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Maestras, enfermeras y vendedoras: feminización y brecha salarial

De todos los campos de actividad profesional, el que en España registra una proporción más elevada de mujeres es el del comercio. Un 17,5% de las mujeres ocupadas se ubican en las ventas al por mayor y al por menor, según la última Encuesta de Población Activa (EPA), correspondiente al tercer trimestre de este año. El comercio es uno de los escasos ámbitos donde la proporción de mujeres supera a la de hombres, aunque la diferencia no es muy relevante y tiende a reducirse. En cambio, la crisis iniciada en 2008 se disipa dejándonos una clara feminización de dos sectores donde las mujeres también predominaban, pero donde, transcurridos ya nueve años, numéricamente hoy todavía pesan más: se trata de las actividades sanitarias y los servicios sociales, por una parte, y la educación, por la otra.

El porcentaje de trabajadoras en el ámbito sanitario y de los servicios sociales ha aumentado del 11,9% al 14,5% entre 2008 y 2017, y la diferencia respecto al peso de los hombres (3,5% de ellos se dedican a esta actividad) ha aumentado a 11 puntos porcentuales durante este período. También en el caso de la educación, la distancia se amplía: la proporción de mujeres educadoras ha aumentado hasta el 9,1%, 5,4 puntos por encima de la referida a los educadores varones, si comparamos el panorama con el que mostraba la última EPA con la del tercer trimestre del año 2008.

La hostelería, las actividades relacionadas con el hogar (personal doméstico), las tareas administrativas y los servicios auxiliares y algunas actividades profesionales son los campos en los que encontramos una mayor presencia relativa de trabajadoras.

En conjunto, son los servicios donde hay más mujeres que hombres. Éstas suman un 53,4% del total de personas trabajadoras del sector terciario (cierre de 2016), y en grandes urbes como Madrid o Barcelona la proporción es mucho más elevada. Donde menos abundan sigue siendo en la construcción.

Sin embargo, en todos los sectores económicos, en todos los niveles educativos y en todas las franjas de edad, las mujeres siguen cobrando menos que los hombres. Es más: en el subsector donde se produce la mayor brecha salarial es el correspondiente a los servicios financieros y de seguros, una actividad donde se da la circunstancia de que la presencia por sexos es equilibrada y que no corresponde al estereotipo persistente (con cierto fundamento) de la mujer a cargo de una ocupación elemental. En las finanzas y los seguros, la diferencia de retribución en detrimento de las profesionales supera el 30%.

TRABAJAR GRATIS

Esta brecha en la actividad financiera es muy superior a la que separa las retribuciones medias de trabajadoras y trabajadores. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que desmenuza datos de la EPA correspondientes a 2016, la diferencia entre el salario medio mensual entre unas y otros alcanza el 24,9% y supone que las mujeres perciben, de media, 1.661 euros (brutos) al mes, frente a los 2.075,7 (también brutos) de los hombres. Eso significa que, a partir de octubre y hasta el resto del año, las mujeres con un empleo remunerado trabajan gratis. Siempre se podrá afirmar que en pleno apogeo de la crisis, en 2011, la distancia en detrimento de las trabajadoras era todavía peor; es decir, mayor: un 28,5%. Así, la brecha salarial ha encogido. La cuestión es por qué.

Los estudios salariales del INE nos dicen que el salario medio mensual de ambos sexos del empleo principal retrocedió el año pasado (un 0,8% menos que en 2015). Pero es sobre todo la caída del referido a los hombres lo que arrastró a la baja el salario medio.

Si dividimos la población ocupada en diez segmentos (deciles) en función de sus ingresos, siendo uno el segmento de ingresos más bajos y el diez el segmento de los que cobran más, queda muy claro quién copa los extremos. Se mire como se mire. La cantidad de mujeres que ganan menos de 710,1 euros al mes triplica la cifra de hombres con tales ingresos. El número de mujeres que ganan menos de 1.002,8 euros al mes duplica el de los hombres (2,1 millones frente a menos de 900.000). Cuatro de cada diez mujeres ocupadas viven con un salario inferior a 1.229,3 euros. La proporción de mujeres que perciben una renta por debajo de la media (40,3%) también duplica la de los hombres que cobran por debajo de la media (un 20,7% del total).

Si observamos qué ocurre en la cima, entre quienes cobran más, la tendencia da un vuelco: un 34,6% de hombres cobraron más de 2. 137,5 euros, lo que les ocurrió a un 24,9% de mujeres.

Más de la mitad (55,05%) de las mujeres con un trabajo remunerado cobran unos ingresos equivalentes a entre una y dos veces el salario mínimo interprofesional (SMI) o incluso menos de una vez el SMI. Es una proporción 20 puntos porcentuales superior a la de los varones ocupados con el mismo bajo nivel de ingresos.

