“Cuando están en la oposición, los socialdemócratas europeos no saben qué ofrecer a los votantes. Cuando están en el poder, no lo saben utilizar.”
Esta frase pertenece al artículo There is no alternative, del politólogo Henry Farrell. El título no podía ser más acertado. Tal y como destaca el último boletín de Policy Network la situación del centro-izquierda en Europa es deprimente.
Pero esto no es nada nuevo. Immanuel Wallerstein ha argumentado que la socialdemocracia ha dejado de ser un movimiento que podía contar con la fidelidad y el apoyo de grandes mayorías sociales, para convertirse en una máquina electoral sin pasión. Dejando de ser de esta forma un movimiento para ser una preferencia cultural.
Los números apoyan este razonamiento. Los gráficos (abajo) demuestran la evolución del voto socialdemócrata en Europa, expresado como un porcentaje del número de votos obtenidos en las primeras elecciones legislativas tras la posguerra. La socialdemocracia no solo está experimentando un declive secular; está disminuyendo con respecto a sí mismo. Las poblaciones van creciendo, pero cada vez convence a menos personas.
- Podemos ver como los poderosos partidos de Suecia y Austria han caído a niveles de apoyo comparables a los de inmediatamente después de la posguerra.
En las últimas dos elecciones el SPD recibió menos votos de lo que típicamente lograba en Alemania Occidental previamente a la caída del muro de Berlín.
- New Labour, en su máximo esplendor de 1997, obtuvo menos votos que el Partido Laborista de Clement Attlee en 1951.
- En Italia, el Partido Democrático (increíblemente) recibe menos votos que el PCI en sus mejores resultados.
- Y los partidos de las post-dictaduras de la periferia de Europa tienen apoyos comparables con los de hace 40 años.
Ya han pasado más de dos generaciones desde la transformación de la economía global a raíz del colapso del sistema de Bretton Woods, que obligó a los partidos socialistas a pensar en alternativas a sus estrategias macroeconómicas clásicas de la posguerra. Estas alternativas fueron en su mayoría moderadas, especialmente dentro de la zona euro, como Ignacio Urquizo nos explica en su La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis?
La evidencia empírica muestra que de todos los factores políticos, el único que es significativamente estadístico y relevante en la evolución ideológica de la socialdemocracia es la pertinencia a la unión económica y monetaria…los partidos socialistas que se encuentran dentro de la Eurozona son mucho más moderados que el resto.
Los partidos socialistas se moderaron ante nuevas circunstancias para verse finalmente castigados cuando el sueño del euro se convirtió en una pesadilla. Ahora, con la crisis mostrando de manera muy explícita los límites en la política doméstica ante una situación de emergencia, las opciones son muy limitadas.
En marzo de 2010, antes del giro hacia la austeridad coordinada dentro de la zona euro, el grupo de Research on Money an Finance escribió un informe sobre la crisis de la zona euro que definió tres posibles salidas de la crisis para los países de la periferia: 1) más austeridad, liberalización, y devaluación interna, 2) una reforma radical de la zona euro para crear un “euro bueno”, y 3) una salida del euro, quita de la deuda, y giro hacía la autarquia.
El dilema político es que solo se puede optar unilateralmente por la primera o la tercera opción. La segunda depende de otros actores. Y de momento, la reforma radical de la zona euro que beneficiaría a países como España es algo electoralmente tóxico para los socialdemócratas en países como Alemania, Holanda, o Finlandia.
Renunciar al unilateralismo supone aguantar un statu quo nada favorable, ni en términos de políticas públicas ni políticamente. Una supuesta responsabilidad política está produciendo la deslegtimicación de la Unión y de las instituciones políticas nacionales. Y en este caso lo dramático no es que no hayan alternativas, si no que no existe una mayoría clara para conquistarlas a escala europea. Es difícil diferenciar la apuesta por una Europa social del inmovilismo. Y por supuesto, encender una vela y rezar a que las cosas mejoren no es una estrategia política.
Roberto Mangabeira Unger escribió:
Cualquiera que acepta el marco institucional establecido como el horizonte donde los intereses y los ideales, incluyendo los ideales igualitarios, se tienen que perseguir no es progresista. Los partidos socialdemócratas de Europa no son progresistas. Un reformismo pesimista, inquieto socialmente pero institucionalmente conservador no es progresista.
Los desafíos para los partidos socialistas son enormes; tanto a corto plazo con la actual inmensa catástrofe social, como a largo plazo con un nuevo proyecto de transformación social y modernización por forjar. Seguramente vayan unidos. La nostalgia es evidentemente un mal consejero; no se trata de volver a la situación anterior a la crisis, si no de ser el vehículo para un futuro mejor que está luchando por nacer. Tocqueville escribió que la fuerza de los partidos aumenta con la importancia del reto que proponen; proponer una restauración del antiguo régimen o reciclar el gatopardismo es el camino directo al olvido.