El CSIC denuncia la muerte de gacelas en peligro de extinción por un festival que la alcaldesa de Almería no quiso reubicar

Antonio Morente

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El pulso que durante días han mantenido el Ayuntamiento de Almería y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) por la celebración del festival de música Alamar se ha cobrado al final cinco víctimas, un arruí (conocido también como muflón del Atlas) y cuatro gacelas, tres de ellas de una especie (la mohor) considerada “críticamente amenazada”. Los animales pertenecían a la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA, instituto investigador adscrito al CSIC), ubicada junto al lugar en el que se celebraron los conciertos, por lo que se solicitó el traslado del evento a otro emplazamiento. La alcaldesa almeriense, María del Mar Vázquez (PP), desechó la idea al considerar que era “compatible”, y de hecho el Consistorio ha señalado este martes que duda de que las muertes puedan achacarse a unos espectáculos que en el recinto de las gacelas se habrían escuchado “menos que el sonido de un teléfono”.

El Alamar se celebró el pasado fin de semana en el parque de La Hoya de la capital almeriense, con tres conciertos y la asistencia de unas 2.500 personas. El enclave elegido está muy cerca de la finca del CSIC, que se ubica en una hondonada situada detrás de la colina donde se asienta la Alcazaba. Por eso, desde la EEZA se advirtió de que los conciertos eran incompatibles con el “bienestar” de las 400 gacelas y arruís que acoge ya que están “en plena época reproductora”.

Las consecuencias las ha dado a conocer el propio CSIS este martes: han muerto tres gacelas mohor (una a punto de parir y otra una cría de pocos días), una hembra de arruí también gestante y una gacela de Cuvier recién nacida. Las necropsias apuntan que los fallecimientos se han producido por la desatención materna de una de las crías, un aborto y distintas lesiones traumáticas, todas ellas “consecuencias del estrés y agitación provocados por los conciertos”.

Tras la petición de trasladar el festival a otro emplazamiento, el Consistorio almeriense elaboró un informe técnico que avalaba la celebración de Alamar al ser “conciertos semiacústicos de bajo impacto sonoro” y que, desde un punto de vista urbanístico, resaltaba que “la celebración de este tipo de actividades no supone un menoscabo ni pervierte el uso de parque acordado entre las partes”. La regidora, por su parte, defendió también que el evento era “compatible”, aunque anunció en paralelo un estudio acústico para conocer su verdadero impacto. “Si vemos que no se puede hacer, cambiaremos de ubicación y no pasa nada”, apostilló María del Mar Vázquez.

“Menos que el sonido de un teléfono”

Por su parte, el concejal de Cultura, Tradiciones y Fiestas Mayores, Diego Cruz, expresó este martes sus dudas de que las muertes tengan relación con el impacto sonoro de estos conciertos. “Según los informes de una empresa externa, en la muralla exterior de la finca experimental no se superaron los 65 decibelios, que es menos que el sonido de un teléfono, con lo cual en el interior no se alcanzaron los 60”, ha sostenido Cruz, quien ha rechazado las responsabilidades atribuidas por la estación experimental.

Pero vistas las consecuencias, la directora de la EEZA, Teresa Abáigar, ha calificado de “frustrante” que el Ayuntamiento de Almería “no haya mostrado el sentido de precaución exigible a una administración pública” para proteger a los animales. “Esperamos que, de cara al futuro, se adopten las medidas oportunas para que no vuelvan a suceder sucesos similares”.

Las cinco muertes “podrían haberse evitado”, ha criticado por su parte la veterinaria de la EEZA, Sonia Domínguez, que recuerda que “advertimos de la especial sensibilidad de estos animales y del momento tan crítico en el que se encuentran en estos días durante la época de cría”. “Hemos perdido unos animales de incalculable valor para los programas de conservación y eso no tiene vuelta atrás”, ha lamentado.

Pero el delegado de Cultura almeriense cree “muy apresuradas” las conclusiones de la veterinaria. “Con los registros efectuados por ingenieros y técnicos externos al Ayuntamiento se acredita que en ningún momento se han alcanzado cualquier tipo de umbral que se excediera al uso autorizado”, ha señalado Cruz. A su juicio, se han adoptado las medidas técnicas necesarias para “garantizar un bajo impacto sonoro” y hasta se utilizó un limitador “calibrado” –que “ni siquiera se activó”– para que “no se superaran en ningún momento los 92 decibelios”, el “equivalente al sonido del tráfico en la ciudad o en una autovía”.

“Críticamente amenazada”

El arruí y la gacela de Cuvier están incluidas dentro de la categoría de amenaza “vulnerable” según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), mientras que la gacela mohor está considerada “críticamente amenazada”. La estación recibió a los primeros de estos animales en 1970, cuando se bautizó el enclave como Parque de Rescate de Fauna Sahariana y llegaron gacelas y arruís procedentes del Sáhara Occidental, por entonces territorio español.

La EEZA coordina los programas europeos de conservación de cuatro de especies de ungulados norteafricanos en peligro de extinción, con las que se han llevado a cabo proyectos de reintroducción en Marruecos, Senegal y Túnez. Asimismo, colabora con 36 zoológicos europeos en los que hay algunos de estos animales.

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