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El mundo feliz de Luis de Guindos desentona con las angustias de los empresarios

De Guindos sitúa a España en una trayectoria de salida de la crisis

Andreu Missé

Las Jornadas anuales del Círculo de Economía, que este fin de semana ha celebrado su XXIX reunión en Sitges, suelen ser un encuentro ideal para que los ministros del ramo puedan colocar sus mensajes ante el colectivo de empresarios más inquietos y mejor dispuestos a entrar en complicidad con quien lleva las riendas de la economía del país. El encuentro es también una excelente ocasión para que los titulares de Economía puedan tomar directamente el pulso y el estado de ánimo de los directivos de la primera región industrial de España en un clima amable y respetuoso.

El presidente de la entidad, Josep Piqué, ex ministro del Partido Popular, siguiendo el formato tradicional de estos encuentros, trasladó a De Guindos las preguntas que le habían remitido varios de los asistentes referidas a las preocupaciones que mantienen en vilo al sector. Dos asuntos destacaron especialmente: la probable subida del IVA, según las recomendaciones de la Comisión Europea y sobre todo la angustiosa demanda de “cuándo habrá crédito” para las empresas.

Desbordante de optimismo, el ministro rechazó de plano la preocupación por la subida de impuestos y aseguró con rotundidad “que la Comisión no ha pedido que se suba el IVA”, ante el pasmo de los presentes incluido el propio Piqué, que deslizó un “todos lo habíamos entendido así”.

A la cuestión más de fondo sobre la necesidad del crédito, el ministro respondió con buenas palabras y una advertencia inquietante. A la obviedad de que “es fundamental que empiece a haber crédito disponible para la economía española pues el crédito no fluye como debería”, añadió que para ello es necesario que los bancos “reduzcan su nivel de endeudamiento”. Es decir, reconoció implícitamente que los bancos todavía no están en forma, porque aún están muy endeudados. Algunos expertos estiman que la sobrecarga es todavía de 300.000 o 400.000 millones. En este escenario lo que los empresarios querían saber es ¿cuándo estarán los bancos suficientemente saneados para cumplir su función básica de financiar la economía? ¿Estarían en mejores condiciones si se hubieran aprovechado los 60.000 millones disponibles y no utilizados de la UE? ¿Por qué ha sido preciso tanto tiempo y tanto dinero público para sanear un sector que todavía no funciona con normalidad y no se sabe cuándo lo hará?

El ministro dirigió todas las culpas al sector de la construcción. “La restricción crediticia se tendría que dar en el sector que se excedió, pero tendría que estar disponible para el resto de la economía”, una afirmación de la que es dificil discrepar.

De Guindos destacó los esfuerzos realizados por la banca que el año pasado provisionó 87.000 millones de euros y que este año sólo tendrá que hacer por valor de 10.000 millones y aseguró que las dudas del sistema bancario se habían disipado. El ministro subrayó los avances en transparencia, “nadie publica los datos de las refinanciaciones”, y como prueba de fiabilidad destacó que “el año próximo el 90% del sistema financiero español estará supervisado por el BCE”, lo cual no deja en muy buen lugar a la supervisión del Banco de España.

El ministro abundó en ciertos datos positivos como que el endeudamiento privado se había reducido en 200.000 millones, y ya en plena euforia pronosticó que “dentro de un año la economía española estará creciendo y creando empleo”. Sin duda forma parte de las tareas de ministro de Economía insuflar optimismo. Pero ante todo debe tratar de ser creíble. En Sitges, De Guindos dejó estupefactos a sus oyentes por el tono de su euforia poco acorde con el clima social de un país en el que se sigue encogiendo el tamaño de su economía y está abocado a una tasa de paro del 28%, según el último pronóstico de la OCDE; una tasa de ahorro por los suelos y unos bancos que siguen sin funcionar. Aunque la intervención del ministro recibió un aplauso de cortesía, los semblantes y comentarios después de sus palabras no eran ni de satisfacción ni de tranquilidad. La gravedad del momento exige otro tipo de discursos menos radiantes cuando se vive en la penumbra y medidas más precisas y convincentes.

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