José Araque pasó los dos últimos años de su vida en un sofá, tumbado de costado para evitar las hemorragias que cada poco le encharcaban el pulmón derecho, el único que apenas le funcionaba. Sus pulmones se habían llenado de pequeñas piedras de sílice veinte años antes, mientras manipulaba el conglomerado de cuarzo que se fabrica en el complejo que Grupo Cosentino tiene en Cantoria (Almería) y cuyo producto estrella son las encimeras Silestone. Araque falleció en 2015, víctima de silicosis, que hoy en día es la principal enfermedad profesional de Andalucía. Varios afectados de silicosis han interpuesto una querella contra los responsables de la empresa, que ha sido admitida a trámite. Creen que la falta de medidas de seguridad adecuadas provocaron la muerte a Araque y lesiones a otros trabajadores.
“Él sabía que tenía pocas posibilidades de vida, pero los últimos años los pasó esperando la muerte. Tenía mucho miedo, estaba hecho polvo, y en el momento que empezaba a sangrar… Decía que no valía para nada”, rememora su viuda, Paqui Silva. Había empezado a sufrir problemas respiratorios en 1998. “Tenía fiebre. Íbamos a urgencias, antibióticos y a trabajar otra vez. Estaba siempre muy cansado”. En 2002, la biopsia confirmó que sufría silicosis y dos años después le extirparon gran parte del pulmón izquierdo, carcomido por la enfermedad. Durante años sufrió hemorragias cada vez más frecuentes, que le obligaban a desplazarse de urgencia de Huércal-Overa a Granada, entubado para evitar ahogarse en su propia sangre.
Los últimos años de su vida, Araque los pasó pleiteando contra la que fue su empresa. En 2004, inició una batalla legal para determinar el grado de incapacidad que sufría. Un tribunal médico le jubiló para el ejercicio de su profesión, pero no le concedió la incapacidad absoluta. En mitad de la treintena, se quedó sin trabajo y con una paga de 800 euros.
En 2015, trece años después de que se le diagnosticara silicosis, la inspección de trabajo revisó su caso y admitió que Araque tenía una incapacidad absoluta para trabajar. “Ahora que saben que me estoy muriendo, me dan esto”, lamentó el hombre, según recuerda su viuda. Murió pocos meses después.
El de Araque es uno de los pocos casos de denuncia pública contra Cosentino, el gran comercializador de aglomerados de cuarzo en Andalucía y España. Cosentino emplea a unos 1.500 trabajadores en su fábrica de Cantoria (Almería). Es la gran empresa de la comarca del mármol. Cerró 2017 con una facturación de 901 millones de euros y 57 millones de beneficios. El año pasado algunos afectados y familiares presentaron una querella contra los gestores de la empresa, a los que imputan presuntos delitos de homicidio imprudente y lesiones. La querella fue admitida a trámite por el juzgado de instrucción único de Purchena en abril. Cosentino asegura que cumple la normativa, y prefiere no valorar los procedimientos judiciales abiertos.
La silicosis supone el 18,55% de las enfermedades profesionales en Andalucía
La silicosis es la enfermedad profesional más frecuente en Andalucía. Ha desplazado a las patologías derivadas de la exposición al amianto, y supone el 18,55% de las enfermedades profesionales comunicadas, según la monografía Comunicaciones de sospecha de enfermedades profesionales 2009-2016, elaborada por el servicio de vigilancia y de salud laboral de la Consejería de Salud.
El informe, publicado en mayo de 2018, relaciona el aumento de la enfermedad con los aglomerados de cuarzo, que se popularizaron en los años del boom inmobiliario. Los casos de silicosis comunicados, 279 en total, se concentraron en las provincias de Cádiz, Córdoba y Almería, con un pico máximo en 2011. A partir de ese año, los casos en Almería se redujeron. El total de casos comunicados en el periodo 2009-2016 es de 122 en Cádiz, 37 en Almería y 37 en Córdoba, las provincias más afectadas.
El documento señala que el alto número de notificaciones en Cádiz en comparación con otras provincias se debe a la formación de los profesionales sanitarios y, “sobre todo”, su “mayor concienciación” para notificar la enfermedad. Además, advierte de que está comprobado que en España hay una “infranotificación” de enfermedades profesionales. La escasez relativa de casos conocidos en Almería, donde se produce la totalidad del aglomerado de cuarzo en España, contrasta con la situación en Cádiz, donde se concentraron muchas pequeñas marmolerías que lo manipulaban.
