Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.
Economía de plataforma: más participativa y diversa
La economía de plataforma -aquella que se organiza en comunidades de usuarios que colaboran entre sí a través de una plataforma digital- está creciendo de forma rápida y exponencial. Se ha convertido en una de las principales prioridades de los Gobiernos de todo el mundo debido al fuerte impacto sobre la vida y el desarrollo económico de las ciudades. La disrupción de los casos más conocidos, por ejemplo, con las plataformas Airbnb y Uber, generan una gran controversia pública.
A pesar de los retos que suponen, estos nuevos modelos económicos pueden ser a la vez una gran oportunidad para crear una economía urbana más inclusiva, más participativa y diversa. Estudios de investigación recientes han desarrollado herramientas que sirven para diferenciar entre modelos de plataformas digitales y para identificar el impacto que tienen sobre las ciudades. Esta nueva economía se puede alinear con los intereses de la ciudad.
Existen modelos de éxito que son socialmente responsables, como son, por ejemplo, el procomún, el cooperativismo de plataforma y las organizaciones descentralizadas que se basan en una economía social y el conocimiento abierto.
Para diferenciar los distintos modelos de economía de plataforma, el estudio de las calidades democráticas -es decir, la gobernanza, el modelo económico, las políticas tecnológicas y de conocimiento y la responsabilidad social y el impacto de las plataformas- nos permite distinguir entre aquellos modelos que se configuran en tanto que comunes digitales -como Wikipedia-, los de carácter extractivo capitalista (los llamados unicornios) -caso de Airbnb y Uber- y los que han aparecido más recientemente a partir de los principios cooperativistas, que, en cambio, promueven un nuevo cooperativismo de plataforma -es el que promueve Som Mobilitat-.
Declaración de ciudades colaborativas
En este contexto, las ciudades -que es donde se concentra la actividad y los impactos de la economía de plataforma- han querido encontrarse para desarrollar una estrategia conjunta con la que hacer frente a los desafíos y a los impactos negativos que generan algunas de estas plataformas, y de proporcionar estándares comunes a las ciudades para enviar señales claras al mercado. Después de las ediciones de Nueva York, en el año 2017, y de Ámsterdam en 2006, Barcelona acogió recientemente la Sharing Cities Summit 2018, organizada conjuntamente por el Ayuntamiento de Barcelona y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y en la que participaron 50 ciudades de todo el mundo. Contó con la participación de representantes de gobierno de ciudades globales como Ámsterdam, Barcelona, Lisboa, Madrid, Montreal, Nueva York, París, São Paulo, Seúl, Singapur, Estocolmo y Viena.
La cumbre tenía como objetivo debatir y compartir experiencias, retos y oportunidades que plantea la irrupción de la economía de plataforma colaborativa. El encuentro dio lugar a la Declaración de las Ciudades Colaborativas, un compromiso entre las ciudades para hacer prevalecer una serie de principios compartidos en el ámbito de la economía de plataforma. La declaración, de 10 puntos, fija los principios y los compromisos que permiten garantizar la defensa de la soberanía de las ciudades que se enfrentan a impactos disruptivos de las nuevas plataformas digitales y que, a la vez, también quieren aprovechar las oportunidades de crecimiento económico y de innovación que plantean los modelos que son más responsables.
La declaración es particularmente relevante en la medida en la que reivindica la soberanía de las ciudades a la hora de entrar en negociaciones con plataformas digitales. Las ciudades quieren hacer respetar las normas locales y defender la habitabilidad de la esfera urbana, además de los derechos de la ciudadanía usuaria de las plataformas. Por lo tanto, el propósito es establecer protocolos digitales y estándares para garantizar el cumplimiento de las normativas de cada ciudad, mediante la previsión de mecanismos de sanción en caso de infracciones. Idealmente, ello debería dar lugar a un nuevo contrato en el que la actividad económica, los derechos de los usuarios y las usuarias y el derecho a vivir en las ciudades sean compatibles.
La Declaración de las Ciudades Colaborativas irá acompañada de un plan de actuaciones con el fin de implementar los principios consensuados durante el próximo año, que tendrá su sede central en el Centro InnoBa de Barcelona. Este plan prevé establecer una oficina con sede en Barcelona, desde donde las ciudades podrán compartir información, estrategias y marcos de negociación comunes.
No es casualidad que Barcelona haya liderado este encuentro global, tanto por el ecosistema existente como por el impulso que el Ayuntamiento ha dado a estas iniciativas económicas. La ciudad es una referencia mundial en modelos socialmente responsables de la economía de plataforma. Así lo demuestra el reciente trabajo de investigación del grupo Dimmons de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que se publicó con ocasión de la reunión.
El libro Sharing Cities: A worldwide cities overview on platform economy policies with a focus on Barcelona (Ciudades colaborativas: una prospectiva global de políticas en economía con el foco en Barcelona) recoge los resultados de las investigaciones realizadas por Dimmons sobre las políticas públicas que fomentan la economía de plataforma en distintos lugares del mundo y alrededor de las calidades democráticas de la economía de plataforma colaborativa en Barcelona.
El trabajo identifica y analiza un centenar de plataformas que tienen un enfoque socialmente responsable y que son una muestra positiva de nuevas maneras de interacción entre la ciudadanía para autoorganizarse y generar crecimiento económico. Las plataformas operan en 28 áreas de actividades económicas diferentes, desde la creación y la compartición de culturas colaborativas hasta la energía y el consumo agroecológico.
El estudio detecta una etapa de expansión de la producción colaborativa apoyada por plataformas digitales, con el potencial de irrumpir en cualquier ámbito de actividad económica de la ciudad. Som Mobilitat, Katuma, Som Energia, Smart IB, Moodle, Wikiloc, Wikipedia y Mensakas son ejemplos significativos de estas plataformas socialmente responsables y alineadas con el interés general de las ciudades. Son plataformas activas, respectivamente, en el ámbito de la movilidad eléctrica compartida, la distribución de alimentos ecológicos, el software libre, el open data (datos abiertos) y el servicio de comida a domicilio.
Esta visión económica -que combina tanto la gobernanza participativa como la responsabilidad social y ecológica, vínculo local y apertura de conocimientos y tecnologías- representa un paradigma diferente de entender la economía que se alinea mejor con el interés general de las ciudades, puesto que no genera impactos disruptivos ni que colisionen con derechos, como el derecho a la vivienda y los derechos laborales. La ciudad de Barcelona apuesta claramente por incluir en el debate sobre las ciudades inteligentes, las smart cities, estas iniciativas, que parten, en cambio, de una colaboración ciudadana real.
Mayo Fuster Morell es directora del grupo Dimmons de investigación y acción en innovación socioeconómicas en el IN3 de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
[Este artículo ha sido publicado en el número 65 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
La economía de plataforma -aquella que se organiza en comunidades de usuarios que colaboran entre sí a través de una plataforma digital- está creciendo de forma rápida y exponencial. Se ha convertido en una de las principales prioridades de los Gobiernos de todo el mundo debido al fuerte impacto sobre la vida y el desarrollo económico de las ciudades. La disrupción de los casos más conocidos, por ejemplo, con las plataformas Airbnb y Uber, generan una gran controversia pública.
A pesar de los retos que suponen, estos nuevos modelos económicos pueden ser a la vez una gran oportunidad para crear una economía urbana más inclusiva, más participativa y diversa. Estudios de investigación recientes han desarrollado herramientas que sirven para diferenciar entre modelos de plataformas digitales y para identificar el impacto que tienen sobre las ciudades. Esta nueva economía se puede alinear con los intereses de la ciudad.