Adiós a Fernando Mansilla, la elegancia del ‘underground’ sevillano
Aunque muchos se empeñen en decir que la capital hispalense se agota en sus fiestas primaverales –la Semana Santa, la Feria y similares excesos– hay una cultura local que va más allá de los tópicos, que encuentra su sitio y sus respiraderos y cohabita pacíficamente con los trajes de flamenca y los capirotes. Fernando Mansilla fue, entre otras cosas, un digno y paradigmático representante de esa otra Sevilla que suele llamarse ‘underground’ o independiente, pero que en todo caso existe de un modo cierto y vibrante. Ayer, esa escena alternativa lloró al conocer la noticia: Mansilla falleció a mediodía, mientras dormía, como consecuencia de una patología cardíaca que lo venía acosando en los últimos tiempos.
Barcelonés de 1956, llegó a Sevilla en 1981, según solía bromear, atraído por la calidad del hachís y la música de los Smash. Hay quien lo recuerda aún tocando el clarinete, con una gorra en el suelo, en el patio de Banderas del Alcázar o en las zonas turísticas más concurridas de Santa Cruz: años de bohemia en los que conoció a su compañera, Lola, con la que tenía una hija. Otros lo vieron desarrollar su talento literario y musical tocando múltiples palos: primero como dramaturgo afín al grupo La Pupa, germen de La Imperdible, luego como poeta.
Su figura inconfundible, enjuto, vestido de negro y tocado siempre con sombrero, hicieron de él un icono de la zona de la Alameda, donde solía moverse. Versificador escénico, el auge del llamado spoken word le dio un inesperado impulso y le permitió demostrar su carisma sobre el escenario como cabeza visible del grupo Mansilla y los Espías, formado junto a Daniel Abad y Jasio Velasco, con los que grabó en 2011 el álbum Literatura de baile, al que siguió al año siguiente el proyecto Las historias gallegas de Alvaro Cunqueiro con Música Prepost. Tiempo después sacaría a la luz con Los Espías otro repertorio titulado Dejad que los colgados se acerquen a mí.
En él desgranaba versos como estos: “¿Nos atraen las infraestructuras?/ Pues haremos volar las infraestructuras, qué cojones./ ¿Te atraen los finales a lo bestia?/ a mí me atraen los finales a lo bestia,/ los grandes finales./ Un gran meteorito acabó con los dinosaurios,/ fue un gran final./ ¿Qué daño hacían los dinosaurios?/ Ningún daño./ Pero llegó aquel meteorito y tuvieron su gran final./ ¿Pensáis que fue… injusto?/ No existe ley ni justicia en el universo de los meteoritos./ Sólo buenos finales. No para los dinosaurios. Pero fue un gran final./ Los pobres dinosaurios… qué daño hacían./ Un gran final para un gran sueño/ Un gran sueño merece un gran final…”
Paralelamente, destacaba como poeta con Poemas para la no posteridad, publicado por el sello Cangrejo Pistolero, hasta que finalmente se destapó como novelista: su debut en el género, Canijo (El Rancho Editorial) contaba una historia ambientada en la turbia Sevilla de los años 80 y no pasó precisamente desapercibida entre los lectores. Hasta el grupo Pony Bravo hizo una versión musical de la obra. Con ella, Mansilla pasó por ser una especie de Bukowski sureño, pero su novela favorita era La Regenta. “Todo lo que cuento lo he visto con mis ojos, todo está inspirado en la realidad”, aseguró sobre esta narración. “Cuando me preguntan por la diferencia con la Sevilla de entonces, pienso que la de hoy es menos novelesca, menos peliculera. Ahora, por ejemplo, siento la Alameda muy domesticada, demasiado regida por las normas”.
Tenía anunciada una nueva novela ambientada en la Sevilla de hoy, pero en cambio sorprendió con un libro de cuentos, Relatos faunescos, que publicó en 2017 Barrett y fue muy bien saludada por el público y la crítica. Por otro lado, tras el éxito de Mansilla y los Espías, empezó a colaborar con la compañía de danza de Marco Vargas y Chloé Brulé, con la que llevó a escena los espectáculos No me gusta, Me va gustando y Libertino. Este último obtuvo el premio Lorca al Mejor montaje, y tres premios Escenarios: al Mejor bailarín, la Mejor bailarina y la Mejor música original.
Los restos mortales de Fernando Mansilla serán incinerados hoy en el cementerio de San Fernando a las 15.15 horas, pero su recuerdo permanecerá mucho tiempo entre quienes disfrutaron de su amistad y de su arte. La ‘otra Sevilla’, la que se rebela contra sí misma y se sacude todas las etiquetas, amanece hoy más triste, huérfana de una de sus últimas figuras esenciales.
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