“Si hay uno, debe haber más”
Andrés Rabadán, jefe del servicio de salud pública de la Junta de Andalucía en Cádiz, cuenta la aparición del primer caso de silicosis en la provincia, en 2009, como un hallazgo hasta entonces inaudito. El primer afectado se llamaba Agustín Cebada y trabajaba como marmolista en Chiclana. “Si hay uno, debe haber más”, pensaron Rabadán y su equipo, que iniciaron un trabajo de búsqueda activa que les llevó hasta 24 pequeños talleres donde se cortaban las encimeras de cuarzo compactado. “Se corrió la voz y entre los que buscamos y los que aparecieron, empezamos a hacer pruebas y biopsias. Las imágenes de los TACAR [tomografía de tórax] eran impactantes, se veían los pulmones blancos”, explica el doctor.
La silicosis producida por el aglomerado de cuarzo es especialmente virulenta y evoluciona mucho más rápidamente que la silicosis de los mineros. La razón de la agresividad de esta variante es el material que la produce. El silestone es un compactado que contiene en torno al 80% de sílice y cristobalita, que es sílice cristalizado derivado de altas temperaturas. Cuando se vuelca en un silo, el sílice produce polvo; cuando se limpia una tolva, produce polvo; cuando se corta una encimera, se produce polvo. “La partícula era tan pequeña que era respirable. Con lo cual la mascarilla no sirve”, explica el doctor.
“Rezamos por que nuestras esposas no estén enfermas”
En total, se notificaron 122 casos en la provincia de Cádiz en el periodo 2009-2016 y los afectados acabaron agrupándose en la Asociación de Afectados y Enfermos de Silicosis (ANAES), fundada por Agustín Cebada poco antes de someterse a un trasplante pulmonar que no superó. Hoy el presidente de la asociación es Ismael Aragón, que sufre silicosis igual que dos de sus hermanos, su padre y otros diez familiares. Todos trabajaban en la marmolería.
“Nosotros hacíamos el trabajo fino, la adaptación al hogar”, recuerda. Trabajaban, según cuenta, con las encimeras de Cosentino. “Mucho corte, mucha lija”. En esos tiempos del boom, nadie en las marmolerías adoptaba medida de seguridad alguna. “No nos habían dicho todo lo que contenía: plomo, arsénico, cadmio… Algún inspector de trabajo nos ha llegado a decir que esto hay que trabajarlo con trajes del ébola”, lamenta Aragón, que asegura que ya se ha detectado un caso de enfermedad en una trabajadora de oficina: “Rezamos por que nuestras esposas, que trabajaron en las oficinas, no estén enfermas”.
La empresa Cosentino niega cualquier responsabilidad en estos casos, y resalta que el corte, la elaboración y la instalación de las tablas de aglomerado de cuarzo podía hacerse de forma “totalmente segura” siguiendo las medidas que se indicaban en las etiquetas de cada tabla, la Ficha de Datos de Seguridad y la Guía de Buenas Prácticas. “Desafortunadamente, la implantación y continuidad de las medidas de seguridad existentes en cada marmolería es competencia exclusiva del propietario de la misma”, señala la empresa.
“Cuando llegaba era cal pura, no se distinguían pestañas, ni el pelo”
Mientras que ANAES agrupa a un centenar de afectados trabajadores de las marmolerías gaditanas, los afectados están dispersos en Almería, la provincia de la que sale todo el compactado de cuarzo de las encimeras. Una de ellas es Paqui, la viuda de José Araque, de quien hablamos al comienzo del reportaje. Otra es Remedios Miras, viuda de Antonio Ruiz, el último extrabajador de Cosentino fallecido por silicosis. Murió en marzo del año pasado, con 55 años.
“Mi marido empezó a trabajar en Cosentino en 1999, cuando sólo existía silestone uno [la primera línea de producción de compactado de cuarzo] y mármoles. En aquella época no tenían ninguna medida de seguridad. Yo llegué a entrar hasta donde estaba trabajando a llevarle la cena. No había seguridad ni medios como las máscaras de carbono, ni gafas, ni nada. Cuando llegaba era cal pura, era blanco, no se distinguían pestañas, ni el pelo”, relata.
