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Emmanuel Todd: “Europa debe deslegitimar a sus élites”

Hernán Garcés y Arthur Vigneron, abogados

Unas semanas atrás, el presidente del Eurogrupo y ministro de finanzas neerlandés, Jeroen Dijsselbloem, revelaba en una entrevista que a mediados de 2012 en el punto álgido de la crisis de la deuda europea, los Países Bajos tenían preparada una hoja de ruta para abandonar el euro y restablecer el florín. Nada sorprendente para Emmanuel Todd, que lleva advirtiendo desde 1995 de la imposibilidad histórico-antropológica de la moneda única.

Emmanuel Todd es un reputado historiador y antropólogo francés que saltó a la fama con sólo 25 años al predecir en 1975, cuando aún estudiaba en la Universidad de Cambridge, la explosión del sistema soviético en su libro La Chute Finale (El Hundimiento Final), que se convierte rápidamente en un best-seller. Han sido tantos los pronósticos acertados en su haber que el periódico Le Monde le dedicó un artículo intitulado “el profeta de los políticos”.

Diecinueve años atrás aprovechó el prólogo a la edición de bolsillo de su libro La Invención de Europa (Tusquets,1996) para prevenir de las consecuencias que traería la implantación de la moneda única en el continente: “Una sensibilidad real a la diversidad de las costumbres y de los valores europeos conduce a una sola conclusión: la regulación monetaria centralizada de sociedades tan dispares como, por ejemplo, Francia y Alemania conducirá a un disfuncionamiento masivo, al principio , de una u otra sociedad, y, luego , de las dos (...) Si el proyecto de la moneda única se lleva a cabo, este libro permitirá comprender, en veinte años más, por qué la unificación estatal impuesta sin una conciencia colectiva ha producido una jungla más que una sociedad.”

El hombre que nos recibe en su casa es extremadamente cordial y sencillo. Su salón, inundado de luz y cómodamente amueblado, contiene todos los elementos del “burgués desenfadado” que Emmanuel Todd pretende ser, salvo que una cierta agitación se palpa en el ambiente. Salta inmediatamente a la vista los numerosos libros de historia y antropología desparramados en la mesa central y el anfitrión está en ebullición cuando comienza la entrevista. A veces iconoclasta, Emmanuel Todd rebosa de ideas. Su análisis geopolítico de Europa está íntimamente vinculado a sus investigaciones antropológicas sobre las estructuras familiares que estudia sin descanso desde su tesina en Cambridge.

La hipótesis de Todd, tal como la expone en su interesante obra La Invención de Europa, es que el núcleo familiar es el primer factor de condicionamiento psíquico del ser humano. Asimismo, puede ser un buen instrumento para comprender las diferencias que existen entre los comportamientos de los distintos pueblos de Europa.

Todos intuimos que los alemanes y austriacos son –en su mayoría- más ordenados y disciplinados, que los ingleses y holandeses son liberales, y que los españoles, franceses e italianos son –de nuevo en su mayoría- más desordenados e indecisos que sus vecinos. Sin embargo, nadie puede explicarlo de manera racional. Emmanuel Todd nos ofrece una respuesta antropológica y sus resultados sorprenden.

Su teoría, que reposa en hechos objetivos, tiene el mérito de identificar en cada estructura familiar sus virtudes y sus defectos. “Tengo la sensación de tener las herramientas necesarias para explicar racionalmente las diferencias entre los pueblos, lo que permite escapar a todo racismo”, explica.

Ello nos viene bien, porque lo vamos a verificar.

P: En 1995, cinco años después de la publicación de La Invención de Europa, aprovecha el prólogo de la nueva edición del libro para oponerse al tratado de Maastricht y el euro. ¿Por qué?La Invención de Europa

R: Cuando escribí La Invención de Europa, yo era profundamente apolítico. El objetivo inicial de mis investigaciones no era llegar a una conclusión sobre Europa, sino más bien estudiar la divergencia de los sistemas familiares para comprender la historia. El azar hizo que el libro se publicara en el mismo momento en que todo el mundo estaba eufórico con el paso adelante de Europa e inicialmente el libro fue recibido como una contribución al europeísmo. Por aquel entonces, la diversidad de Europa era percibida como algo positivo.

