Andalucía ya busca agua debajo de las piedras. La región sufre la sequía más prolongada e intensa desde la que atravesó en los 60, con casi cinco millones de habitantes ya afectados por restricciones de distinto grado, y subiendo. Tras cinco años mirando al cielo, las administraciones se lanzan a la búsqueda desesperada del líquido elemento con iniciativas de diverso coste, alcance y enfoque, con una característica común: son urgentes. Sobre la mesa hay obras, desaladoras portátiles, sondeos, reapertura de pozos, captación de ríos subterráneos o la posibilidad de, llegado el caso, abastecer grandes ciudades con agua llegada en barcos. El Gobierno andaluz la llama Estrategia Sequía Plus.
Basta repasar los datos semanales. Ni siquiera el otoño, una estación históricamente benigna, ha revertido el vaciamiento de los embalses andaluces. El 12 de septiembre apenas superaban el 20% de la capacidad total, y ahí siguen, en el 20,15% casi cuatro meses después, según la última actualización de la Consejería de Agricultura, con las cuencas mediterráneas abriendo el año al 18,8% y la del Guadalete-Barbate por debajo del 14,5%. “Como dirían los grandes genios del tema del agua tenemos la hucha del agua vacía”, dijo la consejera Carmen Crespo.
La situación es acuciante en zonas como la Axarquía, con el embalse de La Viñuela por debajo del 7,5%, cada día más escuálido. Unas bombas superficiales apurarán la poca agua que le quede. La Viñuela abastecía gran parte de las 13.000 hectáreas de cultivos subtropicales que en las últimas décadas han proliferado en la zona, y que algunas fuentes elevan ya a las 16.000. En la Axarquía viven unas 230.000 personas, abocadas a cortes nocturnos que empiezan cada vez más pronto y terminan cada vez más tarde, trastocando tareas cotidianas como la higiene matutina.
En el extremo norte de Andalucía, 80.000 vecinos de Los Pedroches y el Guadiato, en Córdoba, tienen que llenar la garrafa a diario para beber agua en casa. Lo hacen desde abril, cuando se secó por completo el pantano de Sierra Boyera. Fue el primero en caer en España, y bombear el agua desde La Colada no funcionó porque ese recurso de urgencia no era potable. Ya se anuncian movilizaciones. El caso ejemplifica bien el reproche que hacen algunos expertos a las administraciones: no se invirtió cuando había que hacerlo, y ahora ya es tarde para cualquier alternativa al camión cisterna.
Estrategia Sequía Plus: barcos, sondeos y tomas cada vez más bajas
Frente a la realidad cada vez más acuciante, la Junta de Andalucía aprobará en enero el cuarto decreto de sequía, y promete ahora una “vuelta de tuerca más”. “El presidente ha tenido a bien establecer una Estrategia de Sequía Plus”, anunció Carmen Crespo, consejera de Agricultura, encargada de la gestión de la sequía. Se plantean restricciones al consumo humano, pero los temas del agua los lleva Crespo y su equipo porque el segundo gobierno de Moreno trasladó la política hídrica desde Desarrollo Sostenible a Agricultura, cumpliendo así con la exigencia del sector agrícola.
De Sequía Plus sólo se sabe lo que contó en aquella de rueda de prensa. La Junta de Andalucía no facilita ningún documento justificativo de la estrategia, cuya clave de bóveda parece seguir siendo la de los planes anteriores: obras. Cada semana, el Gobierno andaluz anuncia una batería de actuaciones: 1.097 desde que el PP llegó al Gobierno autonómico, con 90 ahora en ejecución y 52 en licitación, y una inversión total de 1.500 millones de euros, según Crespo. El 42% de la obra pública andaluza es ahora obra hidráulica.
Las actuaciones de Sequía Plus, reales o potenciales, tienen ese punto que acredita la urgencia de la situación. La Junta de Andalucía pretende bajar las tomas de los embalses “hasta abajo del todo” (dijo Crespo), por ejemplo en Andévalo o La Viñuela, recuperar sondeos en desuso o sembrar el territorio más seco de desalobradoras portátiles en Fuengirola, Vélez-Málaga o Guadalmansa, un recurso netamente de emergencia.
Pero la más llamativa es la posibilidad de trasladar agua a los puertos de Málaga o Algeciras, con dos alternativas: barcos capaces de transportar 40.000 metros cúbicos de agua potable, o buques con capacidad para 100.000 metros cúbicos, que luego deberían ser tratados. El coste sería de 10 millones de euros mensuales, más cinco por la desalación, según dijo la consejera. Málaga destina a consumo urbano unos 63 millones de metros cúbicos cada año, con una merma de entre el 20 y el 30%, según fuentes de EMASA. Se necesitarían 1.575 barcos de 40.000 metros cúbicos o 630 de 100.000 para cubrir esa cantidad.
