Desmontando a Ségolène Royal: por qué un tomate bio español es tan bueno (o más) que uno francés

Néstor Cenizo

Málaga —
7 de febrero de 2024 21:20 h

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Un par de frases de una exministra francesa, hoy tertuliana, ha puesto en guardia a todo un sector económico en España. “La agricultura francesa hace esfuerzos de calidad y sanitarios (...) y respeta las normas. Todo eso es dañado por la competencia de los productos españoles. ¿Habéis probado alguna vez los tomates bio españoles? Son incomestibles”, dijo Ségolène Royal el pasado martes al filo de las once de la noche en BFM TV. “Son falsos bio”, añadió, sin probar su afirmación.

Royal, conocida en España por su candidatura a las presidenciales de 2007, fue desautorizada el domingo por el ministro francés de Agricultura. Los tomates españoles “respetan los mismos estándares que los franceses”, dijo Marc Fesnau, quien la acusó de hacer “demagogia” en mitad de la crisis de la agricultura europea. Antes, había sido invitada por el presidente Pedro Sánchez a que comprobara por sí misma que “el tomate español es imbatible”. También la consejera andaluza de Agricultura, Carmen Crespo, anunció que invitaría a Royal a conocer la producción ecológica almeriense.

A pesar de la reacción oficial en Francia y España, las declaraciones de Royal han indignado y puesto en guardia al sector de la producción agrícola ecológica, que en España abarca unas 29.000 hectáreas y 61.000 “actividades industriales”, del cultivo al empaquetado, pasando por la transformación.

El sector español facturó en Europa unos 3.300 millones de euros (de un total de 5.000), según datos de la Asociación profesional española de la producción ecológica Ecovalia, que la semana pasada anunció la presentación de sendas denuncias ante la Fiscalía y ante la Comisión Europea, al considerar que las declaraciones de la exministra son una difamación que compromete el prestigio y el negocio de sus asociados.

Sin mencionar otros factores criticados con frecuencia, como las condiciones de vida de gran parte de la mano de obra de los invernaderos almerienses o el uso intensivo del agua, Royal apuntó directamente a los estándares de producción y su verificación, sugiriendo sin pruebas que existe fraude (“falsos bios”).

“Esperemos que no pase nada, pero aún no sabemos lo que ha afectado o va a afectar, hay que esperar ver la evolución de pedidos. Si es así, tendremos que actuar”, advierte Álvaro Barrera, presidente de Ecovalia, quien subraya algo que pareció ignorar Royal: “No existe una reglamentación diferente en Francia que en España para los productos ecológicos”.

Ecológico, del campo a la mesa

Para que un producto sea ecológico, en España, en Francia o en Irlanda, debe cumplir unos determinados estándares sobre conservación de suelo, no utilización de productos químicos de síntesis, no utilización de organismos genéticamente modificados y respeto de los ciclos biológicos. “Esto se traduce en que hay que controlar semillas, plántulas, fertilizantes, fitosanitarios, suelo, manejo de plantación, producción, recolección, transporte, transformación y comercialización”, detalla Barrera.

Esto supone que la producción ecológica (sin herbicidas, pesticidas o fertilizantes), requiere el empleo de técnicas de producción agronómica que sustituyan los insumos prohibidos restablezcan los equilibrios naturales del suelo y entorno.

De ahí que antes de poder comercializar un producto como ecológico sean necesarios inversión y tiempo: un año cero (donde ya hay que cumplir las pautas) y otro de conversión. Entonces puede presentarse la documentación ante la entidad certificadora, paso previo a la auditoría que debe certificar que se cumplen los requisitos del reglamento. Solo a partir de ese momento el tomate, pepino o pimiento puede venderse con una etiqueta ecológica como la eurohoja.

El control, clave del sistema de producción ecológica

Por desconocimiento o mala fe, Royal lanzó una acusación que no se sostiene ni sobre los papeles, ni bajo los invernaderos, según el sector. El Reglamento UE 848/2018 (“de aplicación directa”, recuerda Barrera), recoge que los alimentos ecológicos son producidos bajo la norma de producción ecológica y certificados como tales, por entidades de control y certificación autorizada.

