La receta Imbroda: cómo adelgazar en 15 días la mayor lacra de la escuela andaluza
“Que los padres lo cuestionen todo en la escuela no ayuda”; “Las familias llevan a sus hijos a Primaria y se olvidan de ellos hasta que acaba el Bachiller”; “Hay profesores que tienden a ponerse de baja y que flojean”; “A los maestros les falta motivación y les sobra resignación”; La Agencia de Evaluación Educativa había que eliminarla porque se había convertido en una comisaría política“. Javier Imbroda, el flamante fichaje de Ciudadanos para pilotar la Consejería de Educación del Gobierno andaluz, ha terminado la semana peleado con toda la comunidad educativa.
Su plan estrella para combatir el abandono escolar temprano, con clases de refuerzo durante 15 o 30 días en pleno julio, ha tenido una respuesta ínfima: se diseñó para 100.000 escolares y se han apuntado 3.657, apenas un 3,4%. Todos los sindicatos de la enseñanza, las asociaciones de padres de alumnos y la asociación de directores de centro le han pedido que de marcha atrás. “No puede invertir 10,5 millones de fondos europeos -el presupuesto del plan- para 3.600 chavales y 1.674 profesores. La broma te sale a dos estudiantes por profesor y el coste es de 3.000 euros por alumno”, ha advertido el sindicato mayoritario de profesores, CSIF.
Pero Imbroda no se ha arrugado. Su plan no ha fallado, han fallado las familias. “Serán los padres quienes deben decidir si quieren aprovechar este programa de refuerzo estival o si prefieren que sus hijos se queden en sus casas jugando a los videojuegos”. Dice el consejero que la educación andaluza necesita urgentemente “una revolución” y, por ahora, este tipo de críticas a padres y profesores están revolucionando las aulas y a la comunidad educativa que es de naturaleza altamente inflamable.
A Javier Imbroda, alias el rookie (novato en la NBA), su equipo de profesores le reprocha el “adanismo” con el que ha irrumpido en la Consejería de Educación. “¿Conoce Imbroda un mínimo de lo que se hace en los colegios andaluces?”, se pregunta Miguel Rosa, director del colegio San José Obrero de Sevilla, un centro premiado por su labor de integración de un alumnado multicultural en un barrio desfavorecido de la capital. Pero, ¿cómo no pecar de adanismo? Imbroda es el primer consejero de Educación no socialista en los últimos 40 años.
Durante cuatro décadas, toda la política educativa andaluza ha sido diseñada y dirigida por el PSOE desde la Junta, condicionada por los cambios normativos a nivel estatal, que a veces los aprobaba un Gobierno socialista y otras un Ejecutivo del PP. En este momento, hay una Ley Orgánica de Educación diseñada por los populares -contestada en bloque por todos los grupos de la oposición en el Congreso- y una legislación andaluza heredada de los socialistas. Cada paso que de Imbroda irá, por fuerza, hacia una dirección distinta a la que se ha venido tomando hasta ahora. Es lógico que el profesorado andaluz sienta cierto vértigo por los cambios que se avecinan.
Sueldo extra en julio
Cosa distinta es que los cambios que planea el Gobierno andaluz de PP y Ciudadanos para la escuela comporten necesariamente una innovación educativa, una “revolución”. Cambiar no siempre es innovar. La propuesta de un plan de 15 días en pleno julio para combatir el abandono escolar -un problema medular de la enseñanza andaluza, española y europea- ha sido tildada de “descabellada, ridícula y absurda” por la comunidad educativa en bloque. Imbroda presentó el programa en su primera y única comparecencia en Torretriana (sede de la consejería), y lo hizo sin que el asunto pasase previamente por la mesa sectorial, donde se sientan los cinco sindicatos con más representación entre el profesorado.
Esto último es un pecado capital para un colectivo muy irritable con los cambios bruscos, siempre con la mano en el gatillo y capaz de montar una huelga en la enseñanza de consecuencias nefastas para el Gobierno de turno. “Al final, los niños no interesan. Se pone por delante el hecho de que a algunos sindicatos y asociaciones de padres no se les informara antes del proyecto que la mejora de sus conocimientos”, se queja el consejero. Pero el caso es que el plan de refuerzo estival toca las condiciones laborales de los maestros que voluntariamente se apunten, y eso, según la normativa, obliga a consultar y consensuar antes con los sindicatos. Educación ofrece a los profesores 30 euros por cada hora de clase que impartan en julio, una especie de sueldo extra de hasta de 2.250 o 4.500 euros en su nómina, según si imparten clases los 15 días o el mes completo.