Mi tranquilidad se vio alterada cuando unos tipos llegaron con su maravillosa idea del euro. En ese momento yo estaba trabajando sobre los problemas de integración de los inmigrantes en Francia, Reino Unido y Alemania. Estaba observando las enormes divergencias de matrimonios mixtos entre estos tres países y mi instinto me dijo que estos países no estaban preparados para converger. Me di cuenta que mi modelo basado en las divergencias de los sistemas familiares era más potente de lo que había imaginado. Llegué a la conclusión de que el euro no podía funcionar.

Como historiador de largo recorrido, no puedo más que sentir aversión al angelismo pro-europeo; la realidad de Francia no es que se está fusionando con España, Finlandia, Irlanda y Alemania, sino que poblaciones de origen europeo, africano, árabe y asiático están fusionándose, en particular en la región parisina, y frente a la grandeza histórica de estos encuentros planetarios, la idea europea es por naturaleza reductora, incluso mezquina.

P: ¿Qué opina la crisis de la Unión Europea?

R: El sistema europeo es disfuncional, es una evidencia más que flagrante. La pregunta no es saber si Europa funciona, Europa es un desastre. El problema estriba en poder responder a la siguiente pregunta. ¿Por qué no ocurre nada? ¿Qué ocurre con el cuerpo electoral?

Uno de los grandes problemas que tenemos al describir la realidad de la Unión Europea es el inmovilismo de las palabras y las costumbres verbales que impiden una descripción correcta de lo que está ocurriendo. Seguimos hablando de Europa, o de federalismo, como si estuviésemos hablando de la misma “cosa”. Sin embargo, no es la misma Europa de antes. Es una Europa donde las naciones son desiguales. Hay un jefe, que es Alemania y sus satélites de Europa del norte y los países bálticos. Ya no estamos ante la Europa de papá, la Europa simpática de la política agrícola común, de Airbus, de Ariane y del proyecto Erasmus. Es otro mundo, que yo defino como “austeritario”, desigual y sadomasoquista.

P: Según usted, Alemania ha retomado el control del continente europeo. ¿Cómo ha ocurrido?

R: Si dejamos de escuchar el blablá europeísta, constatamos que a lo largo de los últimos cinco años Alemania ha tomado el control del continente europeo tanto en el plano económico como político.

Alemania ha recorrido un camino prodigioso, de sus dificultades económicas durante la reunificación a su restablecimiento económico. Aprovechando su solidez económica, tuvo la capacidad de utilizar la crisis de la deuda para poner en cintura al conjunto del continente. ¡No se puede reprochar a la gente de ser eficaz! Ha encontrado de nuevo su espacio de dominación en Europa del Este con los antiguos satélites soviéticos, sumado al control de facto de Europa del Sur.

Lo que es verdaderamente inquietante es la amnesia. Todo el mundo nos da la tabarra con el culto a la memoria y no estoy haciendo burla -soy de origen judío-, pero en realidad la memoria histórica es cero. Todo el mundo parece sorprendido cuando redescubrimos que Alemania sigue siendo Alemania. ¡La memoria debería habérnoslo dicho!

P: Le acusan de ser germanófobo…

R: ¡Menudo error! Mi actitud es fundamentalmente una aceptación de historiador y antropólogo. Acepto ver la especificidad de la potencia de Alemania, la evidencia de un rol particular de Alemania en la historia. Por ejemplo, la modernidad educativa europea comenzó con la reforma protestante en Alemania, que estaba alfabetizada mucho antes que Francia, por no hablar de España. Pero Alemania es Alemania, disciplina, eficiencia, obstinación en la búsqueda de objetivos específicos.

P: Thomas Mann, en 1953, en un discurso a unos estudiantes de Hamburgo les advertía contra una “Europa alemana” y preconizaba más bien a aspirar a una “Alemania europea”. ¿Qué opina de esta advertencia?

