Gas Natural ha elegido a Álava para estudiar y validar el uso del gas licuado como combustible de camiones de largo recorrido.
La compañía ha instalado en el polígono de Subillabide de Nanclares de la Oca la primera de otras siete estaciones que pretenden poner en funcionamiento en diferentes puntos estratégicos de España. La inauguración de esta estación de repostaje se inscribe dentro del proyecto europeo GARnet, promovido por Gas Natural Fenosa que tiene como objetivo analizar, tanto desde el punto de vista tecnológico como económico, las mejores alternativas para permitir el desarrollo de una amplia red de suministro de gas licuado.
De las siete estaciones de servicio de gas natural licuado, cuatro serán fijas y tres móviles.
Las instalaciones, que ya funcionan desde ayer, disponen de un depósito de 60 metros cúbicos suficiente para abastecer a 200 camiones al día. También cuentan con un surtidor doble de gas natural comprimido con capacidad para repostar a 600 vehículos diarios. El gas en su forma líquida, al someterlo a un proceso de crionización, ocupa menos volumen por eso está indicado para emplearlo para grandes rutas. Además tiene una autonomía de 1.500 kilómetros. El gas comprimido en cambio está indicado para viajes cortos o transporte urbano ya que los depósitos que necesitan los camiones son pesados y voluminosos.
Por su ubicación en la A-1, la estación de Subillabide podrá dar suministro a las flotas de transporte de larga distancia tanto nacionales como internacionales.
Sus promotores resaltar las notables medioambiental del uso del gas para el transporte en carretera. Se reducen en un 85% de las emisiones de óxidos nitrosos y partículas en suspensión y en hasta un 20% las de CO2. “El gas natural licuado se sitúa como una alternativa sólida de cara a la reducción de emisiones derivadas del transporte”, aseguran los portavoces de la empresa.
Rechazo de los grupos ecologistas
Los colectivos ecologistas discrepan sobre las ventajas medioambientales expuestas por Gas Natural. Coinciden al afirmar que estos gases son más limpios que otros combustibles como la gasolina o el diésel porque las emisiones de C02 son menores. No obstante advierten que el gas está compuesto por metano, que es “20 veces más perjudicial” que el propio CO2. “Nadie nos asegura que los escapes no se produzcan justo en el arranque del vehículo o en la parada y esas pérdidas son muy dañinas para el medioambiente”, aclara Aitor Urresti, ingeniero industrial y Coordinador Federal de Energía de Equo.
Los ecologistas insisten en su apuesta por las renovables frente a estos combustibles perecederos, que en 50 ó 55 años se van a agotar. “No podemos seguir dependiendo de ellos. Es necesario ir hacia otras fórmulas y cumplir así al menos con las directrices europeas que hay que alcanzar un 20% de gasto en renovables sobre el consumo total para el 2020”, sostiene Urresti, que añade que “habría que replantearse el propio transporte por carretera, que origina en Europa el 25% de las emisiones de CO2, y recuperar el ferrocarril”.