Ni al recreo quiero salir

La vuelta al colegio para los alumnos del colegio de Marianistas de Vitoria está salpicada de novedades, pero en este caso un tanto desagradables, a juicio de algunos padres. El retraso en las obras de la reparación de la cubierta, previstas para la temporada vacacional, ha obligado a la dirección a reubicar en estancias provisionales a los alumnos de las aulas afectadas por la demora del acondicionamiento del tejado, además de dejar inhabilitada parte de la zona de recreo de los chavales.

Los escolares de siete clases de Primero y Segundo de Secundaria, al no poder usar sus recintos habituales aún pendientes de rematar, han sido trasladados a varias aulas improvisadas en las instalaciones del centro educativo. “Unos han pasado al gimnasio y el resto a la bilbioteca, la sala de psiomotricidad, la de informática y a otra estancia disponible. Los chavales se han comportado perfectamente y no han puesto pegas”, relataba el director del centro, Hugo Diego Akaiturri.

Pero las consecuencias más evidentes las sufre la zona exterior del colegio. Una grúa de gran tonelaje preside el patio de la calle Castilla, así como materiales y aperos de construcción. El área ocupada por esos componentes y tomada por un escuadrón de obreros apresurados por liquidar las tareas abarca más de la mitad del patio de la calle Castilla, lugar de recreo de los estudiantes. Este espacio ha quedado debidamente delimitado y cerrado al paso de los escolares mediante la instalación de vallas metálicas.

Espacio acotado para garantizar la seguridad

Los cambios de última hora y los retrasos en la ejecución de la obras han provocado la airada reacción de algunos padres, que elevaron un escrito de queja a la dirección del centro. “Las protestas han sido las mínimas y no me queda más que manifestar mis disculpas a ese grupo de familias molestas y trasladar mi agradecimiento sincero a la gran mayoría de los padres que han mostrado en todo momento compresión y apoyo ante la variedad de imprevistos que nos han impedido acabar a tiempo”, declara Akaiturri. El director certifica que la seguridad de los chavales, otro aspecto que preocupaba a los padres, está garantizada pese a las obras. “El espacio está acotado. Por los alrededores de la obra no pasa nadie. Y la grúa solo hace los grandes movimientos de peso a partir de las cinco de la tarde, cuando ya se han ido los chavales. Hemos tenido un campus de verano con 700 críos, una piscina instalada en el patio en la zona libre y no ha habido ningún problema. Yo soy el primero que exige garantías máximas de seguridad”.

Los permisos de obra solicitados quedaron invalidados a principios de agosto, lo que paralizó las obras cuando el tejado había sido retirado y las estancias de la planta superior quedaron al aire. “El agua caída en los días lluviosos perjudicó los suelos y nos ha obligado a cambiar también el pavimento de linoleo, que está por llegar. Todos estos inconvenientes han retraso aún más la obra”, aclara el director que añadía que en menos de tres semanas el centro recuperará la normalidad.