TRABAJADORAS DOMÉSTICAS

La mayor presencia femenina en sectores peor remunerados (cocineras, camareras, cajeras de un establecimiento comercial, teleoperadoras...) influye en esta realidad estadística, pese a la generalización del problema y a su existencia en sectores con sueldos más elevados como el mencionado caso de las finanzas. La economía feminista señala que precisamente este tipo de empleos están peor remunerados en la medida en que la presencia femenina es mayor en ellos. En las ramas de actividad que ganan menos (en los tres deciles salariales más bajos) se concentran ocupaciones elementales y trabajadores de servicios como la restauración, de atención a personas y vendedores. En ellos, las mujeres tienen especial presencia. En el trabajo doméstico, uno de los peor retribuidos, la presencia de hombres es, de hecho, testimonial (uno de cada diez empleos).

Otra cuestión es el trabajo doméstico y de atención a la familia que no se monetariza, es decir, que se realiza sin una remuneración económica. El problema tiene unas dimensiones mayores a medida que la mujer va cumpliendo años, de modo que las nuevas generaciones soportan en menor proporción el reparto desigual de estas responsabilidades. Aun así, en la franja de edad de entre treinta a treinta y nueve años, la mitad de las mujeres ya se zambulle en esta situación. De acuerdo con el INE, la edad a la que, de media, las mujeres son madres en España por primera vez es de treinta y dos años. Cada vez más tarde.

Relación directa con la brecha salarial tiene el peso abrumador de las mujeres entre los contratos por media jornada o por unas horas, pues dos millones de los 2,7 millones de personas que en España sólo han podido encontrar un empleo que no sea a tiempo completo son mujeres. Decimos que sólo han podido encontrar porque en una mayoría acaparadora de casos se trata de opciones involuntarias, aunque las razones que aducen las mujeres trabajadoras tienen más que ver con las responsabilidades de atención a mayores, niños y enfermos. Los cuidados siguen considerándose cosas de mujeres.

Por otra parte, las mujeres (cuya tasa de actividad es del 53,13%, frente al 65,4% de los hombres) se están viendo especialmente afectadas por el efecto desánimo que está haciendo aumentar la inactividad, sobre todo entre las trabajadoras más jóvenes. Creen que no van a encontrar un empleo o que éste no les va a compensar. Pese a la mejora del mercado laboral que se viene produciendo en términos cuantitativos desde 2014, la tasa de inactividad no desciende.

Las distintas trayectorias laborales (menos años trabajados y menores salarios) debido a la incorporación tardía de la mujer al mercado laboral se traduce en enormes desigualdades en las pensiones de jubilación. Hay muchas menos mujeres (43%) que hombres que tengan acceso a una pensión por jubilación contributiva (cuyos importes medios son más elevados) y en cambio, casi dos tercios del poco menos de medio millón de personas beneficiarias de pensiones asistenciales (no contributivas, sino a cargo de los Presupuestos Generales del Estado y mucho más bajas) las perciben mujeres. De media, estas pensiones no contributivas ascienden a 366,9 euros por mes, y las pensiones de viudedad son mayores. De 1,6 millones de pensiones de viudedad, que no requieren cotización, apenas 70.000 las cobran viudos. El sistema de pensiones, pues, acaba agudizando las desigualdadades de género en la sociedad.

[Este artículo forma parte del dossier 'Género y pobreza' publicado en el número 53 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

De todos los campos de actividad profesional, el que en España registra una proporción más elevada de mujeres es el del comercio. Un 17,5% de las mujeres ocupadas se ubican en las ventas al por mayor y al por menor, según la última Encuesta de Población Activa (EPA), correspondiente al tercer trimestre de este año. El comercio es uno de los escasos ámbitos donde la proporción de mujeres supera a la de hombres, aunque la diferencia no es muy relevante y tiende a reducirse. En cambio, la crisis iniciada en 2008 se disipa dejándonos una clara feminización de dos sectores donde las mujeres también predominaban, pero donde, transcurridos ya nueve años, numéricamente hoy todavía pesan más: se trata de las actividades sanitarias y los servicios sociales, por una parte, y la educación, por la otra.

El porcentaje de trabajadoras en el ámbito sanitario y de los servicios sociales ha aumentado del 11,9% al 14,5% entre 2008 y 2017, y la diferencia respecto al peso de los hombres (3,5% de ellos se dedican a esta actividad) ha aumentado a 11 puntos porcentuales durante este período. También en el caso de la educación, la distancia se amplía: la proporción de mujeres educadoras ha aumentado hasta el 9,1%, 5,4 puntos por encima de la referida a los educadores varones, si comparamos el panorama con el que mostraba la última EPA con la del tercer trimestre del año 2008.