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Una brújula para las Apps colaborativas

El impacto de los teléfonos inteligentes va a ser tan profundo que The Economist acaba de dedicar una portada a El planeta de los teléfonos, estupefacto porque un artilugio que ni siquiera existía en los primeros años del siglo XXI está ya en el bolsillo del 50% de los habitantes del planeta y, según sus estimaciones, dentro de un lustro llegará al 80% de la humanidad.

Las repercusiones del fenómeno son extraordinarias no sólo desde el punto de vista económico, sino, sobre todo, por su impacto social porque un teléfono inteligente no se lleva simplemente para llamar, sino que es el nuevo epicentro para casi todo, desde consumir hasta relacionarse con los demás, pasando por todas las vías intermedias entre la preparación de la revolución y el próximo gran pelotazo.

Los teléfonos inteligentes van de la mano de la economía colaborativa —en la que mucha gente alimenta una plataforma, ya sea con fines ultracapitalistas o de autogestión libertaria—, y el nervio de este nuevo escenario central son las aplicaciones o Apps: un programa para el teléfono inteligente o la tableta muy especializado para un tema o una necesidad concreta.

PARTICIPACIÓN

Muchas de estas aplicaciones son colaborativas; es decir, se van generando a partir de la participación de mucha gente. Un ejemplo: un programa que te informa de las tiendas de comida ecológica más cercanas puede irse nutriendo a medida en que los usuarios la van actualizando. Y unas cuantas de estas aplicaciones no sólo son colaborativas, sino que están insertadas en la “economía del bien común”, sin ningún ánimo de lucro.

Este universo paralelo que se construye a un ritmo aceleradísimo pide a gritos brújulas solventes y de ahí el nacimiento de Apps4citizens, que han lanzado el consultor Antoni Gutiérrez-Rubí y su equipo de Ideograma. El sitio (http://apps4citizens.org) se inserta de lleno en la filosofía de la economía del bien común y colaborativa —es de uso libre y universal, y abierto a la participación de todos—, aspira a incentivar la producción de aplicaciones con un festival anual que premie el mejor desarrollo nuevo, orientarlas hacia el cambio social y la radicalidad democrática, y también servir de guía a todos los que este nuevo mundo les suena a chino, con una perspectiva que abarca, además, América Latina.

CATÁLOGO

Una de sus secciones clave es la Appteca, un catálogo, muy bien ordenado y con múltiples posibilidades, de las aplicaciones previamente seleccionadas y comentadas por los expertos que se apuntan al proyecto. Dada la procedencia de Gutiérrez-Rubí (consultor especializado en la política y las nuevas tecnologías), ocupan un lugar preponderante en el espacio todas las aplicaciones que ya están transformando la política y el activismo. Por ejemplo, Appgree, que “permite que grupos con un gran número de participantes se comuniquen reconociendo todas las ideas del grupo y encontrando aquellas en las que hay mayor acuerdo”, una herramienta clave en el mundo post-15M. Y otra: Boycott, que permite conocer la huella social o ecológica de muchos productos de consumo, el sueño del consumidor crítico hecho realidad.

Evidentemente, no todo es política, ni mucho menos: especialmente útiles son las pistas del apartado de Movilidad. Uno de los colaboradores, Eduard Martín-Borregón, ha elaborado un menú que incluye aplicaciones para ciclistas urbanos (SocialCyclist), atascos (Waze) y wifis abiertas (Wi-Fi Finder), entre muchas otras.

El potencial es enorme, y esto que todo este nuevo mundo está aún en fase beta.

[Este artículo pertenece a la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

El impacto de los teléfonos inteligentes va a ser tan profundo que The Economist acaba de dedicar una portada a El planeta de los teléfonos, estupefacto porque un artilugio que ni siquiera existía en los primeros años del siglo XXI está ya en el bolsillo del 50% de los habitantes del planeta y, según sus estimaciones, dentro de un lustro llegará al 80% de la humanidad.

Las repercusiones del fenómeno son extraordinarias no sólo desde el punto de vista económico, sino, sobre todo, por su impacto social porque un teléfono inteligente no se lleva simplemente para llamar, sino que es el nuevo epicentro para casi todo, desde consumir hasta relacionarse con los demás, pasando por todas las vías intermedias entre la preparación de la revolución y el próximo gran pelotazo.