R: Esto me recuerda una broma. ¿Qué es Europa? Un conjunto de naciones que temen a Alemania… ¡y esta definición incluye a la propia Alemania! (risas)

Tener miedo de Alemania en la época de Thomas Mann era un sentimiento totalmente natural. No solo por la devastación que había provocado durante la Segunda Guerra Mundial, sino también porque era un país que había conseguido hacer cosas completamente inconcebibles en términos de potencia y eficiencia militar. De ello, los militares franceses se acuerdan... Cuando uno piensa que finalmente fueron necesarios los ingleses, los americanos y los rusos para doblegarla, ¡es sencillamente increíble! Para los europeos de la posguerra, Alemania era un país prodigiosamente civilizado, disciplinado y eficaz, que podía de vez en cuando, transformarse en un perro enrabiado completamente demente. Evidentemente, es algo que Mitterrand y Thatcher tenían en mente cuando se negaron en un principio a la reunificación de Alemania.

P: ¿Entonces el destino de Alemania sería dominar periódicamente al resto de Europa?

R: Tampoco hay que dramatizar, ¡estamos en tiempos de paz! Por suerte, sólo hablamos del nivel de vida. El problema de Alemania, es su incapacidad tradicional de permanecer tranquilamente en posición de jefe. Este fenómeno tiene una explicación antropológica, vinculada a la estructura familiar típica de Alemania, que desarrollo en La Invención de Europa.

El modelo familiar alemán es por naturaleza autoritario, jerárquico y desigual. En una sociedad estructurada alrededor de este modelo familiar, la persona que se siente incómoda es el jefe, que se encuentra en lo alto de la jerarquía y tiene que decidir, actuando libremente en un universo muy vasto. Por definición, esta persona es incapaz de pensar en términos de libertad o igualdad y entra en pánico ante la libertad que le procura el poder. Es una explicación racional a los desvaríos periódicos de Alemania cuando alcanza de manera autónoma la posición de superpotencia.

Pensad por ejemplo en el primer periodo de crecimiento alemán justo después de la reunificación de 1870, cuando Alemania se convirtió rápidamente en la primera potencia económica del continente. A nivel político, el país había fundado su unidad en oposición al enemigo nacional que era Francia. Pero cuando tomó conciencia de su dominación, Alemania empezó a comportarse de manera irracional. Guillermo II se deshizo de Bismarck, y Alemania pasó de tener un sólo enemigo, Francia, a enemistarse con todo el continente. Tiempo más tarde Europa se enfrentaba a la Primera Guerra Mundial.

Hoy en día lo que observamos es que Europa está empezando a convertirse en un modelo jerárquico que los alemanes consideran justo. Este pensamiento está expandiéndose en toda la esfera de influencia germánica y, poco a poco, los países del Norte comienzan a considerarse superiores a los países del Sur. Lo que está emergiendo en Europa es una división Norte-Sur. Es algo muy llamativo para un historiador, que nos devuelve a la época de enfrentamientos entre los católicos y protestantes, mucho tiempo atrás...

P: En el proceso en el que Alemania retomó el control del continente, Francia se desolidarizó del Sur de Europa y decidió no oponerse al poder de Berlín, hasta tal punto que usted acusa a su propio país de servidumbre voluntaria frente a Alemania. ¿Cómo explicar esta actitud?

R: La fascinación hacia Alemania es una neurosis francesa profunda que viene de muy lejos. Las elites francesas siempre han tenido devoción por este pueblo disciplinado y obediente. Ello tiene también una explicación antropológica basada en el sistema familiar.

Tanto en Francia como en España el sistema familiar dominante se caracteriza por el individualismo y el igualitarismo de los miembros de la familia. Como analizo en La Invención de Europa, este sistema familiar fue el que permitió, sumado a las circunstancias históricas, los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa. Este modelo puede parecer genial pero causa numerosos problemas de organización social: todo el mundo es igual y ello debilita los poderes. Los países latinos son agotadores para las élites porque son pueblos indisciplinados y desordenados. Entonces, las élites tienen el sueño de convertirse en alemanes.

