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Licencia para matar: ataques con “drones” en Pakistán

Mustafa Qadri

investigador de Amnistía Internacional sobre Pakistán —

Una soleada tarde de octubre del año pasado, Mamana Bibi, abuela de 68 años, voló en pedazos ante la mirada de sus nietos. Mamana Bibi, matriarca de la familia, estaba recogiendo hortalizas en los campos de la familia en el noroeste de Pakistán cuando un vehículo aéreo no tripulado -“dron”- de los utilizados por Estados Unidos disparó directamente contra ella un misil Hellfire que la mató en el acto. Unos minutos después se disparó una segunda descarga de misiles, que causó heridas de gravedad a algunos de los niños que se arriesgaron a ver lo que había quedado de su abuela.

Cuando ha transcurrido casi un año, la vida de los miembros de la familia de Bibi ha quedado destrozada. Tal como me contaron con doloroso detalle en las entrevistas exhaustivas que he llevado a cabo durante los últimos ocho meses, la familia ha tenido que vender tierras ancestrales para pagar las altas facturas médicas de sus familiares heridos. El anciano y desconsolado esposo de Mamana, un respetado director de escuela local ya retirado, casi no sale de la casa. Los nietos de ambos, como Asma, de 8 años, viven con miedo constante a los “drones” que siguen estando siempre presentes en el cielo.

El sufrimiento hay que sumar el hecho de que ningún representante del gobierno estadounidense ha reconocido siquiera el homicidio, y mucho menos explicado por qué ocurrió, pedido disculpas o concedido a la familia justicia o compensación.

Estados Unidos afirma que sus ataques con “drones” son extremadamente precisos, que se basan en información contrastada y que la inmensa mayoría de las personas que han muerto estaban vinculadas con Al Qaeda y sus aliados. El mundo tiene que aceptar estas afirmaciones en un acto de fe, ya que el gobierno estadounidense se niega a revelar los hechos, como los detalles de a quién se elige como blanco de los ataques y por qué motivo. Aunque los talibanes, Al Qaeda y otros grupos armados operan en el noroeste de Pakistán, no es posible entender cómo se pudo confundir a una mujer de 68 años rodeada de sus nietos con un combatiente.

La región de Waziristán al noroeste de Pakistán es la que más ataques ha sufrido de todo el país. Hemos llevado a cabo investigación detallada sobre el terreno acerca de nueve ataques, mediante entrevistas con supervivientes, testigos presenciales, residentes y funcionarios, corroboradas con imágenes desde satélite, junto con material fotográfico, de vídeo y de audio obtenido en los lugares donde se produjeron los ataques.

Los vehículos aéreos no tripulados llamados “drones” constituyen un tipo especial de sufrimiento para la población de las zonas tribales, que viven con miedo constante a la muerte desde el cielo. Una persona residente en la zona me dijo: “El miedo a los ataques con ”drones“ está presente en la mente de la población de local. ¿Cómo podemos saber que un misil lanzado por un ‘dron’ no caerá en nuestras casas? Puede caer en cualquier lugar”.

Nuestra investigación plantea graves motivos de preocupación ante la posibilidad de que Estados Unidos esté llevando a cabo homicidios ilegítimos en Pakistán. Algunos ataques podrían ser constitutivos incluso de crímenes de guerra o de ejecuciones extrajudiciales. Pedimos al gobierno de Estados Unidos que abra el programa secreto de “drones” al escrutinio público y garantice que se realizan investigaciones independientes e imparciales sobre los ataques que puedan constituir homicidios ilegítimos.

Estados Unidos sigue llevando a cabo el llamado programa de homicidios selectivos con un hermetismo casi total. Las sucesivas promesas del presidente Barack Obama y otros altos funcionarios estadounidenses de aumentar la transparencia han equivalido de hecho a un enfoque de “confíen en nosotros” mientras el gobierno sigue ocultando datos básicos sobre los homicidios cometidos con “drones” y su legitimidad.

Waziristán Septentrional y el resto de las zonas tribales están en situación de abandono y subdesarrollo, y las personas que allí residen no disfrutan de las mismas protecciones de derechos humanos que en el resto de Pakistán. Los abusos cometidos por las fuerzas armadas paquistaníes y grupos insurgentes como los talibanes y Al Qaeda son habituales.

