A estas alturas del viaje, después de aquella noche del 15 de octubre en Barcelona en la que el Premio Planeta de esta primera edición huérfana de su editor, José Manuel Lara Bosch, recayó en la veterana novelista Alicia Giménez-Bartlett y el recién llegado Daniel Sánchez Arévalo (director de cine hasta la fecha), poco más les queda por explicar, analizar, narrar, describir, bucear en sus orígenes y encontrar referentes de sus novelas premiadas a cada uno de sus autores.
La de este lunes en Sevilla fue la última parada de una gira promocional que, según la azarosa combinación ganadora que cada año resulte del fallo del jurado, puede legar a la historia de los premios de novela más codiciados de este país algunas parejas literarias deliciosas. Es el caso de Alicia Giménez-Bartlett y Daniel Sánchez Arévalo, quizás extraños para la posteridad de no haberlos juntado esta distinción y, sin embargo ahora, tres semanas después de recorrer el país hablando de sus obras premiadas, una pareja bien empastada, con una puesta en escena divertida sin necesidad de ninguna sofisticación y complementaria en el humor justamente medido, la inteligencia siempre servida, y la generosidad bien empleada. Tanta como para darse una tregua en esta última parada de la gira y prestarse gustosos al juego de hablar de la novela del contrario. “Somos como hermanos”, señaló la ganadora con tanto sarcasmo como ternura.
Cree Alicia Giménez-Bartlett que este hermanamiento parte de un hecho concreto. “Nos hemos puesto retos y hemos arriesgado: yo he salido del género negro y él del cine. Y eso ha sido agradable por un lado, pero todo un sufrimiento, después de tantos años tan cómoda como escritora de novela negra, que además me encanta”.
Y así las cosas, les reproducimos las presentaciones cruzadas, con elogios certeros, y con la agradable evidencia de que ambos traían hechos sus deberes: una lectura concienzuda y crítica de la novela del prójimo.
Para Daniel Sánchez-Arévalo, la novela ganadora del Premio Planeta 2015, 'Hombres desnudos', realiza “sin que apenas se note” un fidedigno retrato socio económico de la situación de crisis económica, moral y de roles sociales en la que España está inmersa, “desde un punto de vista original” y “sin meter el dedito”, sino a través de las voces narrativas de sus personajes. “La novela de Alicia me ha sorprendido porque es capaz de saltar de un sitio a otro, de un personaje a su opuesto, sin apenas acotaciones, sin dar pistas al lector y, sin embargo, logra que nadie se pierda”.
Las voces a las que alude Sánchez Arévalo son las de personajes como Javier, profesor de Literatura que se queda en paro y al que las circunstancias lo impelen a trabajar como bailarín en un club de 'strip-tease'; o Irene, una mujer de clase alta, “preservada por la vida” y que ve cómo su empresa entra en declive. “Esas mujeres que, entre los 40 y 50 años, han decidido entregarse a sus carreras profesionales, por encima de compromisos de pareja y habiendo renunciado a los hijos”, explicó en esta ocasión la propia autora.
Para Alicia, por su parte, la obra finalista, titulada premonitoriamente por Sánchez Arévalo como 'La isla de Alice' es “una compleja novela analítica, de situaciones y personajes. Decir que es un thriller sería un resumen demasiado simple”. También destaca Giménez-Bartlett la “humanidad de los personajes” construidos por su compañero. Especialmente, el de una niña de seis años, “de la que realiza un estupendo retrato. Es muy difícil no resultar cursi, encontrar el registro que le corresponda sin parecer impostado... Yo soy incapaz, jamás utilizo niños en mis libros”, alabó la autora de la saga detectivesca de Petra Delicado.
'La isla de Alice' es un relato cien por cien americano y cuenta la historia de Alice Williams, una profesora con una hija de seis años y otra en camino que pierde a su marido en un accidente de coche que, misteriosamente (o no), tiene lugar en un punto geográfico muy lejano del que se supone debía estar. En una “clara huida hacia delante”, la mujer se obsesiona por reconstruir el último viaje del difunto, en un proyecto que le llevará hasta Robin Island, en Cape Cod (Massachusetts), donde se enfrentará al misterio para superar el luto y descubrir la motivación que empujaba a su pareja.
“Daniel tiene la mente muy bien estructurada”, asegura Alicia tres semanas después de compartir ruedas de prensa, hoteles y confidencias. “Tengo que aprender a ser sintética en mis mensajes, como es él. Sabe contar mucho en poco tiempo y en poco espacio... Yo me lío”, elogió.
Un aparente fallo de la veterana escritora al que, sin embargo, Sánchez Arévalo supo encontrarle el reverso de la virtud. “Es que Alicia tiene unos procesos creativos geniales. ¡¡No toma nota!! Justo lo contrario que hago yo, que lleno cuadernos y cuadernos ante la obsesión o el temor de perder la gran idea, esa bomba que luego nunca resulta ser”.
Y en esta partida por acercarse a la casilla del contrario o, más bien, por atrapar al otro en el juego propio, cree Daniel Sánchez Arévalo que 'Hombres desnudos', la novela de Alicia Giménez-Bartlett, “encierra una película”. “Tiene un lenguaje muy cinematográfico, y hay giros, historias en paralelo... Vamos, que yo la dirigiría... pero si hubiera un papel para (el actor) Antonio de la Torre”, aseguró ante las carcajadas de los presentes y haciendo un guiño a su amigo y actor fetiche, que vive en Sevilla y acudió a la presentación a arropar al director de 'Azuloscurocasinegro', película por la que le concedieron el Goya a De la Torre.
Como último nexo en común de una pareja separada por el género, la generación, los lenguajes (“Yo trabajo con imágenes y Alicia, con palabras”, aseguró Daniel), pero unida en el uso del humor -en el que Bartlett parece estar más interesada que en la peripecia detectivesca-, el talento para crear universos únicos, está la defensa de un oficio que se gesta en soledad: “No creo que haya un antes y un después del Premio Planeta. Me veo dentro de poco volviendo al campo, a escribir. Volviendo a Petra Delicado, a la novela negra, a mis cosas de siempre...”, aseguró.
Daniel va más allá: “Tengo que volver a hacer cine... Pero de lo que más ganas tengo es de volver a la tranquilidad del hogar”. Casi como un ritual, cada Nochevieja, cuando dan las uvas, Daniel Sánchez Arévalo aparca el espumillón y el matasuegras y se encierra a escribir unas horas. “Siento como si le cogiera ventaja al resto de seres humanos...”.
De momento, si lo de escribir se marchitara, les quedarían por explorar los caminos de la crítica literaria; una crítica amiga, sensatamente amable, pero preñadas -ambas- de razón, de razones. Las que distinguen dos trabajos divergentes que, sin embargo, tienen ambos como gran protagonista el estilo y el intestino. Porque hay mucha víscera, mucha carne propia en cada uno de estos relatos bendecidos por el Planeta del éxito editorial.