Para volver a su pregunta, hablo efectivamente de una servidumbre voluntaria de Francia hacia Alemania. Dicha servidumbre es reciente y no se parece a la admiración clásica de las élites que evocaba antes. Pasó a ser una servidumbre técnica. Ello se debe a la hipertrofia del sistema bancario francés (con sus cuatro bancos sistémicos) y a las relaciones demasiado estrechas que tiene con el Estado francés. Existe en Francia una colusión sistémica entre los dirigentes de los grandes bancos y los altos cargos de la administración. Tarde o temprano la mayoría de los inspectores de finanzas terminan trabajando para la banca. El problema radica en que estas personas no tienen la más remota idea del trabajo de banquero y su propensión natural de especular en bonos del Estado ha llevado a que el sistema bancario francés se encuentre en una mala situación durante la crisis de la deuda. El Estado, al carecer de poder sobre la moneda, se ha visto obligado a dirigirse al único país crediticio o casi de Europa, Alemania.

P: ¿Cómo ha respondido Alemania ?

R: Alemania ha hecho gala de una sorprendente bondad hacia Francia. Ha decidido privilegiar Francia en detrimento del resto de los países de Europa.

Si comparamos Francia con sus vecinos vemos que es el único país que se comporta como si la crisis no fuese con ellos. Portugal, España e Italia las están pasando canutas y mejor no hablar de Grecia… En cambio, Francia, que no es uno de los países eficientes de la Europa protestante, está más bien tranquila. Si ustedes hablan con franceses, verán que siguen pensando en términos de subida de salario en las negociaciones sindicales. En muchos países, al contrario, las personas suelen más bien discutir cuánto le van a bajar el salario.

Esto no pasaría si Francia no fuese privilegiada por Alemania, y, claro, Francia, en contrapartida, se somete a ella. Asimismo, Francia tiene una enorme responsabilidad al permitir la dominación de Alemania sobre el Sur de Europa. ¡Por supuesto, la industria francesa se está esfumando!

***

Definitivamente, ¡Todd no tiene pelos en la lengua! Lo habíamos previsto, hasta lo esperábamos. Sabíamos, antes de venir, que nos íbamos a encontrar con un intelectual que asume sus ideas sin compromisos y sin concesiones, y no estamos decepcionados. Las personas como él le desaprenden a uno lo políticamente correcto en dos horas y eso es bueno, se piense lo que se piense, de sus teorías. Regularmente invitado a los platós de televisión y radio franceses, el antropólogo irrita a más de uno que lo tacha de provocador, incluso de nacionalista, germanófobo, racista u otro epíteto poco amable.

¿Se puede decir que Emmanuel Todd es un provocador? Nosotros no lo creemos.

Si lo pensamos bien, su idea de servidumbre de Francia hacia Alemania encuentra un cierto eco histórico. Prueba de ello es que durante la Segunda Guerra Mundial, varios intelectuales denunciaron una capitulación ideológica y política similar de las elites francesas hacia Alemania como origen de la derrota de junio de 1940. Como fue el caso de Marc Bloch y su ‘Extraña derrota’ (1940), pero también del periodista español Manuel Chaves Nogales que publicó en 1941 su célebre ensayo, ‘La agonía de Francia’.

Asimismo, la visión de una Alemania por naturaleza autoritaria y disciplinada incomoda a más de uno que, por miedo a ser tachado de racista, decide hacer como si las diferencias entre los pueblos no existieran. Sin embargo, es necesario recordar que este temperamento germánico ha sido ya observado en el pasado por muchos intelectuales de lengua alemana, como Thomas Mann. También Stefan Zweig, en su ‘Mundo de ayer’, describe este fenómeno:

“Para el pueblo alemán el orden ha sido siempre más importante que la libertad o el derecho. Y quien prometía orden (el propio Goethe dijo que preferiría una injusticia a un desorden) desde el primer momento podía contar con centenares de miles de seguidores”.

Nadie puede pretender que Stefan Zweig era racista, o germanófobo y tras estas aclaraciones, proseguimos la entrevista.

***

P: En una entrevista que concedió al periódico alemán Die Zeit, usted se refirió a Alemania como una “Herrenvolk Democracy” (Democracia del pueblo de los señores). ¿Qué significa? Die Zeit, Democracia del pueblo de los señores

R: Es un concepto que he tomado prestado al antropólogo Pierre van den Berghe, que lo utilizó para explicar el concepto de democracia étnica en la África del Sur del apartheid. En África del Sur una parte de los ciudadanos vivía en pie de igualdad, en una sociedad que funcionaba perfectamente según las reglas liberales y democráticas, pero cuya libertad y democracia funcionaba porque había un grupo dominado.

