El Centro de Arte Contemporáneo de Vitoria se ha consolidado como un punto de encuentro de diferentes disciplinas artísticas, desde plásticas, musicales, cinematográficas a teatrales gracias a una intensa programación con más de 3.000 actividades en su primera década de vida y más de 150 exposiciones. Sin embargo este proyecto, que nacía hace once años con marcada vocación didáctica, con la aspiración de atraer hasta sus salas de igual manera al profano que al erudito apegado al arte, no ha conseguido seducir a una parte de esa sociedad vitoriana y de localidades vecinas que pretendía cortejar.
Son muchos los que confiesan no haber pisado su interior y otros tantos los que revelan que tan sólo conocen las dos sonadas adquisiciones del museo en sus comienzos, la centelleante escultura de piezas de cristal de Javier Pérez, ubicada en la entrada del centro y el obelisco de metal de más de 40 metros de altura, obra de Miquel Navarro, que preside la plaza de acceso. Y ese público desencantado alimenta rumores infundados que señalan al Artium como proyecto fracasado. Y quizás sea cierto y no ha cumplido esas expectativas que algunos depositaron en él, pero por desatinadas: la misión de este museo incomprendido nunca ha sido la de captar turistas. “Hemos nacido en un momento en el que se estaba dando un cambio de modelo de los muesos en todo el mundo. El Efecto Guggenheim ha provocado que muchas personas piensen que un centro de arte tiene que ser exclusivamente una atracción de turismo generadora de visitas. Pero el 98% de los museos tienen otra función: generar conocimiento, divulgar el arte e ir formando para enseñar a pensar sobre el futuro y desarrollar un sentido crítico. Nosotros pretendemos contribuir en nuestra medida a modificar la sociedad desde esa visión de las manifestaciones creativas contemporáneas. Y creo que los estamos consiguiendo. El Artium es un centro muy prestigioso a estos niveles dentro del país”, asegura el director del centro, Daniel Castillejo.
Ni las obras almacenadas en el Museo de Bellas, una de las más importantes de arte español y vasco de este país, que gracias al Artium salieron de los sótanos, ni tampoco las exposiciones temporales han cosechado éxitos entre multitudes. No han logrado arrastrar al recinto al público potencial en masa. Pero lo que es innegable es que el museo sí recibe visitantes, siempre por encima de los 90.000 anuales, unos números que manejaban las instituciones en los estudios previos a la inauguración. Luego las previsiones de visitas se han cumplido.
Sí quedaba pendiente una tarea eliminar distancias entre el recinto artístico y la sociedad, crear vínculo. “Una de las faltas que le veíamos al museo es que no terminaba de conectar con la sociedad. De ahí que situáramos ese punto como eje central del último plan estratégico. Pero este plan ha coincidido con la crisis y no hemos podido desarrollarlo en su totalidad. Aunque sí hemos logrado generar cierta sensación de amistad con los ciudadanos, una relación fluida y una influencia en el desarrollo de Vitoria y al mismo tiempo hemos trabajado un contacto permanente con aquellas entidades y empresa que nos financian. Se han hecho esfuerzos por intentar fidelizar y el 50% de las personas que viene al museo son del entorno local. Los amigos del museo se han multiplicado, ahora son casi mil 1.000 personas, colaboran no sólo económicamente sino que vienen a las actividades permanentemente. Con la comunidad artística también se han estrechado lazos, la local y la foránea. Hemos desarrollado programas para que todos los años artistas locales expongan en nuestras salas. Posiblemente seamos uno de los museos españoles de este nivel que más contacto tiene con el arte local”, asegura Castillejo.
La capacidad del Artium de albergar multitud de experiencias alternativas y de desenvolverse con soltura en esos ámbitos ha favorecido la creación y crecimiento progresivo de una dinámica vida cultural plagada de variopintos eventos. “Somos lo que se denomina un centro integral de arte. Los artistas se relacionan con otras disciplinas diferentes a las plásticas. Para hacer sus creaciones suelen ver cine, leer libros, acudir a conferencias, estudiar en la universidad. Eso que rodea al artista lo intentamos plasmar aquí también de una manera muy natural. Todo lo que interesa al artista nos interesa a nosotros, la única manera de explicar el proceso creativo de un artista es incorporar también todo lo que ha influido al artista en la creación de su obra”, declara Castillejo.
El retraimiento inicial de un público que no se atrevía con la apuesta arriesgada de un arte contemporáneo comprometido, con una gran carga de investigación, se ha visto compensado con estas actividades que han registrado una importante participación ciudadana y han acercado a los indecisos al museo. En el último año, con un presupuesto castigado por los recortes, pero que no ha mermado en calidad, según defienden los comisarios de las exposiciones, el Artium consiguió aumentar las visitas hasta llegar a las 102.000 entradas.
Ahora encara un futuro incierto. Empezó el 2013 con una reducción del 25% de la partida económica, un fallido ERE planteado a la plantilla y rechazado por el Gobierno vasco pero cuyo desenlace final se saldó con tres despidos a los que han seguido recortes salariales, el último: una reducción global del 10% de la masa salarial a todos los trabajadores. Y a esta delicada situación laboral se suman nuevas medidas encaminadas a afrontar el nuevo contexto de limitación presupuestaria que padece el museo difundidas esta semana. El responsable financiero de la pinacoteca, Javier Iriarte, ha sido cesado durante un año tras el acuerdo alcanzado por el Comité Ejecutivo de concederle una excedencia y la conservadora asociada Blanca de la Torre, ha solicitado una baja voluntaria.
Imbuidos en esa vorágine preparan el siguiente asalto, el nuevo plan estratégico del centro de arte contemporáneo. “El futuro está borroso y tormentoso, repleto de rayos y truenos. Pero esa visión de incertidumbre tiene que ser superada. Ahora estamos intentado centrar cuáles van a ser los puntos de discusión y definir su duración. El anterior plan se diseño con una vigencia de cuatro años y la crisis se desplomó sobre él desbaratando algunos de nuestros planteamientos. Ahora seremos más cautos, más cuidadosos. Jugaremos con otros plazos”, confesaba Daniel Castillejo que espera tener establecidos para el próximo mes de enero los ejes que vertebrarán el nuevo plan estratégico del Artium.