El PP sólo ha ganado dos veces unas elecciones generales en Andalucía –en 2011 y en 2016–, apuntalando las victorias rotundas en el conjunto de España que alumbraron los gobiernos de Mariano Rajoy. Este domingo puede ser la tercera si los andaluces votan lo mismo que hace un año, en las autonómicas que dieron la mayoría absoluta a Juan Manuel Moreno, o hace dos meses, en las municipales de mayo que entregaron a los populares seis de las ocho diputaciones provinciales y todas las capitales de provincia.
Las victorias de la derecha en Andalucía presentan dos factores comunes: una es la hipermovilización de su electorado, que alcanzó 1,9 millones de votos en 2011 y en 2016: la primera fue un voto en solitario para el PP (aún en tiempos de bipartidismo) y la segunda fue un voto fragmentado dentro del bloque conservador: 1,4 millones de los populares y otras 576.000 papeletas que emigraron a Ciudadanos [Vox era entonces una formación residual].
La cota más alta del voto de derechas en Andalucía, en todas las elecciones celebradas en democracia, ronda los dos millones de electores. Los expertos consultados creen que el voto conservador “ha tocado techo” en esta comunidad autónoma, que fue granero socialista durante 37 años y ahora es lo es del PP.
En las autonómicas del año pasado, el PP de Moreno Bonilla alcanzó su mejor marca electoral en cuatro décadas, con 1,58 millones de votantes, y otras 494.000 papeletas fueron para Vox. Juntos suman en la actualidad el bloque conservador más robusto que ha tenido esta comunidad: esos dos millones de andaluces que, también en el Palacio de San Telmo, calculan “próximo” al techo electoral de la derecha en Andalucía.
En las municipales del pasado mayo, pese a mantener el predominio, el bloque conservador se achicó gracias al peso del municipalismo de izquierdas y el que muchos de sus alcaldes están muy consolidados: el resultado descendió hasta los 1,48 millones de papeletas para el PP y otras 265.000 para Vox; 1,7 millones en total.
La desmovilización de izquierdas
El segundo factor común en las victorias de la derecha en Andalucía es la desmovilización del voto progresista. En 2011 y en 2016, la participación en las generales en esta comunidad fue inferior a la media nacional. No de forma muy significativa, pero sí es un elemento que sólo ha ocurrido cuando (o porque) la derecha está muy fuerte en España. En 2011 fue a votar el 71,7% de los españoles, en Andalucía el 70,6%. En 2016 fue a votar el 68,8% de los españoles, en Andalucía el 68,2%.
Las victorias electorales de los conservadores que han anunciado cambios de ciclo político en España nunca han rebasado esa cota de dos millones de votantes en Andalucía. El último tsunami que ha colocado al PP, por primera vez, con mayoría absoluta en el Gobierno autonómico y con el máximo poder institucional municipal que ha tenido en la historia tampoco ha rebasado ese récord.
Esta última derechización de Andalucía viene acompasada con un largo ciclo de desfondamiento político y emocional del socialismo andaluz, que perdió la Junta ganando las elecciones en 2018 y que ha perdido a todos sus referentes políticos –inhabilitados o en prisión– tras una demoledora sentencia condenatoria del caso ERE. “Mi partido ha sufrido mucho”, se lamenta la vicesecretaria general del PSOE federal y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, una de las dirigentes llamadas a bombear sangre a su formación en Andalucía para sacarla del letargo.
Andalucía es la comunidad más poblada de España, tiene 6,7 millones de electores, de los que en torno a 2,5 millones no fueron a votar en las municipales de mayo; 2,6 millones no fueron a votar en las andaluzas de 2022 y 2,2 millones no fueron a votar en las últimas generales de 2019. En estos números, hay una bolsa estructural de abstencionistas que ronda los dos millones de andaluces, pero también hay una horquilla de 400.000 a 500.000 andaluces indecisos entre no votar o votar a las izquierdas, según los datos demoscópicos de los últimos procesos electorales.
“Los electores de vocación progresista que se quedan en casa son los que apuntalan las victorias amplias de las derechas en Andalucía y en España”, dice Javier Fernández, líder del PSOE de Sevilla y nuevo presidente de la Diputación Provincial, otro de los nuevos referentes del partido en Andalucía.
Sin embargo, este mensaje, tan fácil de entender, no sirvió para movilizar el voto socialista en las andaluzas de 2022, cuando el PSOE cavó su suelo electoral más profundo, y en menor medida en las municipales de mayo. La distancia global en votos respecto al PP es de tres puntos, pero “el factor psicológico es una distancia mayor”, admite una dirigente estatal socialista. “Luchamos contra nosotros mismos, contra el derrotismo de un partido acostumbrado a ganar”, añade.
Los expertos consultados creen que los andaluces no van a votar este domingo algo distinto a lo que votaron hace dos meses, en las municipales. El PSOE, aunque perdió muchísimo poder institucional en esos comicios, ha querido extraer algo positivo de esta tesis: la distancia global en votos es de apenas tres puntos respecto al PP, y unas elecciones generales arrastran entre diez y 12 puntos más de participación de media.
En mayo votó el 61% de los andaluces y el abultado número de voto por correo estima una cifra superior al 70%. La pregunta clave es: ¿a quién beneficia una alta participación? En Andalucía, después de dos procesos electorales en un año donde el PP se ha impuesto notablemente al bloque de izquierdas, ¿a quién beneficia un récord de participación en la tercera cita con las urnas? “Ni nosotros mismos lo sabemos”, admiten fuentes del PSOE y del PP.
Contra Sánchez; contra Vox
El revulsivo de los populares en esta campaña ha sido “derogar el sanchismo, echar a Pedro Sánchez”; el revulsivo de las izquierdas ha sido “frenar a la ultraderecha, evitar un Gobierno PP–Vox en España”. Los expertos en campañas electorales consultados por este periódico coinciden en que “siempre moviliza más el mensaje positivo que el negativo”.
El presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, se ha erigido en esta campaña –su tercera campaña en año y medio– como puntal y referente del PP de Alberto Núñez Feijóo. Él logró concentrar el voto útil en torno a su formación, desactivando a Vox, que hoy es un partido con nula influencia en el Parlamento andaluz. Feijóo ha querido impulsarse en el 'efecto Juanma Moreno' frente a los gobiernos de coalición PP–Vox en la Comunidad Valenciana, en Extremadura o en 144 municipios.
El barón de barones del PP se tiene muy estudiado el mapa electoral, sabe que se disputa con el PSOE “entre 12 y 14 escaños en juego” –cinco en Andalucía– por un margen estrecho de apenas un 1% de votos. Moreno ha apelado a los indecisos en los últimos días de campaña, confiando en rebañar más votos del espacio político de Vox, y que el resultado del PP andaluz en las generales esté más próximo al que logró en las andaluzas que en las municipales.
“Los que no saben qué van a votar a estas alturas en Andalucía son progresistas. En el PSOE hemos demostrado hasta el final una obsesión por movilizar y el ambiente de los nuestros en esta campaña ha sido distinto al de las municipales de hace dos meses”, decía esta semana el presidente de la Diputación de Jaén y secretario provincial del PSOE, Francisco Reyes.
En Jaén, donde se disputan cinco diputados al Congreso, los socialistas lograron retener la Diputación Provincial pese al avance de las derechas. Es el voto más fidelizado del PSOE en Andalucía, la nueva “aldea gala” que resiste la ola de cambio que abandera el PP. “Ser la aldea gala no es lo mismo cuando has perdido la poción mágica que te hace fuerte”, bromea Reyes.
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