En mi opinión Europa comienza a tomar la forma general de una “Herrenvolk Democracy” con, en su corazón, una democracia alemana reservada a un pueblo dominante y, alrededor, toda una jerarquía de poblaciones más o menos dominadas. Cuando digo Alemania, me refiero en realidad a toda la esfera germánica. En Grecia o en España, la gente puede seguir votando pero al mismo tiempo estos países reciben diktats que vienen de Bruselas o de Berlín... De esta manera, el voto de los ciudadanos españoles o griegos se convierte en papel mojado.

P: Usted se ha opuesto al euro desde 1995. ¿Sigue manteniendo su posición?

R: El euro no funcionará jamás, es una certeza antropológica. La moneda única ha forzado a los países de Europa a converger sus economías a marcha forzada, sin tener en cuenta sus enormes diferencias estructurales. Naturalmente, tenía que terminar por servir al más fuerte entre todos, Alemania, gran país crediticio y exportador.

Normalmente la moneda está al servicio de la economía; en cambio, el euro es una moneda que la economía debe servir. En numerosas ocasiones me he referido al euro como el becerro de oro de una nueva religión monetaria y mantengo la metáfora. El euro es una moneda sacrificial que contiene una carga religiosa, una creencia colectiva en el sueño europeo. Sin embargo, es difícil dejar de creer, ahí radica el drama.

Los alemanes harán todo lo posible para que el euro no colapse al seguir siendo indispensable para su industria. El problema es que esta estrategia económica de Alemania lleva un toque de locura… Si todo el mundo hiciera como Alemania -es decir, si todo el mundo produjera excedentes comerciales- nos enfrentaríamos a una insuficiencia masiva de la demanda y Europa entraría en recesión. De hecho, ya casi estamos... Si Europa vuelve a entrar en recesión, Alemania habrá realmente contribuido a ello no sólo por su actividad económica sino por las medidas de austeridad impuestas a Europa. Se está reproduciendo lo que ocurrió con la crisis del año 29, se originó en los Estados Unidos pero el rebote vino de Alemania y su política deflacionista.

Otra vez más me gustaría subrayar que Alemania no es la única responsable de este desastre. Mis investigaciones antropológicas demuestran el comportamiento irracional de Alemania cuando no hay ningún contrapoder sólido a su hegemonía. La inacción de Francia, Reino Unido y la falta de unión de los países del Sur de Europa son igual de responsables de esta deriva de Alemania. La Historia prueba que la cobardía de los franceses antes de la Primera y Segunda Guerra Mundial contribuyeron tanto a la catástrofe como la irracionalidad hegemónica de Alemania. ¡Si quieren calificarme de germanófobo, que me califiquen también de francófobo! Pero como también soy un gran patriota francés, comprenderán que no soy anti alemán (risas). Analizo fríamente la situación, eso es todo.

P: Habla en serio de salir del euro aunque reconozca que, al elegir esta vía, nos enfrentaríamos a dificultades. ¿Piensa usted que los sufrimientos producidos por una salida del euro son más aceptables que los sufrimientos inducidos por el mantenimiento a todo precio de la moneda única?

R: No sé lo que ocurriría en los países del Sur al ya tener serios problemas internos.

En lo que respecta a Francia, es evidente que tiene que ser visto como un choque operatorio. Imagínese que usted tiene un tumor grave, que tiene que ser operado y es seguro que al despertar de la operación se va a sentir muy muy mal. Es un problema de aceptación del choque operatorio. Qué es lo que preferimos, ¿morir tranquilamente de cáncer o extirpar el tumor?

