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Los 5 errores de la Unión Europea en la crisis de Ucrania… que no serán los últimos

Artículo en colaboración con EurasianetEurasianet

Tres días después de la engolada declaración de Putin para anunciar la anexión de Crimea por Rusia, atestada de tópicos nacionalistas y ribetes neoimperiales, la Unión Europa (UE), sus Estados Miembros (EEMM) y los think tank cercanos a Bruselas, continúan sin hacer cumplida autocrítica sobre la actuación que la UE, como actor externo, ha jugado en la crisis de Ucrania. Una crisis, recordémoslo, que ha pasado por tres fases distintas: la no firma del Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la UE por parte del entonces presidente Viktor Yanukóvich, el proceso de movilización social que se abre a causa de la decisión de Yanukóvich contra el acuerdo y que acabó con el derrocamiento de éste, y por último, la ocupación y anexión de Crimea por Rusia. En cada una de las tres fases la UE ha cometido errores de bulto que han contribuido a llegar al actual contexto: una situación de inestabilidad política interna creciente en Ucrania y una escalada de tensión con Rusia que implica tanto a Ucrania como a la UE y EEUU. Si bien la raíz del fracaso de la política exterior de la UE es carecer de una estrategia común y coherente a largo plazo hacia Rusia y Ucrania, cinco han sido los errores específicos hasta la fecha:

1. La UE no ofreció un Acuerdo de Asociación (AA) digno a Ucrania. La oferta rechazada por Yanukóvich privilegiaba los intereses económicos de Alemania -y las otras principales economías exportadoras de la UE- sin plantear soluciones a corto y medio plazo ni al riesgo de bancarrota ni al colapso de lo poco que quedaba de estado social en Ucrania. Yanukóvich solicitó entre 15.000 y 20.000 millones de dólares para compensar el coste que acarrearía la implementación del AA. La UE no aceptó y Yanukóvich no firmó.

2. La UE ha mantenido una actitud deshonesta con el Euromaidan. Una vez iniciadas las movilizaciones, la UE alentó la vana esperanza de que Ucrania podía entrar como miembro de pleno derecho en la Unión si presionaba a su presidente. Pero la realidad es otra. El AA no preveía ni la apertura de una hoja de ruta de ingreso y, sinceramente, nadie salvo Polonia o los bálticos votarían la entrada de Ucrania en la UE.

3. La UE no condenó debidamente la violencia de algunos sectores de activistas ni la alianza con la ultraderecha en el Euromaidan. La ultraderecha no era -ni es- mayoritaria en el Euromaidan, pero la radicalización de las protestas le ha permitió dominar las estructuras de autodefensa del movimiento y ganar peso político. Además, de la investigación sugerida por Ashton para averiguar si algún líder opositor estaba ligado a los francotiradores del Maidan nunca más se supo.

4. La UE no debió reconocer al gobierno provisional aprobado por la Rada tras el derrocamiento de Yanukóvich. La UE participó como mediadora externa junto a Rusia en el acuerdo entre la oposición y Yanukovich el 21 de febrero. El Euromaidan no aceptó dicho acuerdo y un día después Yanukovich abandonó Kiev. La oposición formó un nuevo gobierno sin incorporar a las fuerzas políticas con peso en las regiones del sur y oriente ucraniano, y la UE lo reconoció como legítimo. Putin, sintiéndose agraviado, optó por violar la legislación internacional y ocupar Crimea. Si el acuerdo del 21 de febrero se hubiera respetado Crimea hoy seguiría siendo Ucrania.

5. Producto de la falta de coherencia en la estrategia hacia Ucrania, la UE, una vez se produjo la ocupación de Crimea, mostró debilidad ante Rusia con un rápido repliegue de posiciones sin un consenso previo. Como ejemplo, Merkel llegó a ofrecer la federalización de Ucrania a Putin a cambio de salir de Crimea.

Recapitulando, la UE no tuvo intención de contribuir eficazmente a que Ucrania saliera de su crisis económica; coadyuvó en la polarización política, no importando si la contienda política se radicalizaba y con ello se fortalecía la ultraderecha; por último, la política exterior se reveló errática y atomizada, demostrando sus EEMM no estar dispuestos a arriesgar sus intereses económicos.

Y en ello seguimos, como muestra la estrategia actual de la UE tanto hacia Rusia como hacia Ucrania. En el primer caso, la retórica de la UE en torno a las sanciones contra Rusia se difumina cuando hay que concretarlas. La interdependencia económica entre la UE y Rusia es suficiente para disuadir de la aplicación de sanciones ejemplarizantes, por lo que, en consecuencia, salvo por un -improbable- envalentonamiento expansivo de Putin, la reactivación de la Guerra Fría cubrirá solo las páginas de los periódicos y no las de los libros de Historia.

En cuanto a la política hacia Ucrania, parece ser que la prioridad de la UE es hacer caja y no la estabilización del país, para así asegurar con ello que las regiones orientales no sigan, en un futuro, los pasos de Crimea. En este sentido, tres nuevos errores se suman a los cinco ya mencionados. El primero sería la irresponsabilidad de acometer la firma del AA con el actual gobierno provisional, el cual no ha sido electo y cuya legitimidad es, en consecuencia, muy discutible. Máxime, cuando la firma del AA divide al país y puede disminuir los estándares sociales de vida de la población ya de por sí muy castigada. En segundo lugar, es una imprudencia asumir acríticamente la formación y status oficial de la Guardia Nacional, órgano militar surgido de las milicias de auto-defensa del Euromaidan y que cuenta con un claro liderazgo de la ultraderecha. La Guardia Nacional está reclutando, adiestrando y armando a un total de 60.000 efectivos, oficialmente para defender las fronteras ante un ataque ruso. Por supuesto, el porcentaje de ucranianos del oeste y del este entre sus filas difiere mucho. Así que ¿alguien se ha planteado qué ocurrirá si dicho ataque no se produce y la situación económica empeora y la ultraderecha se ve fortalecida? Por último, si la UE quiere colaborar en la estabilización de Ucrania a medio plazo debería, con independencia de que ambas sean peticiones rusas: primero, asumir que Ucrania será un Estado Federal o no será; y segundo, comprometerse a que nunca ingresará en la OTAN.