La Universidad ha sido una punta de lanza de la huelga feminista. Piquetes, campus vacíos o casi, concentraciones, encierros desde miércoles 7 de marzo, manifestaciones o puestos informativos han sido la tónica —con mayor o menor intensidad— en los diferentes centros de toda España.
Las noticias que comunicaban el casi cierre de universidades se han ido sucediendo durante toda la mañana. La Complutense de Madrid, la Universidad de Zaragoza, en Catalunya, Alicante o Málaga son algunos de los centros que más han visto afectada su actividad. Algún estudiante decía con sorna que en la universidad triunfaría una huelga en defensa de los saltamontes: “Aquí se apuntan a un bombardeo”, comentaba en Ciudad Universitaria.
Al contrario de lo que sucede habitualmente en otras movilizaciones, ningún sindicato había ofrecido un dato de seguimiento a primera hora de la tarde. Las características especiales de la convocatoria —una huelga que debían hacer solo las mujeres, convocadas a todo el día por algunos sindicatos, a un parón de dos horas por otros— complica mucho el seguimiento. Pero la impresión que se obtiene por las informaciones que llegan es que en los campus ha tenido bastante impacto.
Uno de los episodios más tensos se ha vivido en la Universidad de Valencia, precisamente la última pública en votar una mujer como máxima dirigente, la primera rectora en la historia de la institución. Allí, agentes antidisturbios han desalojado por la fuerza el acceso al edificio del rectorado cuando algunas manifestantes querían tomar “de forma simbólica” la institución.
En Madrid, después de unas ligeras tensiones en el siempre reivindicativo campus de Somosaguas de la Complutense a primera hora, el punto cumbre de la mañana se ha producido a las 13.00 en la Ciudad Universitaria, cuando estaba convocada la manifestación de estudiantes mujeres en la Universidad Complutense. Tras una mañana sin apenas clases ni alumnos, las universitarias —que superaban holgadamente el millar, según la observación de este reportero—, solo ellas, han recorrido la principal avenida del campus entre proclamas feministas y animando a las compañeras que miraban desde el lateral a unirse.
Algunos hombres también observaban desde el lateral. Pegatina o lazo en el pecho o banderita sindical en mano, han intentado sumarse a la marcha, pero han sido rechazados. “No nos dejan, así que aquí nos quedamos”, cuenta Rafa, trabajador del personal de admnistración. Es una manifestación de mujeres.
A Eddy Sánchez, profesor, le ha pasado lo mismo. Opta por unirse a periodistas y fotógrafos que acompañan la marcha en la cabecera. “Apoyamos esta reivindicación, claro. En unas facultades, como Política, ha sido más fácil que en otras. Aunque una huelga con este tema, con esta carga... es difícil que pongan trabas”, razona.
“Estamos hartas”
Desde dentro de la marcha, Julia, pancarta en mano, explica qué hace allí: “Paramos y nos manifestamos porque estamos hartas. No sé ni por dónde empezar. De que nos maten por ser mujeres, de la brecha salarial, de sentirnos amenazadas, de la desigualdad en cualquier de sus formas”, añade.
¿La universidad es machista? “También. Todo”, opina unos metros más atrás Elena. “Somos más estudiantes mujeres, más profesoras, pero, ¿quién manda? Siempre hombres”. De hecho, Elena no conoce el dato, pero en las 50 universidades públicas españolas hay solo cinco rectoras, la quinta recién elegida.
Pasadas las dos de la tarde, la manifestación se disuelve tras leer un manifiesto frente al rectorado. Las estudiantes se dispersan mientras comentan la jugada. Muchas muestran su satisfacción por el éxito de la convocatoria. Han ido muchas mujeres y muchos medios, tendrá repercusión. Otras hablan aún de feminismo, de ejemplos cotidianos que se encuentran día a día y no entienden. “¡La lucha sigue!”, se oye. Hasta la normalización.