Acepto la idea de las dificultades económicas que conllevan la salida del euro, acepto la bajada del nivel de vida, temporal, porque de todas maneras la calidad de vida ya está bajando. Sin lugar a dudas, será un choque brutal. El choque se distribuirá de manera diferente sobre las diferentes capas de la población y los de edad más avanzada son los que más sufrirán, como ocurrió durante la desintegración de la URSS. Hay que decir que esto constituye sin embargo un freno importante a la salida del euro, dada la importancia cada vez mayor de los ancianos en nuestras sociedades. El mundo occidental se enfrenta a una pirámide de edades jamás vista en la Historia... A pesar de esto, veo la salida del euro como un choque ideológico, social y positivo en estas sociedades paralizadas, calcificadas, envejecidas.

Unos pretenden que si cada país vuelve a su propia moneda, entramos de nuevo en una Europa donde los países se aíslan y donde la paz entre ellos está amenazada. Este análisis recae en una concepción falsa, al revés, de Europa. A estos pesimistas contesto que justamente, el euro ha creado una zona de guerra máxima entre los países europeos. Existe una competición económica feroz entre nuestros Estados que bajan poco a poco el coste del trabajo para sacar ventajas laborales frente a su vecino. Con el euro, todos nos estamos arrastrando en una mecánica implacable de desplome del nivel de vida.

Europa no sólo necesita flexibilidad monetaria, es decir, que los países encuentren en el plano técnico la posibilidad de protegerse con la moneda, de tener su propia política monetaria. Desde el principio me opuse a la implementación del euro por razones técnicas, pero visto el daño que ha producido, ahora mismo lo veo como un nudo gordiano. La moneda única se ha convertido en el símbolo de la incompetencia de la clase dirigente. Comprendo perfectamente las grandes dificultades de la transición, pero el hundimiento del euro sería una suerte para Europa. ¡Europa debe deslegitimar a sus élites!

P: Usted ha afirmado en una reciente entrevista que Francia es el único país con capacidad de cambiar las reglas del juego. Sin embargo, en varios países del sur están surgiendo partidos políticos con apoyo electoral que quieren cambiar la dinámica actual. Nos referimos en particular a Syriza y Podemos. ¿Por qué piensa usted que los países del Sur no pueden cambiar la dinámica actual?

R: ¡Nada de eso! Si los países del sur consiguen unirse para doblegar a Alemania sería fantástico. Yo constato que en el proceso de derrumbamiento del sistema, todos los países han sido impotentes, mientras que Francia tenía algo que decir y hubiese podido actuar para federar el sur. Si los países del sur consiguen organizarse, estaría muy bien y sería otra historia. ¡La Historia no se para! Las personas tardan en comprender, hay que contar con el tiempo de supervivencia de las viejas ideas pero es necesario que los ciudadanos reaccionen.

Como ciudadano francés me da mucha vergüenza la complacencia francesa. Sería fantástico si la gente del sur consiguiera entenderse y pudiese prescindir de la contribución francesa. Aunque pienso que sería mejor si Francia estuviese movilizada del lado de los países del sur. En estos momentos nos encontramos con un racismo no asumido de las élites francesas, que es la contrapartida tradicional de la neurosis alemana que evocaba al principio. Nosotros, franceses, rechazamos nuestras raíces latinas y nos queremos identificar con la gente del norte, seria y eficiente. ¡Yo siempre les digo: fijaos más bien en quien gana al fútbol! (risas)

[Este artículo pertenece a la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

Unas semanas atrás, el presidente del Eurogrupo y ministro de finanzas neerlandés, Jeroen Dijsselbloem, revelaba en una entrevista que a mediados de 2012 en el punto álgido de la crisis de la deuda europea, los Países Bajos tenían preparada una hoja de ruta para abandonar el euro y restablecer el florín. Nada sorprendente para Emmanuel Todd, que lleva advirtiendo desde 1995 de la imposibilidad histórico-antropológica de la moneda única.

Emmanuel Todd es un reputado historiador y antropólogo francés que saltó a la fama con sólo 25 años al predecir en 1975, cuando aún estudiaba en la Universidad de Cambridge, la explosión del sistema soviético en su libro La Chute Finale (El Hundimiento Final), que se convierte rápidamente en un best-seller. Han sido tantos los pronósticos acertados en su haber que el periódico Le Monde le dedicó un artículo intitulado “el profeta de los políticos”.