Se cumplen ocho meses de la tragedia de la valla de Melilla. Desde aquel día fatídico en el que fallecieron 37 jóvenes y otros 77 desaparecieron, nos faltan nombres como los de Marwan, Jalal, Mustafa, Ibrahim o Yasser. Aunque hay otros como los de Hassan o Bakary que, aunque continúen en esa situación irregular que les precariza, les recuerdan continuamente.
Hassan Sall (Guinea Conakry), Bakary Drame (Mali) y otros jóvenes africanos y afrodescendientes componen el proyecto Sevilla Negra, una iniciativa que ofrece rutas guiadas por la ciudad y que no sólo arroja luz sobre la historia esclavista de nuestro país sino que sirve de espejo a las realidades actuales, en las que se sigue tratando como sin derechos a los descendientes de esas mismas personas esclavizadas o “Sine Jure”, como especificaba la marca que recibían con un hierro candente al arribar a puerto. Es además pertinente resaltar que dicha marca derivó en una “s” con un clavo, que quizás hayas observado en multitud de iglesias por toda España como símbolo de los esclavos de Cristo.
Algunas de las historias veladas y silenciadas que podremos encontrar en el recorrido que ofrecen Hassan y compañía son las del Conde Negro, la Hermandad de los Negritos o la de la mayor esclavista de la historia de España, María Cristina de Borbón, entre otras. Junto a los guías se realiza un recorrido por el centro histórico en el que, a modo de gymkana, el visitante debe ir descubriendo los vestigios de los negros que vivieron en la ciudad de Sevilla. Una urbe que el cronista Melchor de Santa Cruz definió, en el siglo XVI, como “un tablero de ajedrez” por la cantidad de personas negras que la habitaban. Y resulta de una apabullante justicia poética que quienes estén ahí para contárnoslas sean personas que se jugaron la vida en el Estrecho y que conocen bien qué es ser invisible y carecer de derechos.
Hassan me cuenta que se acuerda mucho de las personas que se quedaron por el camino. Por ejemplo, de cuando asistió recientemente a una manifestación por la masacre de Melilla. Allí descubrió que uno de los fallecidos había sido su compañero de cama, con quien había convivido durante el año y medio que pasó en Marruecos esperando la oportunidad para saltar la valla o cruzar de alguna manera a la península. También me recuerda que no sólo deberíamos hablar de Melilla, sino también del Tarajal, y de las muchas vidas que se pierden continuamente. “Estamos aquí, pero siempre pienso en la otra gente que se está muriendo, que se sigue ahogando”, sentencia.
La historia de estas rutas que nos confrontan con el pasado y el presente comienza unos años atrás. Hassan salió de Guinea Conakry natal con 16 años: “Salimos porque el gobierno nos obliga a salir del país. Es muy complicada la situación y la escuela”. Y dos años después, en 2019, cruzó el mar para llegar a Tarifa. No tenía estudios, pero, en el centro en el que recaló, aprendía con profesores sobre el lugar, su cultura y, sobre todo, el idioma “para poder conectar con las personas… A veces, complicado, porque el negro de patera tiene que demostrar que no es un salvaje”.
Cuesta arriba en los derechos humanos
Uno de sus profesores le trajo un día un libro -“este te va a gustar”-. En las páginas de Los invisibles: hechos y cosas de los negros de Sevilla, obra del investigador y gestor cultural Jesús Cosano, encontró un estudio profundo de las negras y negros que vivieron en el puerto más próspero de la época, además de un extenso detalle de la nobleza y el clero que se lucraban de la trata. Junto con un amigo, Hassan se fue a recorrer los puntos que detallaba el libro. Además, se dieron cuenta de que muy, muy poca gente conocía este pasado. Por ello es que suelen decir en sus visitas que “los sin papeles del siglo XXI son la voz de los sin derechos del siglo XVI”.
Desde que el grupo comenzó a hacerse visible y conocido, ha recibido la simpatía y el apoyo de cada vez más gente. El pasado octubre, el colectivo fue invitado a presentar su trabajo en los VIII Encuentros de Cultura y Ciudadanía que organizó el Ministerio de Cultura en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla. Allí se encontraron con activistas y colectivos que reflexionan sobre la cuestión racial y la presencia de las minorías en la cultura. Allí propusieron una especie de “juego de la oca” que reflejaba las dificultades que enfrentan los migrantes africanos desde que se encuentran en Marruecos hasta que consiguen tener los papeles en regla. Muchos visitantes lo intentaron y ninguno lo logró: hasta el propio Antonio Muñoz, alcalde de Sevilla, probó suerte y no pasó de la segunda etapa, quedando 'ahogado' en el Mediterráneo.
Mientras tanto, en la reciente cumbre de alto nivel que mantuvieron Marruecos y España, se han mantenido las buenas intenciones y palabras que contrastan con estas realidades. El punto 23 de la declaración conjunta resultado de dicha cumbre reza: “España y Marruecos reiteran su compromiso con la protección y garantía de los derechos humanos como base imprescindible para la convivencia democrática, el Estado de derecho y el buen gobierno” -a la vez que- “ambos países reconocen las numerosas contribuciones positivas que las comunidades de inmigrantes hacen tanto a los países de acogida como a sus países de origen. Se comprometen plenamente a combatir todas las formas de racismo, xenofobia y cualquier otro tipo de discriminación contra las poblaciones inmigrantes”.
Parece que el camino a un cumplimiento estricto de los derechos humanos sigue bastante cuesta arriba y que las buenas palabras se quedan perdidas entre las aguas y las concertinas, entre El Tarajal y Melilla. A pesar de todo, Hassan y sus compañeros continúan su hermosa y necesaria tarea. El pasado miércoles recibieron a un grupo escolar, unas 30 personas. “Todas ellas nacidas en Sevilla. Todas desconocían la historia. Nadie sabía que en la ciudad vivió tanta población negra”. Por un lado, sueñan con tener la posibilidad de seguir investigando sobre esta historia y aportar algo más, una oferta de turismo consciente. Por otro, quieren aportar para los que siguen viniendo. “Sabemos el dolor que tenemos. En un futuro, podemos aportar a nuestros hermanos y hermanas que vengan a Sevilla. Es algo que estoy superando, pero sé dónde les duele y lo que hace falta, cómo acogerles”.
Se cumplen ocho meses de la tragedia de la valla de Melilla. Desde aquel día fatídico en el que fallecieron 37 jóvenes y otros 77 desaparecieron, nos faltan nombres como los de Marwan, Jalal, Mustafa, Ibrahim o Yasser. Aunque hay otros como los de Hassan o Bakary que, aunque continúen en esa situación irregular que les precariza, les recuerdan continuamente.
Hassan Sall (Guinea Conakry), Bakary Drame (Mali) y otros jóvenes africanos y afrodescendientes componen el proyecto Sevilla Negra, una iniciativa que ofrece rutas guiadas por la ciudad y que no sólo arroja luz sobre la historia esclavista de nuestro país sino que sirve de espejo a las realidades actuales, en las que se sigue tratando como sin derechos a los descendientes de esas mismas personas esclavizadas o “Sine Jure”, como especificaba la marca que recibían con un hierro candente al arribar a puerto. Es además pertinente resaltar que dicha marca derivó en una “s” con un clavo, que quizás hayas observado en multitud de iglesias por toda España como símbolo de los esclavos de Cristo.