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La nueva ciudad del siglo XXI

Miquel Barceló*

La ciudad actual es un resultado del sistema productivo que surge de la segunda revolución industrial del siglo XX. Este nuevo sistema productivo tiene su pleno desarrollo durante la segunda mitad del siglo, y en España, sobre todo, a partir de los años sesenta.

Una economía basada en la fábrica y en las tecnologías del proceso industrial, con un modelo de movilidad centrado en el vehículo automóvil y el motor de combustión interna; un sistema energético basado en la electricidad y en los derivados del petróleo, junto con otros factores, determinan un urbanismo que lleva a la ciudad dispersa en el territorio, a la especialización de usos urbanísticos y a la creación de nuevos espacios de actividad económica que se desarrollan en los polígonos industriales situados fuera de las ciudades.

Pero actualmente estamos en pleno proceso de cambio del sistema productivo, hacia un nuevo modelo en el que la fábrica industrial tradicional se transforma en una cadena de valor global. Un nuevo sistema productivo en que cada elemento se relaciona con otros muchos, y todo el conjunto suele estar coordinado por uno o varios agentes que dominan la cadena de valor global. En este sistema, la innovación es el factor clave de la competitividad, resultado del conocimiento y de la creatividad, del talento de las personas. Estas personas desean vivir en una ciudad distinta, en un nuevo modelo de ciudad, la ciudad del siglo XXI.

Nos encontramos, pues, en un momento de transición en el que se está conformando el llamado “nuevo sector innovador”, formado por actividades relacionadas con la producción avanzada (advance manufacturing), la robótica, las tecnologías de la información, las ciencias de la vida, las tecnologías médicas, los nuevos materiales, la nanotecnología, la fotónica, etc. Las tecnologías que a escala europea se han venido a denominar las KET o Key Enabling Technologies. Son las tecnologías que forman parte del nuevo núcleo tecnológico que determina las nuevas actividades económicas. Este nuevo núcleo tecnológico requiere, para su pleno desarrollo, de un nuevo modelo de ciudad.

Todos estos factores provocan una gran revolución que conlleva la necesidad de un cambio radical en la forma en que se ha planteado hasta ahora el urbanismo. Es necesario tener una nueva visión del fenómeno urbano que resulta de la integración conceptual de continente y de contenido. El sistema productivo y la nueva realidad económica no pueden ir por un lado y el urbanismo por otro. El nuevo urbanismo debe ser resultado de la integración de disciplinas como la innovación, la tecnología, el nuevo modelo energético, las políticas educativas y sociales y, por supuesto, las políticas económicas e industriales. No podemos planificar el territorio sin una visión integral de las nuevas tendencias que están determinando la nueva ciudad del siglo XXI. Este cambio radical se producirá a lo largo de un proceso que ya ha comenzado en todo el mundo.

Al servicio de la ciudadanía

La existencia en España de suelo industrial en polígonos en proceso progresivo de abandono puede representar una buena oportunidad para transformar este suelo en la nueva ciudad donde la innovación, la tecnología, el conocimiento tengan un papel fundamental. Seguramente se deberá profundizar en esta línea por la vía de proyectos piloto como los que actualmente se están desarrollando en algunas ciudades del mundo. Con los actuales polígonos industriales y en general con el suelo industrial urbano podemos transformar un grave problema —el de unos polígonos industriales en proceso de degradación— en una buena oportunidad: transformar este suelo industrial y sus barrios colindantes en la nueva ciudad.

Uno de los modelos que tener en cuenta, podría ser el que hoy representa el Distrito 22@ de Barcelona, considerando algunos de sus factores clave para proyectos de nueva centralidad innovadora. Dicho modelo consistió básicamente en la integración del planeamiento urbanístico con una estrategia de desarrollo económico centrado en sectores y actividades de alto valor añadido. Los resultados positivos están hoy a la vista de todos, tanto en términos económicos como sociales para el conjunto de la ciudad de Barcelona.

Pero el distrito 22@ se diseñó y se implantó entre finales de los años noventa y hasta finales de 2007, hace unos diez años. Pienso que actualmente se dan las condiciones para incorporar al modelo 22@ tanto la transformación social de barrios colindantes al suelo industrial actual como la incorporación de determinadas tecnologías al servicio de los ciudadanos. El desarrollo del modelo 22@ en España creo que pasaría por preparar proyectos sólidos, por partir de una visión sistémica del hecho urbano y por modelos de gobernanza operativos.

En el caso del suelo industrial situado en trama urbana junto a las viviendas, se podrían identificar algunos proyectos piloto para la transformación de las actuales ciudades hacia la nueva ciudad del siglo XXI. Creo que el elemento clave consistiría en poder integrar la transformación urbanística con la estrategia económica de especialización productiva, la incorporación de tecnologías según un modelo smart cities al servicio de los ciudadanos y, por último pero no menos importante, buscando la transformación social de los barrios del entorno del suelo industrial.

Se trataría de transformar un suelo industrial urbano en la nueva ciudad del siglo XXI, creando un ecosistema innovador urbano integrado por los siguientes subsistemas:

- Subsistema urbanístico: formado por el planeamiento urbano basado en la mezcla de usos, por un nuevo sistema de movilidad, plan infraestructuras, generación de suelo público, aplicación de cargas urbanísticas para financiar el proyecto en su conjunto, etc.

- Subsistema económico: estrategia de desarrollo económico basada en metodologías de especialización inteligente (RIS3), procesos de clusterización, detección de actividades urbanas emergentes, promoción de la economía social y solidaria, atracción de inversiones de alto valor añadido, etc.

- Subsistema tecnológico: basado en elementos de la cultura smart city o wise city al servicio de los ciudadanos. Se desarrollarían programas relacionados con el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), un nuevo modelo energético para empresas y ciudadanos basado en el ahorro la eficiencia y las energías renovables, infraestructuras tecnológicas y de conocimiento, etc.

- Subsistema social: la transformación urbanística, económica y tecnológica al servicio de los ciudadanos y como palanca de transformación social de los barrios. Acciones concretas no sólo para evitar la gentrificación (acciones reactivas), sino acciones proactivas, sobre todo relacionadas con el sistema educativo, para activar el ascensor social como motor de transformación. Está demostrado que sólo con inversión pública aplicada al urbanismo (como en el caso del barrio de La Mina, en el Área Metropolitana de Barcelona) no se transforman socialmente los barrios.

La visión y la gestión integral de los cuatro subsistemas urbanos anteriores permitirían la transformación del suelo industrial actual y de barrios degradados próximos en una nueva ciudad donde sea posible y deseable vivir y trabajar. La nueva ciudad compleja, inclusiva y creativa del siglo XXI.

*Miquel Barceló es ingeniero industrial, economista y director del Master in Business Innovation de la Universitat Politècnica de Catalunya.

[Este artículo ha sido publicado en el número de febrero de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

La ciudad actual es un resultado del sistema productivo que surge de la segunda revolución industrial del siglo XX. Este nuevo sistema productivo tiene su pleno desarrollo durante la segunda mitad del siglo, y en España, sobre todo, a partir de los años sesenta.

Una economía basada en la fábrica y en las tecnologías del proceso industrial, con un modelo de movilidad centrado en el vehículo automóvil y el motor de combustión interna; un sistema energético basado en la electricidad y en los derivados del petróleo, junto con otros factores, determinan un urbanismo que lleva a la ciudad dispersa en el territorio, a la especialización de usos urbanísticos y a la creación de nuevos espacios de actividad económica que se desarrollan en los polígonos industriales situados fuera de las ciudades.