Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.
El periodismo debe fomentar la igualdad de las mujeres
Desde los años ochenta del siglo XX, cuando aparecieron los primeros estudios sobre la representación de las mujeres en los medios de comunicación, la situación no ha mejorado mucho: la infrarrepresentación cuantitativa de las mujeres se mantiene y se ve acompañada de una representación cualitativa androcéntrica y asimétrica. Los hombres aparecen como sujetos activos, poderosos, generadores de opinión y dignos de ser amados, mientras que las mujeres somos objetos sin capacidad de acción ni reacción, sin poder ni saberes, sumisas y víctimas.
Mujeres políticas a las que se les critica la ropa que llevan; mujeres deportistas de quienes no sabemos ni la disciplina ni el récord superado, pero sí que son madres o que han adelgazado; mujeres asesinadas por hombres machistas de quienes se nos informa que no habían denunciado malos tratos, pero a quienes no reconocemos su lucha por salir de la situación; niñas maquilladas y sexualizadas, o científicas de quienes no conocemos sus éxitos de investigación porque los medios lo ocultan.
Estos son sólo unos ejemplos de las informaciones que nos encontramos diariamente en los medios de comunicación, con honrosas excepciones, en las que se atribuye a la mujer interés por la moda, los cuerpos, la maternidad o el amor (romántico, claro) y no por la política, la cultura, la conciliación, la brecha salarial, la violencia machista o la igualdad. Es una construcción del discurso que responde a una visión heteropatriarcal, androcéntrica y machista que insiste en mantener a las mujeres y a todas aquellas personas no definidas desde el sujeto hombre de masculinidad hegemónica en el espacio privado, al margen de los avances sociales gracias a la lucha del feminismo.
Los medios de comunicación y todas las profesionales tenemos la responsabilidad de avanzar en la construcción de un nuevo imaginario colectivo que deje de transmitir discursos que perpetúan el sexismo y que mantienen a las mujeres en la alteralidad, sexualizándonos, cosificándonos y negándonos el poder y el saber que hemos construido, no sin grandes esfuerzos. Mientras los medios continúen reproduciendo viejos estereotipos, estarán manteniendo un imaginario en el que se transmite que nada ha cambiado. Y continuar haciendo este periodismo no es más que negar el objetivo transformador de una profesión que puede ayudar a avanzar hacia una sociedad justa e igualitaria.
Mayoría en las redacciones
Múltiples estudios indican que las mujeres estamos mejor formadas, somos mayoría en las facultades y apostamos en mayor medida por la formación continua. Pero ello no se traduce en reconocimiento ni en cargos de responsabilidad en la empresa pública ni en la privada. Según el Informe Anual de la Profesión Periodística 2015 de la Asociación de la Prensa de Madrid, sólo el 10,9% de los puestos directivos en los medios están ocupados por mujeres, cuando nosotras somos mayoría (51,8%) en las redacciones.
El Proyecto de Monitoreo Global de Medios 2015, que investiga cómo aparecemos las mujeres en las noticias de 100 países, demuestra que sólo representamos el 9% de las fuentes expertas consultadas en los medios españoles y sólo el 24% de las personas sobre las que se leyó, vio y escuchó, datos idénticos a la edición de 2010. Y si nos fijamos en la distribución de asuntos por género, las opiniones políticas y económicas se asignan mayoritariamente a hombres y las sociales y culturales, a mujeres. Los temas sobre la situación de la mujer se nos reservan exclusivamente a nosotras.
Cuando las mujeres no somos las protagonistas de las noticias o sólo lo somos en temas de mujeres, transmitimos una violencia simbólica que perpetúa el poder y la ideología machista. Aplicamos unos filtros endógenos, de los que hablaba Noam Chomsky, a las rutinas periodísticas y que se expresan, por ejemplo, en cuánto tiempo o cuánto espacio dedicamos a una información, quien la protagoniza; en qué sección la catalogamos; qué voces expertas consultamos y sobre qué temas; o qué lenguaje utilizamos. Con esta violencia simbólica no hacemos más que situar en posición de subordinación a todos los sujetos construidos desde la diferencia de la desigualdad que se produce dentro de dispositivos de poder.
Desde el periodismo feminista apostamos por una formación capaz de crear una nueva cultura informativa que, tomando las palabras de la filósofa Sandra Harding, sitúe en el centro de la reflexión los problemas sociales y políticos de las mujeres y huya de la perspectiva de hombres burgueses y blancos, en tanto que visión parcial que olvida a más de la mitad de la población. La mirada feminista ofrece pluralidad y diversidad de género y de orientación sexual, clase, etnia, religión y cultura. Construiremos unos medios más fieles a la realidad social en que vivimos.
Isabel Muntané es codirectora del máster Género y Comunicación de Universidad Autónoma de Barcelona.
[Este artículo forma parte del dossier dedicado a la igualdad de género publicado en el número de marzo de Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
Desde los años ochenta del siglo XX, cuando aparecieron los primeros estudios sobre la representación de las mujeres en los medios de comunicación, la situación no ha mejorado mucho: la infrarrepresentación cuantitativa de las mujeres se mantiene y se ve acompañada de una representación cualitativa androcéntrica y asimétrica. Los hombres aparecen como sujetos activos, poderosos, generadores de opinión y dignos de ser amados, mientras que las mujeres somos objetos sin capacidad de acción ni reacción, sin poder ni saberes, sumisas y víctimas.
Mujeres políticas a las que se les critica la ropa que llevan; mujeres deportistas de quienes no sabemos ni la disciplina ni el récord superado, pero sí que son madres o que han adelgazado; mujeres asesinadas por hombres machistas de quienes se nos informa que no habían denunciado malos tratos, pero a quienes no reconocemos su lucha por salir de la situación; niñas maquilladas y sexualizadas, o científicas de quienes no conocemos sus éxitos de investigación porque los medios lo ocultan.