Con todo, la medida estrella sigue siendo buscar agua debajo de las piedras. “Es una medida tradicional de gestión de sequía, y en algún sitio puede ayudar a salvar la situación. Pero solo debe ser para paliar la sequía, y en acuíferos no sobreexplotados”, comenta Jesús Vargas, profesor de Geografía de la Universidad de Málaga e investigador del Observatorio Ciudadano de la Sequía. Sequía Plus plantea incluso recargar los acuíferos con aguas regeneradas y luego extraer y potabilizar el agua en ETAP y desalobradoras. Málaga, que en verano ya tuvo que cerrar sus duchas en la playa, pretende acordar con el Metro el uso de las aguas subterráneas que brotan en distintos puntos del suburbano.
“Las soluciones siguen siendo reactivas. Vamos tardísimo”
“Hay un cambio de discurso: ya nadie niega que haya que anticiparse, pero al final las soluciones siguen siendo reactivas, y basadas en el aumento de oferta de agua”, observa Vargas. “Vamos tardísimo”, lamenta.
Este medio publicó en octubre de 2022 que gran parte de sistemas de abastecimiento (mancomunidades y municipios) dependientes de la Junta de Andalucía incumplían la obligación legal de disponer de un plan para situaciones de sequía. Crespo acaba de exigir que cuenten con planes de emergencia. Y tampoco los tienen. “En las cuencas mediterráneas andaluzas, que junto Guadalete-Barbate son las que peor están, ningún sistema lo tiene aprobado para abastecimientos urbanos. Y eso lo debe vigilar la Junta de Andalucía”, señala Vargas.
Además, las soluciones reactivas tienen otro inconveniente por naturaleza: evitan la consulta pública, el debate y la transparencia. ¿Por qué esas medidas y no otras? En una situación de emergencia pueden ser necesarias, pero para eso debería servir el planteamiento de escenarios en planes de emergencia. “Son medidas improvisadas”, dice Vargas.
Desaladoras: el riesgo de seguir aumentando la demanda
Las medidas contribuirán a evitar o al menos retrasar la aplicación de medidas más restrictivas, aunque en la administración se habla ya de escenarios casi catastróficos en ausencia de lluvias. Por ejemplo, que Málaga se quede sin agua de aquí a un año. Preocupa sobre todo el verano, cuando el consumo se dispara en la provincia por el turismo. Pero según Vargas, el riesgo desde el punto de vista de la gestión del recurso es que medidas de emergencia acaben consolidando nuevos recursos que a su vez generen nuevas demandas. Y ahí aparecen los usos agrícola o turístico, los dos grandes consumidores en la provincia.
Por eso, algunos observan con alarma la carrera de desaladoras en las que las administraciones se han embarcado. Crespo prometió que en primavera se habrá duplicado (de 6 a 12 hm3) la capacidad de la de Marbella y que pretenden que llegue a 20 hm3, aunque no sabe cómo. El Ayuntamiento de Estepona, gobernado por José María García Urbano (PP), está decidido a construir la suya, y acaba de ampliar el canon municipal hasta 2042 para financiarla.
Una desaladora es una infraestructura que va más allá de la emergencia. Y en la Axarquía, la comarca andaluza más castigada por la sequía, no se vislumbra una sino dos. El Estado ha reservado 100 millones de euros, mientras la Junta está licitando por su cuenta un concurso de “colaboración público-privada” [Junta de Andalucía y comunidad de regantes] para el que quedan dos proyectos en liza, y ya hay terrenos reservados. Una podría proporcionar hasta 22 hm3 al año y otra hasta 60. El reto es que las administraciones se pongan de acuerdo para fusionar los proyectos, aunque Moreno llegó a decir que había “necesidad de hacer dos desaladoras”.
“Dos desaladoras es un disparate. Si se añade a los sistemas que tenemos, produciría un efecto llamada a toda la comarca. Todo el secano se convertiría en regadío, y será ingobernable”, advierte Rafael Yus, coordinador de GENA-Ecologistas en Acción, que lleva más de una década denunciando el crecimiento descontrolado de los cultivos subtropicales que explica en parte la carestía actual. Yus también resalta el impacto de la salmuera sobre la flora y fauna del punto de vertido, el coste energético y el precio, muy superior al agua casi gratis de la que hasta ahora disfrutaban los subtropicales. En esas condiciones tendrán muy difícil competir en el mercado, por lo que ya se aspira a subvenciones.
El escenario de una o varias desaladoras es, sin embargo, a medio plazo; por ahora, los aguacates y mangos agonizan a duras penas con aguas regeneradas, con el inconveniente de que son ligeramente salinas y pueden poner en riesgo el árbol. “Esto se ha ido de las manos y la única solución es retroceder. Ahora mismo la Axarquía tiene asignados 85 hm3. Si se gestionan bien, se puede regar: con riego más eficiente, plantas con menos necesidad hídrica y mecanismos para época de crisis. Está claro que vamos a tener más sequías y conviene usar los sistemas ya instalados. Pero no se puede seguir creciendo”, zanja Yus.