Este aspecto del programa también generó dudas entre los sindicatos, que preguntaron a la viceconsejera si había “garantías jurídicas” de que algunos profesores podían percibir una gratificación extraordinaria en julio. Es poco habitual que la Administración pague incentivos al profesorado por participar en programas de refuerzo, lo normal es que se regule otro tipo de compensaciones administrativas, como sumar puntos en el baremo para concurso de traslados. Cobrar más por dar clases en julio reabre un viejo dilema en la enseñanza en el que los sindicatos prefieren caminar de puntillas.
Oficialmente, los profesores sólo tienen un mes de vacaciones al año: agosto. Durante el mes de julio, según la normativa básica estatal, los docentes deben estar “a disposición de la Administración educativa”, obligados a personarse en 48 horas en una escuela si la consejería lo requiere. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando son llamados para formar parte de un tribunal de oposiciones, que se desarrollan en la primera quincena de julio. En este caso, la Junta también les paga una indemnización que está regulada en una orden específica.
Sin embargo, aquí la historia es distinta: se trata de cobrar un extra por impartir docencia, que es la función natural del profesor y, por tanto, algunas voces cuestionan que la consejería tenga que pagarles “dos veces en julio por hacer su trabajo”. Esta tesis no es del todo acertada. La normativa básica que obliga al profesorado a estar a disposición del centro en julio choca con otra norma, también de ámbito estatal, que rige el calendario lectivo de los maestros. Son un mínimo de 18 horas semanales en Secundaria y 25 horas en Primaria, y julio no es un mes lectivo, de modo que impartir clases en periodo estival es algo extraordinario, ninguna ley obliga a hacerlo. Con la legislación en la mano, ningún sindicato pone la mano en el fuego para asegurar que la Consejería de Educación podría contar con los funcionarios docentes para su plan de refuerzo estival sin necesidad de pagarles un plus de 30 euros la hora.
Padres y madres maestros
Se dice que en este país, todo español lleva un seleccionador nacional dentro. Imbroda lo fue de verdad. Fue entrenador durante 17 temporadas en la liga ACB y dirigió la selección nacional de baloncesto entre 2001 y 2002. Ahora es la máxima autoridad en política educativa de Andalucía y su equipo es bastante más grande y heterogéneo: casi 100.000 profesores y 1,5 millones de alumnos.
Lo que nadie le explicó a Imbroda antes de asumir este reto es que todos esos estudiantes tienen padres y madres y cada padre y madre lleva un maestro dentro. Cada familia, con más o menos criterio, tiene unas ideas claras sobre el tipo de educación que necesita y merece su hijo. Igual que los aficionados a dirigir desde el sofá de casa a la selección nacional de fútbol, miles de andaluces comparten sus ideas sobre la educación con los maestros de sus vástagos, van a discutir con ellos y, a ratos, van a tratar de imponer sus criterios educativos porque, al fin y al cabo, “se trata de la educación de mi hijo”. A Imbroda, que le quiten la pizarra de entrenador no le ha hecho ninguna gracia y no ha tenido reparos en señalar a las familias y su “obsesión por suplantar las responsabilidades” del profesor como uno de los vicios que lastran la escuela. “La misión de los padres está en sus casas, no en el colegio”, dice.
Este sentido patrimonial de la educación pública por parte de los padres siempre ha estado ahí, pero se ha agudizado dramáticamente en los últimos años. Porque en algún momento, la educación pública dejó de ser entendida como un derecho de las familias sujeto a ciertas obligaciones (también de las familias), y pasó a convertirse en un servicio. Y la gente no reclama igual un derecho sujeto a obligaciones, que un servicio por el que ha pagado (vía impuestos). La educación tiene libro de reclamaciones, por supuesto, pero tanta legitimidad tiene el padre de un alumno para exigírselo a su maestro, como el maestro para reclamárselo al padre del alumno.
