan los beneficios intencionales (prestando al tipo de interés del mercado) o involuntarios (pagando muy poco por su propia deuda) a raíz del estado de las finanzas públicas en los países del sur afectados por la crisis de la deuda.
Esta situación es un ejemplo clásico de solapamiento territorial y clivaje económico. Los países acreedores se encuentran en el Norte, los deudores en el Sur, y los intereses de ambos están totalmente enfrentados entre ellos. Un proceso de colonialismo interno parece estar emergiendo dentro de la UE. Este proceso se ve agravado por el “divorcio ideológico” entre el Norte y el Sur mencionado al principio. Históricamente, estos solapamientos entre territorio, economía e ideología han conducido muy raramente a la resolución de los conflictos económicos y políticos de forma moderada. Al contrario, tensan la posición de cada uno en direcciones polarizadas. Parece que nos encaminamos hacia la tormenta perfecta.