Antonio pasó recluido los últimos años de su vida. El año pasado cogió la gripe. “Estuvo tres días en planta y 55 en la UCI, porque el médico nos dijo a los 55 días que había que desenchufarlo, porque sus pulmones se habían secado”, cuenta Remedios, con un hilo de voz. “Ya no podía coger ni siquiera una botella de agua. No podía ir al baño. Subir las escaleras para él era un mundo. Ni siquiera podía salir a pasear con mis nietos al parque. Ni siquiera podíamos ir a casa de mi madre, porque no podía andar. Se ahogaba vivo”.
Según asegura su viuda, Antonio firmó un contrato de confidencialidad con Cosentino. También Paqui, la viuda de José Araque, hace mención a estas cláusulas, supuestamente suscritas por algunos trabajadores a cambio de una indemnización o un nuevo puesto alejado del polvo de sílice. José Antonio López, presidente de la asociación de afectados almerienses, asegura que es una práctica habitual en la empresa: “Conmigo quisieron tratar, pero jugaron con mi vida: estuve a punto de morirme. No quiero ni pasar por la puerta. Te puedo hablar de 15 o 20 personas que están trabajando en fábrica con silicosis”. La empresa admite la existencia de las cláusulas de confidencialidad.
“Si haces búsqueda activa aparecerán”
La existencia de estos contratos podría explicar el brusco descenso de las comunicaciones de silicosis en Almería, tras el pico de 2011. Los afectados se garantizarían un puesto en la empresa alejado, en teoría, del supuesto foco de contaminación, y evitan una jubilación con una pensión que apenas suele llegar a la mitad de su sueldo.
“Algunos trabajadores no quieren que les hagamos la exploración, porque se quedarían en paro y no saben hacer otra cosa”, admite el doctor Andrés Rabadán. Para él, esta negativa plantea un problema “ético”. Cosentino, sin embargo, asegura que el número de trabajadores “reubicados” no supera los diez, de los “menos de 25 casos” registrados de silicosis en su fábrica.
Otra explicación posible al brusco descenso de las comunicaciones de silicosis en Almería es que, a partir de los primeros casos detectados, Cosentino adoptara unas medidas de seguridad tan estrictas que consiguiera preservar eficazmente a sus empleados del polvo de sílice. Cosentino asegura que cumple con las pautas establecidas en el Protocolo de Silicosis del Ministerio de Sanidad y en el Sistema de Comunicación de Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social, y que realiza reconocimientos periódicos.
También explica que complementa las medidas de protección colectiva según la zona de trabajo (nebulizadores de agua, aspiración localizada, ventilación ambiental forzada) con el uso de mascarillas de respiración, “garantizando de este modo que la persona trabajadora no tenga exposición alguna a polvo de sílice”.
“Alarma injustificada”
Hace algo más de un año, la revista Interviú publicó unas imágenes que desmentirían esta afirmación. En ellas se observan zonas de la fábrica de Cosentino en Cantoria envueltas en una nebulosa de polvo que apenas permite ver lo que hay a unos metros. Eldiario.es Andalucía ha tenido acceso a dos vídeos, supuestamente grabados en 2017, y proporcionados por una de las fuentes consultadas para este reportaje: en uno de ellos se observa una masiva fuga de polvo en unas instalaciones; en el otro, el polvo generado por varias pulidoras. No obstante, no puede acreditarse el lugar de grabación.
“Las imágenes publicadas en el artículo de Interviú no representaban en absoluto la realidad de la fábrica, ni ha quedado acreditado en modo alguno que hubieran sido tomadas en nuestros centros productivos”, se defiende la empresa, que achaca su publicación al interés por crear “una alarma injustificada” y resalta que las mediciones de exposición al polvo de sílice acreditarían “objetivamente” que los trabajadores pueden desarrollar su trabajo con seguridad. “Cosentino cuenta con una división organizativa y productiva que ha sido diseñada para minimizar, e incluso eliminar, cualquier tipo de emisión de polvo de sílice”, zanja.
La última explicación posible es que los médicos no estén detectando la enfermedad. Esto es lo que parece sugerir el informe de la Junta de Andalucía. Para el doctor Rabadán, no sería extraño: “No es una enfermedad fácil de detectar. Nosotros tenemos una experiencia que no tiene nadie en el mundo. Hemos visto más de cien casos”.
Los afectados almerienses refieren varios casos de trabajadores que no fueron diagnosticados en Almería, y sí en Cádiz. El doctor Rabadán cree que es necesaria una búsqueda activa para que afloren los casos de silicosis: “Si esperas, no aparecerán muchos, y si haces búsqueda activa aparecerán”.