En España hay 28 entidades, que sostienen la confianza en el producto. De cara al consumidor está prohibido referirse a término de producción ecológica, orgánica o biológica si el proceso de producción no va asociado a un proceso de certificación. De esta forma, todo el sistema se sostiene sobre un mecanismo de control indispensable para obtener y conservar la etiqueta.  

En Níjar (Almería) tiene su trabajo Teresa Camacho. Tiene 25 años de experiencia en la agricultura ecológica, es responsable del departamento técnico ecológico de la cooperativa agrícola San Isidro (CASI) desde 2015, y cuenta que todos los años recibe una auditoría en el almacén, en la que técnicos de la entidad de control independiente eligen productos al azar.

La cooperativa, especializada en tomate, tiene unos 1.400 socios, 200 de los cuales producen en ecológico. El tomate representa casi el 90% de la producción ecológica, el 80% de la cual se exporta a Europa, principalmente a Alemania y países escandinavos. CASI tiene almacenes diferenciados para la producción convencional y para la ecológica. Distinta cinta, maquinaria y variedades, para que no haya ninguna contaminación.

Ese control se añade a los que pasa cada agricultor. La cooperativa hace un control interno, pero aparte deben pasar el de las entidades de control. “Por norma general, una o dos auditorías al año, cada vez que se cambia de cultivo. Pero también hay auditorías no avisadas, de un día para otro”, comenta Camacho. “Hay que tener cuaderno de campo completo, toma de muestra de hoja, toma de muestra de fruto…”.

Casi 70.000 controles en 2022

La certificación es la garantía de que se cumple el reglamento europeo. “Toda la cadena que interviene está dentro del control oficial de la UE”, insiste Barrera, que detalla que el control se hace en tres niveles: documental (mediante la revisión de facturas, certificados, cuadernos de campo o planes de control de plaga); la visita del auditor al invernadero o la industria para contrastar las declaraciones documentales (por ejemplo, para comprobar si hay trampas o controles biológicos que sustituyan a los herbicidas); y con la toma de muestras de suelo, hoja o suelo, donde el uso de sustancias “prohibidas” queda “registrado”.

Si hay no conformidad, y no hay explicación, se retira el certificado a toda la producción. En España, esto ocurrió 297 veces en 2023, según los datos de Ecovalia. En 2022 (último año con datos cerrados), se realizaron 69.306 controles a los 61.065 operadores, 10.308 de ellos sin previo aviso, con la toma de 6.330 muestras, según los datos del último informe elaborado por el Ministerio de Agricultura.

En esos controles se detectaron 1.622 incumplimientos: la mayoría de veces (el 37%) por incumplimientos documentales o registrales, pero también hubo un 27% de incumplimientos por el uso de sustancias o productos no autorizados. Se prohibió la comercialización como ecológica en 422 casos, el certificado se suspendió en 358 ocasiones, y se retiró definitivamente en 193.

“No nos merecemos lo que dijo”

Este sistema permite también la denuncia en un tercer país de un producto español (o de otro país europeo). Cualquier consumidor europeo, como Ségolène Royal, puede ir a la autoridad competente de su país y denunciar que un tomate no es ecológico. A la toma de muestra del lote denunciado le sigue una alerta a la autoridad del país de origen y a la entidad certificadora, que debe enviar una inspección al origen en 24 horas. “No da tiempo a preparar nada. Si hay incumplimiento, se dicta incompatibilidad y el productor tiene tres días para contestar”, explica Barrera. ´

¿Y qué hay de la acusación de “incomestible”? Teresa Camacho no se lo explica. “Hay miles de variedades de tomate… No sé qué variedad probó, pero con la exigencia de los clientes europeos, que miden todo, yo no puedo dar una variedad que esté por debajo de unos determinados grados brix, porque me la rechazan”, explica la experta: “Lo que se hace es potenciar esos grados de azúcar con enmiendas orgánicas, rotación de cultivo, productos naturales…”.

“Todo eso lo hace una exquisitez. Donde se ponga un producto bio, con las normas de calidad que tenemos… Es una agricultura de confianza”, resalta Camacho: “Detrás del bio hay muchísimo trabajo. No merecemos lo que ella dijo”. 

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