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Cerremos Guantánamo

María del Pozo

Responsable de Política Exterior de Amnistía Internacional —

Pongámonos en situación. Imagínate que estamos hablando de tu padre, marido, hermano, amigo o vecino. De repente un día desaparece. Tú no sabes nada de él durante semanas, meses, o incluso años. Ni tú ni otras personas que le quieren y conocen. No sabéis si está vivo o muerto y esa ignorancia genera un dolor que se acrecienta cada día que pasa.

Mientras tanto él ha sido entregado de unas autoridades a otras con una bolsa negra en la cabeza y esposado. Ha sido torturado y maltratado. Ha ido de avión en avión perdiendo la noción del tiempo y de la realidad. En ocasiones, sin saberlo, ha hecho escala en países europeos o incluso ha estado en cárceles secretas en este continente. Hasta llegar a su destino final: Guantánamo. Allí le esperaban unas terribles jaulas que todos pudimos ver en fotos, un mono naranja y continuar encapuchado. Intensos y eternos interrogatorios y todo tipo de prácticas de tortura.

Hace diez años que la mayoría de los 166 detenidos que hoy continúan recluidos en el centro hicieron ese viaje al agujero negrodiez años. Desde entonces permanecen sin cargos ni juicio y en clara vulneración de sus derechos. El hecho de que en vez de llamarse John o Carlos se llamen Omar o Abdul no les convierte en personas de segunda, ni con menos derechos. Y sin embargo parece que sus nombres, nacionalidades y prácticas religiosas marcan una diferencia en términos de derechos.

De las casi 800 personas que han pasado por Guantánamo, sólo siete han sido condenadas hasta el momento. De hecho, después de años de tormento, se ha llegado a la conclusión que la inmensa mayoría son inocentes. Y después de una experiencia así ¿quién les devuelve todos estos años? ¿quién les libera del trauma? Y a sus familias, ¿hay alguna forma de resarcirlas de tanto sufrimiento? Por mucho que lo intentemos creo que no podemos llegar ni a imaginarnos lo que han sentido y sienten.

Este terrible lugar lo creó el Presidente norteamericano George W. Bush. Los días han ido pasando y la criatura ya cumple 11 años. El 11 de enero “celebramos” el vergonzoso aniversario del primer traslado de un detenido al centro.

En 2009 el Presidente Obama se comprometió a cerrar Guantánamo en el plazo de un año. Promesa incumplida. Falta de valentía, imposibilidad de acuerdo con la oposición, poca demanda de la sociedad norteamericana y falta de apoyo por parte de los estados europeos fueron, entre otras, las razones.

Este segundo mandato, y cuanto antes mejor, tiene que ser el del cierre. Demócratas y Republicanos tienen que dar un portazo a este limbo jurídico de una vez por todas. Los 166 detenidos que allí permanecen deben ser sometidos a juicios con garantías ante tribunales ordinarios independientes, o deben quedar inmediatamente en libertad.

Pero no nos creamos que la responsabilidad es exclusivamente de los norteamericanos. Guantánamo también existe gracias a la acción y omisión de los países europeospaíses europeos. Por ejemplo: algunos países como España permitieron el paso de los aviones de la vergüenza sin preguntar quién iba dentro; Italia participó en el secuestro y entrega de un detenido en Milán; y Polonia y Rumanía llegaron más allá, permitiendo cárceles secretas en su territorio.

Durante la legislatura del Presidente Rodríguez Zapatero no se avanzó en la rendición de cuentas por el papel jugado en estas “entregas extraordinarias”. Pero sí se manifestó un compromiso público con el cierre de Guantánamo que incluso se materializó con la acogida de tres ex-detenidos. Hoy le pedimos al Presidente Rajoy que mantenga ese compromiso y continúe acogiendo detenidos. Los gobiernos europeos pueden desempeñar un papel clave para resolver esta situación aceptando en su territorio a varias de estas personas que no pueden ser repatriadas y necesitan protección internacional.

En este 11 aniversario, que ojalá sea el último, no queremos dejar de indignarnos y no podemos olvidar la existencia de ese agujero negro ni a los 166 hombres que allí intentan sobrevivir.

Pongámonos en situación. Imagínate que estamos hablando de tu padre, marido, hermano, amigo o vecino. De repente un día desaparece. Tú no sabes nada de él durante semanas, meses, o incluso años. Ni tú ni otras personas que le quieren y conocen. No sabéis si está vivo o muerto y esa ignorancia genera un dolor que se acrecienta cada día que pasa.

Mientras tanto él ha sido entregado de unas autoridades a otras con una bolsa negra en la cabeza y esposado. Ha sido torturado y maltratado. Ha ido de avión en avión perdiendo la noción del tiempo y de la realidad. En ocasiones, sin saberlo, ha hecho escala en países europeos o incluso ha estado en cárceles secretas en este continente. Hasta llegar a su destino final: Guantánamo. Allí le esperaban unas terribles jaulas que todos pudimos ver en fotos, un mono naranja y continuar encapuchado. Intensos y eternos interrogatorios y todo tipo de prácticas de tortura.