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Una banquera central contra el paro

Juan Pedro Velázquez-Gaztelu

El año ha comenzado con una buena noticia para la economía de EE UU, y por extensión la de todo el mundo: la ratificación por parte del Senado de Janet Yellen como presidenta de la Reserva Federal. Yellen está considerada en su país una economista progresista, y su historial sugiere que va a ser una banquera central con rostro humano. Sin peligro de inflación en el horizonte, ha prometido poner todo su empeño en reanimar la frágil recuperación económica de EE UU, que aún se lame las heridas del desastre financiero de 2008. Yellen sigue así la estela de su predecesor y hasta ahora jefe, Ben Bernanke, quien puede presumir de haber ayudado a salvar la economía de su país con bajadas históricas de los tipos de interés -cercanos al cero desde hace cinco años- e inyecciones masivas de liquidez mediante la compra de bonos y otros instrumentos.

La Reserva Federal ha comenzadoya a retirar la medicación. Deberá hacerlo muy poco a poco, atenta a la evolución del paciente y, sobre todo, al ritmo de creación de empleo. En una decisión sin precedentes, el propio Bernanke anunció en diciembre de 2012 que los estímulos a la actividad continuarían mientras no se redujera significativamente la tasa de paro, actualmente en el 7%. Fue la primera vez que un presidente de la Reserva Federal vinculaba la política monetaria al índide de desempleo. Yellen ha recogido ese testigo.

En este lado del Atlántico, el Banco Central Europeo ha actuado con mucha más lentitud y ha ido siempre a remolque de la Reserva Federal. Puso en marcha un plan de compra de bonos soberanos en 2010, pero su margen de actuación siguió limitado por las reticencias alemanas y las discrepancias internas sobre la senda a seguir. No fue hasta el verano de 2012, con la supervivencia del euro en juego, cuando su presidente, Mario Draghi, se decidió a actuar con contundencia al asegurar que haría todo lo que fuera necesario para salvar a la moneda única. Su palabra bastó para calmar a los mercados y evitar el desastre.

Desde entonces, el BCE ha ido recortando poco a poco el precio del dinero, hasta dejarlo en el 0,25% en noviembre pasado. Draghi avisó entonces de que los tipos seguirán así de bajos, o aún más, durante una buena temporada porque no hay inflación a la vista. Aunque no figuren explicítamente entre las obligaciones del BCE, la lucha contra el estancamiento económico y el desempleo, que ha alcanzado el 12% en la eurozona, han entrado por fin en el debate de la política monetaria europea, y lo han hecho para quedarse. La gravedad de la situación así lo exige.

Yellen ha dicho una y otra vez que su gran preocupación son los estragos que el paro, especialmente el de larga duración, está causando a muchas familias estadounidenses y, a la larga, a la economía. Ojalá escuchemos algún día hablar así a un banquero central europeo. Solo a última hora parecen haberse dado cuenta en Bruselas y en Fráncfort (de Madrid mejor no hablamos) de que no hay recuperación económica sin creación de empleo; de que luchar contra el paro no es únicamente una obligación ética para las autoridades políticas y monetarias, sino también una medida eficaz desde el punto de vista macroeconómico. Sin trabajo no hay consumo, sin consumo no hay beneficios empresariales, y sin consumo ni beneficios empresariales no hay recaudación fiscal. Los déficits se vuelven inmanejables y la deuda crece. En esas estamos.

La primera mujer en presidir la Reserva Federal en sus 100 años de historia no lo va a tener fácil. Al mismo tiempo que intenta impulsar la creación de empleo, Yellen se dispone a retirar gradualmente los estímulos a la actividad puestos en marcha por Bernanke. Durante su proceso de ratificación en el Senado, la economista de Brooklyn, de 67 años, ha sido criticada desde ambos lados del hemiciclo. Algunos demócratas la acusaron de no haber hecho lo suficiente desde la Reserva Federal para aliviar las penurias de la clase media, mientras que los republicanos más recalcitrantes advirtieron de que si continúa su actual curso, la política monetaria de la Fed acabará creando inflación y burbujas de activos.

El éxito de Yellen dependerá de su habilidad para moverse por ese estrecho pasillo bajo fuego cruzado. Buena suerte.

[Este artículo pertenece a la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

El año ha comenzado con una buena noticia para la economía de EE UU, y por extensión la de todo el mundo: la ratificación por parte del Senado de Janet Yellen como presidenta de la Reserva Federal. Yellen está considerada en su país una economista progresista, y su historial sugiere que va a ser una banquera central con rostro humano. Sin peligro de inflación en el horizonte, ha prometido poner todo su empeño en reanimar la frágil recuperación económica de EE UU, que aún se lame las heridas del desastre financiero de 2008. Yellen sigue así la estela de su predecesor y hasta ahora jefe, Ben Bernanke, quien puede presumir de haber ayudado a salvar la economía de su país con bajadas históricas de los tipos de interés -cercanos al cero desde hace cinco años- e inyecciones masivas de liquidez mediante la compra de bonos y otros instrumentos.

La Reserva Federal ha comenzadoya a retirar la medicación. Deberá hacerlo muy poco a poco, atenta a la evolución del paciente y, sobre todo, al ritmo de creación de empleo. En una decisión sin precedentes, el propio Bernanke anunció en diciembre de 2012 que los estímulos a la actividad continuarían mientras no se redujera significativamente la tasa de paro, actualmente en el 7%. Fue la primera vez que un presidente de la Reserva Federal vinculaba la política monetaria al índide de desempleo. Yellen ha recogido ese testigo.