“La escuela pública no es El Corte Inglés, al que uno puede acudir con el ticket de la compra para que te devuelvan el dinero si no queda satisfecho”, suele decir un veterano maestro, ya jubilado, de un colegio del Polígono Sur. De la educación de un niño son corresponsables, como mínimo, su familia y sus profesores. Como mínimo. Porque hoy día la mayoría de expertos sostiene que la educación implica a toda la sociedad. “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”, dice un proverbio africano, importado a Occidente por un puñado de antropólogos resabidos.
A Imbroda le han arreado fuerte desde la comunidad educativa por impulsar su plan de refuerzo contra el abandono escolar “de espaldas al profesorado”. El plan de refuerzo estival consiste en programar para el mes de julio clases de apoyo en matemáticas, lengua e inglés para alumnos de 5º y 6º de Primaria con dificultades de aprendizaje. Cinco horas al día -dos horas de mates y lengua más dos horas de deporte y el recreo- durante una quincena o un mes. Se han seleccionado los 234 institutos de Andalucía donde se impartirán las clases, cuidando que no haya obras en verano y que cuenten con un mínimo de climatización para evitar sofocos del alumnado propios del periodo estival. Ahora, con apenas 3.600 alumnos apuntados, el número de profesores y centros seleccionados está muy por encima de lo que van a necesitar. Además, falta por saber en qué poblaciones se concentran los alumnos inscritos y si el colegio designado para el plan de refuerzo les pilla cerca o lejos.
Justificar el gasto en Europa
El programa, subvencionado con 10,5 millones de euros por el Fondo Social Europeo, debe justificar ante Bruselas una incidencia mínima del 50% del alumnado que engrosa la tasa de abandono escolar temprano en Andalucía: unos 240.000 chavales, un 21,9%, cinco puntos por encima de la media. La tasa de abandono escolar temprano cuantifica el número de jóvenes de 18 a 24 años que deja los estudios con una titulación inferior a la Secundaria postobligatoria, es decir, sin cursar Bachillerato ni Formación Profesional de Grado Medio. Dentro de ese porcentaje hay alumnos que lograron el graduado de la ESO (el título más básico de la escuela) y otros que no. También hay jóvenes que dejaron los estudios para trabajar y otros que están en paro y sin formación.
El abandono escolar temprano es la lacra del sistema de bienestar, porque orilla a los jóvenes de una sociedad que aspira a ser competitiva y merma considerablemente su inserción laboral. De modo que combatir este fenómeno es objetivo prioritario, no sólo del Gobierno de España y de las comunidades autónomas, también de toda la Unión Europea. “En 15 días no se puede solucionar el problema del abandono escolar. Hasta ahí llego”, admitió el consejero el miércoles en el Parlamento. Su intención, dice, es “mandar un mensaje”: “Desde el minuto uno vamos a centrarnos en acabar con este drama”.
Ningún partido político, ni siquiera los suyos -PP y Cs- defendieron con entusiasmo el polémico programa de refuerzo. “¿El programa es perfecto? No. ¿Es la solución al fracaso escolar? Tampoco. El programa tiene margen de mejora. No es la panacea, el consejero lo ha planteado como un plan piloto, ya se corregirá lo que no funciona”, dijo el jueves el diputado del PP Miguel Ángel Ruiz Ortiz. El programa de Imbroda salió vilipendiado del Parlamento, pero salió.
Quien le conoce bien asegura que el rookie “se crece en la adversidad”. “Le ponen los retos difíciles”, dice un colaborador. Sus críticos, ex responsables de la educación en anteriores gobiernos del PSOE, le reprochan su “discurso vacuo”. “Los problemas complejos no se solucionan con libros de autoayuda y mensajes motivacionales como quien entrena a un equipo de adolescentes”, apuntan. El objetivo de Imbroda es tocar cosas de la escuela que no se han tocado en años, “romper la inercia”, “cambiar la mentalidad” de profesores y padres. En su pizarra, acaba de dibujar, sin complejos, la montaña más alta a la que se enfrenta: “Andalucía vive una situación de emergencia educativa”. Las alarmas ya han saltado.
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