.mg TEMPLATE_END: components/media/block_media-imageLa madre de Rafeequl Rehman -en la imagen-, Mamana Bibi, fue asesinada en un ataque aéreo con drones de EE.UU. el 24 de octubre de 2012 en la aldea de Ghundi Kala, Waziristán del Norte, Pakistán. © Amnesty International

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Lo que me llamó la atención durante la investigación que realizamos fue la frecuencia y la variedad de la violencia que suporta la población de la zona. Por ejemplo, sólo unos meses antes de entrevistar a los familiares de Mamana Bibi, estas personas se vieron obligadas a huir de su hogar porque los militares paquistaníes bombardearon indiscriminadamente su poblado como respuesta a un presunto ataque de los talibanes contra un puesto de control cercano. Otras personas a las que entrevisté denunciaron que poco después habían recibido amenazas de hombres desconocidos, posiblemente de los servicios de inteligencia locales, o de grupos de combatientes que han matado a decenas de personas por sospechar que espiaban para Estados Unidos o Pakistán.

Aunque el gobierno de Pakistán se opone públicamente al programa de “drones” estadounidense, Amnistía Internacional considera motivo de preocupación el hecho de que algunos funcionarios e instituciones, en Pakistán y en otros países como Australia, Alemania y Reino Unido, estén ayudando a Estados Unidos a llevar a cabo ataques con “drones” que constituyen violaciones de derechos humanos.

Estados Unidos y los países que ayudan en su programa de “drones” no pueden seguir eludiendo sus responsabilidades en virtud del derecho internacional. El secreto tiene que acabar; deben hacerse públicos los hechos y los fundamentos jurídicos de los ataques con “drones”, incluidas las normas que se aplican para proteger a la población civil. Y deben llevarse a cabo investigaciones exhaustivas, independientes e imparciales sobre todos los ataques con “drones” que puedan haber causado homicidios ilegítimos, tras las cuales los responsables de tales homicidios comparezcan ante la justicia en juicios con las debidas garantías.

El hermetismo que rodea al programa de “drones” ha otorgado al gobierno estadounidense una licencia para matar al margen de los tribunales y de las normas básicas del derecho internacional. Estados Unidos debe confesar la verdad en relación con el programa de “drones” y hacer que rindan cuentas los responsables de estas violaciones de derechos humanos. Las preocupaciones relativas a la seguridad –reales o supuestas– no deben abordarse pisoteando los derechos de las personas que viven en Pakistán. Estoy de acuerdo con la declaración efectuada por el presidente Obama, en un histórico discurso sobre seguridad nacional pronunciado en mayo de este año: las decisiones que ahora tome el gobierno de Estados Unidos “definirán el tipo de nación –y de mundo– que dejaremos a nuestros hijos”. Ha llegado el momento de rendir cuentas de estas elevadas palabras.

Una soleada tarde de octubre del año pasado, Mamana Bibi, abuela de 68 años, voló en pedazos ante la mirada de sus nietos. Mamana Bibi, matriarca de la familia, estaba recogiendo hortalizas en los campos de la familia en el noroeste de Pakistán cuando un vehículo aéreo no tripulado -“dron”- de los utilizados por Estados Unidos disparó directamente contra ella un misil Hellfire que la mató en el acto. Unos minutos después se disparó una segunda descarga de misiles, que causó heridas de gravedad a algunos de los niños que se arriesgaron a ver lo que había quedado de su abuela.

Cuando ha transcurrido casi un año, la vida de los miembros de la familia de Bibi ha quedado destrozada. Tal como me contaron con doloroso detalle en las entrevistas exhaustivas que he llevado a cabo durante los últimos ocho meses, la familia ha tenido que vender tierras ancestrales para pagar las altas facturas médicas de sus familiares heridos. El anciano y desconsolado esposo de Mamana, un respetado director de escuela local ya retirado, casi no sale de la casa. Los nietos de ambos, como Asma, de 8 años, viven con miedo constante a los “drones” que siguen estando siempre presentes en el cielo.